El académico de la Escuela de Negocios Tuck en Dartmouth (EE.UU) y autor de 16 libros, Sydney Filkenstein, señaló que al momento de conformar un grupo de trabajo, la inteligencia de los eventuales empleados podría no ser la mayor virtud e incluso podría transformarse en un obstáculo en ciertas situaciones.

Como ejemplo, desde la cadena británica BBC afirman que la empresa estadounidense de energía, ENRON, fue conocida durante años por poseer entre sus integrantes a los “chicos más inteligentes del salón”. Sus operaciones, a cargo de estos eruditos, se mantuvieron sin supervisión por un largo periodo de tiempo ¿El error? Estas inteligentes personas eran emocionalmente arrogantes e inseguras ¿El resultado? La empresa quebró en el 2001.

Con este simple hecho, queda al descubierto que las personas superdotadas y eficientes son esenciales, pero en cierto tipo de trabajos. El escritor dice que si buscas a un investigador o un programador de computadores lo ideal es que sean afectivamente inteligentes y que si llegaran a tener carencias emocionales, no provocarán un mayor impacto debido a su labor independiente.

¿Dónde está el problema?

Filkenstein dice que las personas con capacidades intelectuales superiores suelen pensar que saben más que el resto. Claro, es probable que su cerebro sea más privilegiado, pero eso no es directamente proporcional a su capacidad de persuasión, por lo que no todos le van a comprar lo que esa persona intenta vender.

El docente explicó que una vez tuvo que atender a una ejecutiva que tenía esta impresión de caminar un paso adelante de su equipo. El problema de ella, radicaba en que tenía que convencer a sus compañeros de trabajo que su idea era buena.

Cuando uno tiene la respuesta correcta, es casi impresentable pensar que el resto no está alineado contigo. Para mala suerte de esas personas, el experto dice que las instituciones no funcionan así.

De este modo, la única forma de llegar a ellos no es imponiendo la solución supuestamente superior, sino que intentando “venderles” la idea que tienes, motivándolos para que se aseguren que tu decisión es la correcta.

International Information Program (CC) | Flickr

International Information Program (CC) | Flickr

¿Entrenadores técnicos frustrados?

El deporte sería otro de los tantos ejemplos. A las ex estrellas -que ya están retiradas y tienen a cargo el entrenamiento técnico de grandes equipos- con frecuencia les cuesta gestionar esa labor, pues adiestran a personas con menos talento del que ellos mismos gozan.

El hockey no es la excepción a la regla y bien lo sabe Wayne Gretzky. El canadiense finalizó su carrera como la persona con la cantidad más alta de puntos en la historia de ese deporte. No obstante, cuando llegó el momento de ejercer como técnico de un conocido equipo, su desempeño fue sumamente ineficaz.

Y para qué hablar de Michael Jordan, la estrella del básquetbol nunca ha podido estar al mando de una organización o un grupo ligado a ese deporte.

El mundo de la electrónica no se salva

En esta misma linea, la tecnología, y la competitiva industria que está detrás, sabe de dulces éxitos pero también de amargos fracasos. El investigador Filkenstein dice que aún recuerda las conversaciones que mantuvo hace un tiempo con altas esferas de la empresa Creative, todo en el contexto del lanzamiento de iPod.

Sus gerentes no podían concebir que los clientes prefirieran al insigne aparato de Apple, cuando su propia compañía había creado un reproductor MP3 con una tecnología poderosamente superior.

Así, el profesor concluye que al igual que la gente no siempre escoge la mejor tecnología, las personas inteligentes no siempre tienen el éxito esperado. Y para confirmar aún más su postulado entrega un nuevo ejemplo que llega desde Estados Unidos.

La zapatería

La tienda de calzados en línea Zappos instauró una política de asesoría y dedicación máxima a sus clientes. De hecho, sus gerentes premian a los trabajadores que pasen más tiempo resolviendo sus dudas ¿Dónde está el problema? El inconveniente radica en que los empleados, en su intento por despachar a los clientes, utilizan las típicas frases de que ellos están primeros, algo que en realidad no significa nada para su labor cotidiana.

Esto genera efectos a mediano plazo, en el que los otros empleados que no están de acuerdo con esa forma de seducir a los usuarios, se van a trabajar a otras cadenas, por lo que en el trabajo anterior quedan todos aquellos funcionarios que abiertamente están desmotivados.

Finalmente, el experto asevera que nuestra forma de pensar en que “más” siempre es sinónimo de “mejor” debería ser reanalizada con mayor cuidado y que puede que el trabajador inteligente se convierta en un problema ante situaciones que escapen de su capacidad intelectual superior.