Las mascarillas faciales se han convertido en un ritual cotidiano de belleza para algunas personas. Componentes reparadores, hidratantes o naturales, son parte de la amplia gama de este producto cosmético.

Sin embargo, debes considerar que el producto más caro y exclusivo, no sirve de nada si no se aplica de la forma correcta. Incluso, pueden terminar dañando tu piel.

Además, existe un creencia popular, sobre que la efectividad de una mascarilla se relaciona con cierta sensación de escozor (picor o ardor). Sin embargo, según los especialistas, esto es falso.

En este contexto, los dermatólogos señalan que una piel que ha usado una mascarilla tópica anteriormente, no debería presentar ningún tipo de reacción.

“Eso significa que es adecuada para el tipo de piel. Si tenemos algún tipo de reacción, lo más frecuente es que esta sea una dermatitis irritativa, por la utilización de mascarillas que están formuladas erróneamente“, explica la dermatóloga Lidia Maroñas, al diario electrónico El País.

Según detalla la experta, estas consecuencias suelen ocurrir con mascarillas que tienen fines exfoliantes o que “incorporan activos tipo ácido glicólico o retinoles, que al potenciar un efecto de alisado en la piel pueden producir esa reacción”, precisa.

Asimismo, provocan el enrojecimiento de la piel, picazón, e incluso en los casos más severos, presentar erosiones en el rostro.

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La forma correcta de aplicar una mascarilla

Como se mencionaba anteriormente, lo primero es asegurarte que la mascarilla que compraste, sea de un laboratorio autorizado y contenga una formulación adecuada. Y por sobre todo, que no sea comedogénica, ya que puede producir imperfecciones como puntos negros o espinillas.

De nada servirá adquirir el producto más caro, si tiene “un exceso de oclusión, algo que puede pasar con mascarillas muy hidratantes, que no dejan transpirar los poros. Esto suele empeorar los tipos de piel con más tendencia al acné o que tienen un exceso de seborrea”, advierte la dermatóloga.

Sobre su aplicación, la especialista enfatiza en que lo más importante, es desmaquillarse muy bien antes de ponerla en el rostro.

“Una vez que la piel esté limpia, aquellos que quieran un efecto más potente pueden aplicarse previamente un sérum que no sea irritante, y las personas con tendencia a la irritación, pueden emplear un producto calmante antes como un suero o crema con ácido hialurónico suave”, detalla.

Del mismo modo, la dermatóloga señala que un truco que puedes realizar para potenciar los efectos calmantes de tu mascarilla, es guardarla en el refrigerador durante 15-30 minutos antes de la aplicación.

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Ten cuidado al retirarla

Dependiendo de su formulación, la mascarilla debe retirarse mediante el mecanismo de peel-off o a través de la absorción espontánea.

Es muy importante tener en cuenta esa información, ya que si te la quitas de la forma incorrecta, pueden producirse irritaciones y dolor. Del mismo modo, comprobarás que no son adecuadas para tu tipo de piel.

“El arranque, además, tiene que ser suave y con control. Siempre hay que empezar a retirarla por los extremos de la cara y, poco a poco, con un gesto de tienda de campaña, se va retirando el resto”, explica la especialista.

Asegúrate de ir protegiendo siempre las zonas más sensibles de la cara, como la zona peribucal (alrededor de la boca), “donde incluso podemos aplicar un poco de vaselina para prevenir irritaciones”, comenta finalmente.