El pasado miércoles el tenista chileno Fernando González pisó por última vez una cancha como profesional, dando fin a una carrera donde logró 11 títulos ATP, además de 3 medallas olímpicas.

Si bien puede ser apresurado decir que con su retiro se cierra un ciclo en el tenis chileno, no es menos cierto que culmina una época de triunfos para la historia del deporte que más alegrías ha dado al país.

“Mano de Piedra” fue parte de una generación que tuvo como mayor símbolo a Marcelo Rios, a cuya sombra debió vivir hasta el año 2000 aproximadamente, cuando logró captar la atención con el título conseguido en Orlando, venciendo a su compatriota Nicolás Massú.

Sin embargo, la prueba tangible de que junto al viñamarino representaban el recambio tras el decline del “Chino”, fueron las medallas olímpicas conseguidas en Atenas 2004, en una de las gestas más épicas del deporte chileno, lo que ratificaron más tarde con el bicampeonato en la Copa del Mundo por Equipos de Düsseldorf sin el ex número 1 chileno.

Pero lamentablemente, el tiempo pasó y hoy ante la ausencia del “Bombardero de La Reina”, junto con el natural decrecimiento que exhibe Nicolás Massú, queda en evidencia que no hay recambio para el nivel de ambos.

Paul Capdeville ya tocó techo y ahora sólo se conforma con disputar torneos Challenger, fuera del Top 100 de la ATP. Junto a él, otras “promesas” en su momento, como Jorge Aguilar y Guillermo Hormazábal, y más recientemente Cristóbal Saavedra y Guillermo Rivera, están lejos de ser reales alternativas de recambio a la dupla olímpica.

A mi parecer, las esperanzas están en jóvenes que están un par de escalones más atrás, como es el caso de Matías Sborowitz y Gonzalo Lama, flamantes profesionales, quienes deberán cargar con la responsabilidad de devolver a la élite del tenis a nuestro país, tanto en el circuito, como en Copa Davis.

En este último torneo, queda claro que con los nombres que hay puede que alcance para volver al Grupo Mundial, pero claramente se evidenciarán las diferencias al momento de competir con jugadores mejor ubicados en el ránking ATP, tal como sucedió con Italia.

Pero más allá del evidente limbo en el que queda el tenis chileno, es necesario ir a la raíz del problema con el recambio. Evidentemente la responsabilidad no es sólo de la Federación de Tenis, sino mas bien de la ausencia de un sistema de formación de tenistas profesionales.

El tenis es es un deporte de élite, que hace difícil una masificación, pues se necesita mucha inversión en algo que no asegura dividendos. Es más fácil tomar algo redondo y largar a los niños en el colegio a correr tras ese improvisado balón, antes que comprar 40 raquetas, para enseñar a los escolares a pasar la pelota por arriba de una malla.

En ese sentido, creo que las políticas de Gobierno deben apuntar a dar mayor importancia a este tipo de deportes en la época escolar, junto con aumentar las escuálidas 2 horas semanales, lo que ayudaría a bajar los índices de obesidad infantil, y por qué no decirlo, reducir incluso la delincuencia y el consumo de drogas.

Es una mirada muy altruista, pero si no se piensa así, difícilmente seremos nuevamente un país de campeones.