Con el regreso de las nubes y los vientos helados de fuerzas huracanadas al Monte Everest como todos los años, surgen preguntas sobre cómo controlar los ascensos a la cumbre más alta del mundo luego de la temporada más mortífera en años.

Una media de cinco montañistas muere cada año en los estrechos y helados pasos con poco oxígeno hacia el pico de 8.848 metros. Esta temporada, once personas murieron en sus traicioneras pendientes, donde los montañistas han hecho fila a veces por horas esperando su turno para llegar a la cima.

Mientras se reparten las culpas por estas tragedias, estos son algunos de los problemas que enfrenta la lucrativa industria del Everest, y sus posibles soluciones.

Días de cumbre

A pesar de que el número final aún no ha sido dado a conocer, el número de personas que hicieron cima en el Everest en 2019 podría superar el récord de 807 del año pasado.

Nepal emitió 381 permisos por 11.000 dólares cada uno para la temporada de primavera, y al menos otros 140 fueron otorgados en la ladera norte en Tíbet.

La mayoría de los montañistas son escoltados por al menos un guía nepalí.

Pero la afluencia ha hecho que se agolpen multitudes en algunos cuellos de botella en el camino, en especial luego de que el mal tiempo cortase el número de días para intentar el ascenso.

En 2018, el clima ayudó y la ventana para llegar a la cima estuvo abierta once días, pero este año los terribles vientos redujeron esa cifra a menos de seis.

Cinco personas murieron en 2018. Este año fueron nueve montañistas del lado nepalí y dos del lado tibetano.

Nirmal Purja, que escaló seis picos de más de 8.000 metros en apenas 31 días esta temporada, dijo que la ruta a la cima debería ser establecida con anticipación para facilitar el tráfico.

Pero Ang Dorji Sherpa del Comité Sagarmatha de Control de la Contaminación, que vigila la apertura de la parte baja de la ruta, dijo que el foco debe estar en limitar el número de montañistas, ya que es el clima el que dicta cuándo se pueden colocar cuerdas.

Manejo de la multitud

Así como la playa se llena el primer día del verano, la cresta de la cumbre del Everest estaba repleta con más de 200 montañistas el 22 de mayo cuando fue reabierta luego de mal tiempo.

Los equipos esperaron horas con temperaturas heladas para ascender a la cima y descender. La espera aumentó el riesgo de congelamiento, agotamiento y mal de altura en una región con escaso oxígeno.

El atasco en la llamada “zona de la muerte” fue responsable de al menos cuatro muertes este año.

El montañista indio Aditi Vaidya dijo que una hora de espera es potencialmente mortal.

“Allí es donde la mayoría de la gente sufre de congelamiento. Porque si no caminas, si no te mueves, tu cuerpo no está caliente, tienes frío y no importa que hayas comprado el mejor equipamiento de montaña. No creo que nada, nada hecho por el hombre, pueda combatir a la naturaleza”, explicó.

Gyanendra Shrestha, oficial de enlace del gobierno en el campamento base del Everest, afirmó que los montañistas están demasiado apresurados cuando se abre la ventana de ascenso.

“Si hubiese coordinación entre los equipos, y los montañistas se hubiesen separado en el tiempo, no habríamos tenido semejante aglomeración”, aseguró Shrestha.

Reclutas inexperimentados

Muchos montañistas dijeron que había demasiados novatos sin experiencia, moviéndose demasiado lento y arriesgando sus vidas y las de los otros.

“Vi alpinistas que necesitaban a sus guías incluso para calzarse sus zapatos y camprones”, afirmó un montañista.

Ha habido pedidos al gobierno para que limite el número de permisos o establezca un criterio para permitir subir a la montaña.

Pero Damian Benegas, que ha guiado equipos en el Everest por casi dos décadas, dijo que “limitar los permisos no cambiará la calidad de los alpinistas”.

“Los operadores saben más y deben establecer un estándar de a quién llevarán arriba en la montaña”.

Operadores baratos

El boom del Everest ha hecho del montañismo un negocio lucrativo desde que Sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay hicieron cima por primera vez en 1953.

Por entonces se trató de una gran expedición, pero hoy en día se puede conquistar el Everest por tan poco como 30.000 dólares, y unos pocos pagan más de 65.000.

El recorte de los costos lleva a guías menos calificados, equipamiento de menor calidad y pobres medidas de seguridad.

Mientras el número de montañistas se ha duplicado en una década, el de sherpas no ha seguido ese paso.

Los reclutas sin preparación que a menudo sólo habían llevado equipamiento hasta los campamentos más altos ahora están encargados de hacer cima con clientes.

“El guía tiene que saber cuándo volver, incluso si el cliente insiste en seguir subiendo”, concluye Tashi Sherpa, un guía de montaña con certificado internacional.