Se jugaba cerca del minuto 70 en el partido entre la Universidad de Chile y Palestino, cuando todas las miradas dejaron la cancha y se enfocaron en las tribunas donde por una gresca de proporciones entre los hinchas que dejó con importantes daños al estadio Santa Laura.

Y el tema de la violencia en los estadios reflota nuevamente, como cada vez que ocurren incidentes. Se habla de medidas que se deben implementar, dirigentes que se desligan de responsabilidades, y autoridades que anuncian sanciones. Todo por un lapso, hasta que la prensa se enfoca en otras noticias.

Es lamentable reconocer que la violencia se ha tomado los estadios, motivados por bandas de mal llamados hinchas, que son parásitos del deporte rey.

Luego de lo ocurrido en Santa Laura el gobierno, en voz del ministro del Interior, anunció medidas para bajar los índices de violencia en los estadios, aunque a mi juicio debería hablarse de delincuencia, y dejar de lado términos sutiles para referirnos al fenómeno.

De acuerdo a lo dicho por Hinzpeter se busca crear el “Escuadrón Estadio Seguro” de Carabineros,que los clubes empadronen a los hinchas, que se dispongan de registros digitales para evitar que sujetos con antecedentes ingresen a los estadios, control alcotest y numeración de asientos.

Anuncios hechos en el fragor de la batalla, y que sirven para apaciguar a la opinión pública dando gestos de que se está haciendo algo.

Mientras, los verdaderos hinchas siguen prefiriendo abonarse al CDF para ver en calma el fútbol desde un sillón, y no exponerse a ser asaltado o golpeado por algún delincuente disfrazado de hincha.

Para nadie es un misterio que producto de la desidia surge la impunidad. Y las autoridades no han tenido el coraje para afrontar el tema de la delincuencia en los estadios.

Y al hablar de autoridades me refiero a las deportivas, sin dirigentes que entreguen recursos a las “barras bravas”; policiales, que cumplan su rol y no hagan vista gorda, y legislativas, que dejen de pensar en los votos y se concentren en trabajar para el beneficio del país.

Para frenar la violencia no se necesitan nuevas medidas o anuncios gubernamentales con platillos y bombos. Es algo más simple: que se cumpla la ley, por parte de los clubes y de los tribunales.

Aunque hay que reconocer vacíos importantes en la vigente Ley de Violencia en los Estadios, como es el empadronamiento de los hinchas por parte de los clubes (lo que no todos han cumplido, pese a lo cual no hay sanciones para quienes no lo hayan realizado), lo engorroso del proceso de denuncia, no hay capacidad para fiscalizar que no entren a un estadio los condenados por esta ley, y por último, el fútbol amateur no está contemplado en esta legislación.

Errores que hacen inaplicable esta normativa, y que tal como lo señalan ciertos parlamentarios, hacen que los jueces prefieran la ley común para sancionar delitos ocurridos en los estadios.

El violento no debe entrar a un estadio, y el que daña la propiedad pública o privada debe pagarla. Y que lo confirmen los vecinos que desistieron de repintar las fachadas de sus casas luego de un fin de semana de fútbol, para sacar los rayados alusivos a un club determinado.

Pero atención, no se trata de un problema de los empresarios que dirigen el futbol, es un tema de sociedad, no sacamos nada con que Carabineros detenga a 2 mil delincuentes si en un par de horas estarán en la calle jactándose entre sus pares de la “aventura2 que significa estar detenido un par de horas.

Y lo peor, sin que la justicia aplique sanciones que escarmienten o detengan la violencia en los recintos deportivos.

Debe haber empadronamiento de los hinchas, y que los clubes no los apoyen económicamente, ni con espacios para guardar bombos y otras “chucherías”.

Porque hoy es de conocimiento público que ellos les dan entradas y les financian viajes, en lo que se ha transformado en una forma de vida para esos delincuentes, que no necesitan ganarse la vida dignamente, sino que prefieren ser parásitos de un sistema que urge cambiar.

¿Y cuál es la postura de los dirigentes?

Los dirigentes, actores importantes en el tema aunque no los únicos, reconocen “ayuda” a los barristas. ¿Con qué fin? Nadie lo sabe, aunque después de lo ocurrido con Marcelo Barticciotto en las elecciones de la Corporación Social y Deportiva de Colo Colo, queda claro el uso que puede darse a estos antisociales.

¿Y la ANFP? me remito a citar textualmente las declaraciones del diputado Celso Morales, tras una visita al presidente Sergio Jadue: “Nos plantean con mucha fuerza que no debe existir una responsabilidad de los clubes cuando algún barrista comete un delito dentro de un estadio”.

Juzgue usted.

Experiencias en otros países.

El tema de la violencia no es tocante sólo a Chile, existen lamentables registros que incluyen incluso muertes, como lo ocurrido el 29 de mayo de 1985, en el estadio Heysel de Bélgica.

Allí se jugaba la final de la Champions entre Liverpool y Juventus, cuando en las graderias los hinchas ingleses agredieron a los italianos, quienes en su afán de escapar, provocaron la caída de un muro que aplastó a muchas personas, dejando un saldo de 39 muertos y más de 700 lesionados.

Luego de esto, en Inglaterra se decidió tomar cartas en el asunto y erradicar a los “hooligans” de los recintos deportivos.

Para este fin realizaron estudios, cuyos resultados fueron utilizados para generar medidas eficaces en contra de la violencia.

Algunos datos interesantes de estas investigaciones señalaron que existen 3 tipos de hinchas: el pasivo (que pese a gritar, no va más allá en sus actitudes); el pendenciero que se enoja fácilmente y es más apasionado (en este rango quedan quienes gritan a los árbitros o a los jugadores) y por último, el fanático que cae en excesos amparado en la protección del grupo, y que incita a otros a la violencia, y que se comprobó que son minoría.

Tras estas conclusiones, las autoridades inglesas crearon la Unidad del Servicio Secreto Nacional Contra la Delincuencia en el Fútbol. Un organismo de inteligencia cuyo único fin era detectar a los violentos, y evitar que ingresaran a los estadios.

Para esto empadronan a los hinchas con antecedentes, sus características físicas, incluso con los tatuajes que tuvieran. Sacaban fotografías y grababan a la hinchada durante el partido, especialmente si se alteraban los ánimos.

Con esos registros audiovisuales, se presentaba la denuncia en los respectivos juicios, para lograr, apoyados de medios de prueba, duros castigos.

Para producir este material, se implementaron cámaras en los estadios y también se incluyó a policías de civil, quienes se mezclaban en las graderias con el resto de los espectadores.

Por último, se dispuso de un fono denuncia, para que la población entregara datos de manera anónima.

Los resultados están a la vista con sólo sintonizar un partido de la Premier League y ver que no hay rejas que dividan al público de la cancha.

¿Podremos llegar a eso en Chile? Si bien los vándalos se han tomados los escenarios deportivos haciendo usufructo de un deporte que nos pertenece a todos, no sólo a un puñado de parásitos del fútbol, es posible recuperarlo, pero para esto se necesita el compromiso de todos los actores involucrados para denunciar, perseguir y castigar a quienes manchan el deporte rey.