Sentí que por última vez miraba un paisaje con inocencia” (pp 118). Esta frase del libro de Michel Bonnefoy quizás explique parte de su esencia: es una invitación amable a cuestionarse, a ser conscientes.

El último libro de Michel Bonnefoy (Santiago de Chile, 1956), editado por LOM, es la historia de un hombre sesentón que habita una gran ciudad y debe viajar lejos, al campo, para cuidar a su hermano mayor enfermo de cáncer.

Con una pluma precisa, sin florituras ni excesos, Bonnefoy nos va llevando desde el protagonista, obsesionado con el tiempo (o, para ser más exactos, con la pérdida de tiempo), con la planificación de su vida y su relación sentimental, a la confrontación con su hermano. Un hermano que abandonó la ciudad y la academia para recluirse con su esposa en un terreno perdido, cercano a un pueblo “insignificante”. Un hermano que no tuvo hijos, que aparentemente fue muy feliz con su mujer y no necesitó más, hasta que ella falleció de un cáncer fulminante. Un hermano que no planificaba sino vivía y disfrutaba el día a día.

Así, el protagonista tendrá que adaptar sus costumbres, sus obsesiones, a las necesidades de su hermano que ha abandonado los tratamientos médicos y se encuentra en una etapa terminal que nadie sabe cuánto podrá durar.

El tiempo de los castaños nos lleva de manera fluida, amable, a los terrenos complejos de cómo estamos viviendo, qué esperamos de la vida (lo que nos queda, para los mayores), cómo nos enfrentamos al dolor y cómo lo haremos ante la muerte.

Fino, hasta delicado, nos lleva a situaciones extremas que, más que resolverse en el libro, las ofrece a los lectores sin grandilocuencias, como un regalo complejo y delicado que cada cual sabrá qué hacer con él.

El tiempo de los castaños

Michel Bonnefoy
LOM ediciones
Santiago de Chile, agosto de 2017