El estallido social ha provocado grandes cambios en la sociedad chilena, pero también ha dejado consecuencias en la salud mental de las personas.

El cambio en la rutina de las familias ha provocado un estrés en la mayoría de los adultos, los que de una u otra forma termina repercutiendo también en los niños.

A pesar de las medidas preventivas que puedan tomar los padres, los más pequeños de la familia se dan cuenta que algo está pasando, pues sus vidas han sufrido cambios o se han visto impactados de alguna forma.

Por lo mismo, es que los padres deben estar conscientes de las consecuencias que la crisis podría desencadenar en ellos, las que pueden variar dependiendo de su edad.

“En niños pequeños, de pre-escolar: Es usual que tengan conductas regresivas, por ejemplo, que estén más dependientes y apegados a sus padres, se hagan pipí en la cama, etc.”, aseguró a BioBioChile Daniela Castro, psicóloga clínica y académica de la Universidad Finis Terrae.

También es frecuentes que tengan cambios de humor y conductuales. “Los niños de esta edad suelen elaborar en el juego imaginativo sus miedos y emociones en relación a lo que han vivido, por eso es muy positivo que tengan espacio para hacerlo”, añadió.

Pexels
Pexels

Según la psicóloga, los niños en edad escolar (entre 6 y 10 años), “tendrán muchas preguntas y dudas concretas en relación a lo que han vivido, pero no siempre las podrán expresar”.

“Cuando no logran expresar sus emociones o inquietudes es frecuente que se den somatizaciones (dolor de guata o cabeza) y cambios emocionales o conductuales impredecibles (por ejemplo, se vuelven irritables o retraídos, no quieren ir al colegio, etc.). Por eso es muy importante que los padres estén atentos a cómo lo están viviendo (por ejemplo, escucharlos hablar con un amiguito o con otra persona, para ver cuál es su narrativa sobre la crisis) y que se den un espacio para responder preguntas a sus inquietudes”, añadió.

Asimismo, los adolescentes (de 10 años en adelante), necesitan comprender la situación desde una mirada más profunda, desde la reflexión y el pensamiento crítico que están desarrollando.

“Es muy importante que los adultos los escuchemos en vez de dar explicaciones y respuestas simplistas de la situación. Muchas veces, lo mejor que pueden hacer los padres, más que ofrecer una buena respuesta, es ofrecer una buena pregunta”, aseguró la profesional.

Castro añade que también es usual que los adolescentes quieran involucrarse y hacer algo, “y es muy bueno que lo hagan ya que los hace crecer en altruismo, pero con los resguardos necesarios”.

“Se recomienda a los padres acompañarlos a las iniciativas prosociales y solidarias, y a los adolescentes más grandes, permitir su autonomía en ciertas iniciativas más protegidas y resguardadas”, sentenció.

¿Qué señales deberían alertanos?

En situaciones de crisis, los padres deben prestar mayor atención a los pequeños y estar atentos a cualquier “cambio emocional o conductual muy disruptivo y que les dificulte grandemente la convivencia dentro de la familia o el retomar su vida cotidiana (por ejemplo, retomar las actividades escolares”.

Asimismo, también es importante buscar ayuda si hay un retraimiento excesivo que impide la expresión emocional. “Por ejemplo, niños pre-escolares que dejan de jugar con la imaginación, entonces no tienen espacio para elaborar lo que les pasa, o los niños escolares o adolescentes que se niegan a entablar un diálogo”, agregó.

“En niños escolares y adolescentes, hay que estar atentos ante cualquier expresión de odio, como canalización de su rabia. Es muy importante no enfocar esta crisis en ciertos ‘culpables’, sino que más bien utilizar esta oportunidad para una reflexión profunda, acerca de cómo todos estamos involucrados en ella, cada vez que somos individualistas, egoístas, o estamos más centrados en los bienes materiales que en los vínculos, contribuimos a esta crisis”, sentenció.

Agencia UNO
Agencia UNO

Finalmente, Daniela afirma que “la rutina se retoma progresivamente, pero ojalá no signifique que vuelve todo a ser como antes, sino que cada familia aproveche esta crisis como un aprendizaje y como una oportunidad de crecer en el amor y en la solidaridad”.

Según ella, la solución de raíz no pasa por un mejoramiento político ni económico, sino que afectivo y moral. “La familia es la primera y principal educadora en habilidades socioemocionales, y ahí es en donde todos conocemos el amor incondicional. Si cada familia de Chile pudiese aprovechar esta crisis para crecer en el amor, entonces saldríamos más fortalecidos que nunca”, concluyó.