Miles de haitianos católicos asistieron el domingo en Puerto Príncipe a una misa de Pascua marcada por el recuerdo del sismo de enero, sentados entre los escombros de la catedral o apretados bajo el toldo dispuesto para el altar, a pocos metros de un campamento de damnificados.

La misa pascual tuvo lugar en el jardín de la iglesia, en el corazón de la devastada capital haitiana, ya que el templo sólo conservó la fachada tras el terremoto del 12 de enero, que mató a unas 230.000 personas entre las cuales el arzobispo de la ciudad, Serge Miot.

“Este año, celebramos la resurrección con simplicidad”, dijo el nuevo arzobispo, monseñor Joseph Lafontant, dirigiéndose a los feligreses sucesivamente en francés y en criollo.

Lejos de los escándalos de pedofilia que sacuden al Vaticano, el prelado se alegró de que “tras el sismo, el pueblo haitiano suiguiera teniendo fe”.

“Son como supervivientes”, añadió frente a la muchedumbre endomingada.

Haití, país muy devoto, suspendió gran parte de sus actividades desde el jueves, incluso las de las organizaciones internacionales encargadas de la reconstrucción, para permitir a los creyentes el recogimiento propio de la fecha.

“Es diferente hoy, porque muchos no están aquí, desgraciadamente se fueron”, dijo a la AFP Mirrine Bichemond, de 19 años, para quien la salvación de Haití pasa “por Dios… y la comunidad internacional”.

“Confiamos gracias a Dios, en que los países vecinos nos ayudarán a reconstruir la catedral”, declaró Jean-Michelet Daniel, un joven con un gran crucifijo plateado colgando del cuello.

Pero pese a su inquebrantable fe, reconoce que siente desesperanza. “Nosotros, los jóvenes, no tenemos futuro”, lamenta.

Sin ingresos desde el fallecimiento de su madre en la catástrofe, el joven de 23 años debe educar a su hermano de seis en un campamento del centro de la capital.

Muchos de los 1,3 millones de personas que quedaron sin techo tras el terremoto acudieron a la misa pascual en el centro de Puerto Príncipe, donde los cascos azules de la ONU siguen patrullando entre las casas en ruinas.

“Dios lo es todo para nosotros, que somos pobres”, enfatizó Jean-Michelet Daniel.