Patricio, un curtido pescador de la caleta chilena de Tongoy, mueve la cabeza mientras extrae los pocos ostiones que pudo salvar de su cosecha, y se queja de la crisis de la industria de este fino molusco, afectada por el tsunami de Japón y la fuerte competencia de Perú.

“No creo que siga más en esto. Es mucha pérdida. Tenía cuántos ostiones y ahora mira (…) sale muy poco”, se lamenta ante la AFP, arriba de la balsa donde rescata los pocos ostiones que le quedaron tras las marejadas que provocó el terremoto de Japón del pasado 11 de marzo.

Las olas atravesaron más de 17.000 km y llegaron casi 24 horas después a esta pequeña bahía ubicada a unos 450 km al norte de Santiago, destruyendo gran parte de los cultivos de ostiones que se producen mayoritariamente en esta zona de Chile.

La fuerza del mar movió los bloques de cemento de casi una tonelada de peso que sujetaban las líneas sobre las cuáles cuelgan las redes o ‘linternas’ donde se cultivan los ostiones, unos finos moluscos apetecidos especialmente en Francia y España.

Las autoridades aún no han cuantificado las pérdidas, pero los pescadores hablan de entre un 50 y un 100% de daños a la producción, lo que incrementó la crisis que vive la industria local desde hace unos cinco años tras la irrupción en el mercado de los ostiones peruanos.

“Nunca nos imaginamos que iba a hacer tanto daño. Solamente que iba a pasar, o que iba a llegar una olita. Pero no fue ni una ola, fue una corriente por debajo del agua que llegó, y eso dejó la embarrada”, relata Eduardo Briones, otro pescador de Tongoy.

“La industria venía mal para los industriales, pero para los artesanales no. Nosotros veníamos repuntando, pero ahora nos dejó más abajo”, agregó Briones, mientras muestra cómo la fuerza del mar enredó las redes y llevó hasta el fondo del mar cultivos listos para ser cosechados.

Fue en la década de 1980 cuando se introdujo en esta bahía el cultivo artificial del ostión, provocando una verdadera revolución en este pueblo costero habitado por unas 5.000 personas.

Rápidamente los pescadores aprendieron las técnicas de cultivo de un recurso marino que les entregaba mayor estabilidad y seguridad frente a la pesca tradicional.

El negocio fue próspero hasta 2007, cuando el precio internacional comenzó a bajar tras la consolidación de Perú como uno de los principales productores. Si en 2006 el valor promedio anual por kilo llegó a los 15 dólares, en 2009 éste alcanzó los 8,3 dólares.

Condiciones ambientales y laborales favorecen la producción peruana, que hoy más que cuadruplica lo generado en Chile, que a nivel industrial llegó en 2010 a 1.367 toneladas, casi la mitad de lo exportado el año previo, según datos de Instituto de Fomento Pesquero, obtenidos de Aduanas).

En Perú -donde el ostión es conocido como ‘conchas de abanico’- el cultivo se hace casi exclusivamente en bancos naturales, donde alcanza su madurez unos seis meses antes que en Chile, donde además la mano de obra es más cara.

Los altos costos llevaron en 2009 a las dos empresas chilenas que producían un tercio de la oferta nacional a cerrar sus puertas, dejando libres unos 700 puestos de trabajo.

A nivel artesanal, de 11 pequeñas agrupaciones de pescadores sobreviven hoy sólo cinco, orientadas al mercado interno, según la Asociación gremial de pescadores artesanales de Tongoy.

“Aquí en este momento estamos vendiendo al mercado nacional, porque el precio de los ostiones en el extranjero se nos vino abajo con la competencia del mercado peruano”, dijo a la AFP Franklin Muñoz, administrador de la empresa Sacmar, una de las cinco que continúa funcionando.

“El ostión peruano es mucho más barato (…) porque ellos tienen menos costos. No pagan patente de acuicultura, tienen más facilidades del gobierno y no les exigen tanto”.

Pero en Tongoy, acostumbrados a vivir del mar y donde saben que la naturaleza da y quita, confían en levantarse a punta de trabajo.

“Vamos arriba a seguir nomás. ¿Qué voy a hacer?…. tengo que trabajar como lo he hecho siempre”, se anima el pescador Briones.