La Policía Militar de Rio de Janeiro confirmó el domingo que tiene el control total de la favela Rocinha, la mayor de Brasil y en manos del narcotráfico por 30 años, tras una operación que comenzó en la madrugada con apoyo de blindados y sin disparar un solo tiro.

“Tengo el placer de informar que Rocinha y (la vecina) Vidigal están en nuestro poder desde las 06h00 (08h00 GMT). No hubo ningún incidente, ni un tiro disparado. No tenemos información sobre detenidos o material decomisado”, informó Alberto Pinheiro Neto, jefe del estado mayor de la PM.

La televisión privada Globo informó sobre el decomiso de una cantidad no precisada de marihuana, aunque la Policía Federal espera hallar depósitos con más drogas y armas.

Vecinos ondeaban banderas blancas, mientras que en Vidigal fue colocado el pabellón brasileño, símbolo de la recuperación del territorio.

Pasadas las 07:30 horas locales, los blindados de la Marina que sirvieron de apoyo para la entrada de los oficiales a la favela, en la operación que comenzó pasadas las 04:10 horas, comenzaron a salir y regresar, mientras que las autoridades liberaban el tránsito en las vías cercanas donde fue interrumpido desde las 02:00 de la madrugada.

El transporte público también comenzó a operar en la zona.

La ocupación de Rocinha, ubicada en el corazón de los barrios ricos de Rio, comenzó con efectivos del BOPE y del batallón de Operaciones de Choque avanzando por las solitarias callejuelas, aún de noche, escoltados por los vehículos anfibios, ya usados en otras tres operaciones similares, y por el vuelo rasante de dos helicópteros.

Varios residentes observaban desde las ventanas de sus casas el operativo, y no todos aprobaban la operación, como un grupo de mujeres que lloraba mientras observaba el ingreso de los policías.

“La llegada de la UPP (Unidad de Policía Pacificadora, cuerpo creado en el marco de las ocupaciones de las favelas) va a ser positiva para las nuevas generaciones para que se acabe el narcotráfico. Quiero que mis hijos no tengan contacto con el tráfico, que maravilla”, expresó a la AFP Carlos Alberto, de 51 años, vecino de Rocinha, que como pocos accedió a hablar con la prensa.

“Esperamos que la pacificacion no sea sólo echar a los traficantes de la droga, sino que traiga saneamiento, educación, salud y vivienda”, dijo a la AFP, antes de la ocupación, Raimundo Benicio de Sousa, conocido como “Lima”, un lider comunitario de 56 años que tiene una inmobiliaria en la favela.

Según Lima, en esta barriada “hay gente viviendo en medio de las cucarachas, orinando y defecando en una lata” por lo que considera que “la pacificación tiene que tener a esta gente como prioridad”.

“Queremos que la gente sea tratada con dignidad, con respeto, que los que hayan cometido delitos vayan presos pero no sean asesinados” por la policia, declaró por su parte a la AFP William de Oliveira, presidente del Movimiento Popular de Favelas, vistiendo una camiseta con la leyenda “I love Rocinha”.

Según Globo, los traficantes colocaron aceite en las calles de la favela con la infructuosa intención de impedir el avance de los blindados.

Las autoridades estiman que unos 200 delincuentes aún permanecían en la favela, aunque la captura del jefe del narcotráfico de Rocinha, Antonio Francisco Bonfim Lopes, alias Nem, se produjo días antes cuando intentaba huir escondido en el portaequipajes de un auto.

Fue preso junto a varios de sus cómplices y un puñado de policías corruptos que los protegían y enviado a una cárcel de máxima seguridad. Es la primera vez que los jefes del narcotrafico son apresados antes de la toma de una favela.

La toma de Rocinha, la decimonovena que reconquista la policía de manos de los narcotraficantes, recuerda la megaoperación policial-militar desplegada en noviembre de 2010 para arrebatar el control de las favelas del Complexo do Alemao, donde viven unas 400.000 personas. La ocupación se produjo tras varios días de enfrentamientos que dejaron 37 muertos.

El estado de Rio de Janeiro, uno de los más violentos de Brasil, mantiene desde 2008 una carrera contrarreloj para pacificar los barrios pobres de la ciudad controlados por narcotraficantes y milicias paramilitares antes del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

Más de 1,5 millones de personas viven en unas mil favelas en Rio, o sea cerca de un tercio de la población total.

“Estamos con miedo, no sabemos lo que va a suceder. Yo he orado mucho”, expresó Lima. “Sólo espero que cuando acabe la Copa del Mundo no se olviden de nosotros”, lanzó.