La polémica en la Alianza respecto de las causas de la derrota en la elección presidencial pasada admite varias lecturas.

Pelea de liderazgos, posicionamiento adelantado para la elección presidencial del año 2017, recriminaciones por lo que se hizo o no se hizo en los cuatro años del gobierno de Sebastián Piñera, ajustes de cuenta a nivel personal.

Si la Alianza se queda debatiendo en torno a esos ejes se estará engañando. La derrota podría ser una gran oportunidad para entender cuáles son sus déficits políticos y, sobre todo, qué aspectos de los cambios en la sociedad no ha sabido interpretar.

En resumen, nuestra derecha sigue siendo, en muchos aspectos anacrónica. Llegó al poder porque Piñera es un tipo sui generis, porque Eduardo Frei era un mal candidato y porque hace 4 años la Concertación era un lastre por donde se la mirara: una suma de promesas incumplidas, débil en la gestión y salpicada por hechos de corrupción ante los cuales hacía vista gorda, o sea que los toleraba.

Si la Alianza aprovecha la oportunidad lo dirá el tiempo. Por ahora, en medio de las peleas y recriminaciones, da la sensación que se enfrenta a una sociedad, cambiada y cambiante, que le es extraña, incomprensible y ajena.