Históricamente, septiembre ha sido el mes en el cual se desarrollan las Fiestas Patrias, lo que es erróneamente vinculado a la independencia de Chile de España.
Pero el 18 de septiembre de 1810 solo se realizó la primera junta de gobierno, donde el cabildo analizó las implicancias de la salida del rey Fernando VII tras la invasión de Napoleón, en 1808.
Allí, los vecinos de Santiago decidieron conformar un gobierno autónomo que administrara la zona de manera transitoria hasta el retorno del rey, según el Museo Histórico Nacional.
Así fue como la determinación gatilló casi ocho años de incertidumbre, batallas e incluso diferentes declaraciones de independencia que hasta el presente dividen a varias ciudades del país.
En concreto, Chile decidió dejar oficialmente la supeditación española el 12 de febrero de 1818, día que marcó el primer aniversario de la Batalla de Chacabuco, donde Bernardo O’Higgins y José de San Martín hicieron que las fuerzas leales a España se retiraran gracias al actuar del Ejército de los Andes.
“El triunfo patriota en Chacabuco significó el fin del dominio realista y por lo tanto el del periodo llamado ‘La Reconquista"”, indicó la Dibam.
“Después de la batalla, el ejército libertador entró a Santiago y se estableció el gobierno patriota. Luego de ofrecer el cargo de director supremo a San Martín, quien lo rechaza, asume como director supremo y capitán general Bernardo O’Higgins Riquelme, quien es nombrado por un cabildo abierto convocado excepcionalmente en el Palacio de la Real Audiencia”, añadieron.
En su libro Historia de Chile, Francisco Encina ratificó que el 12 de febrero fue electo por el aniversario de Chacabuco y detalló que en esa jornada “el fiscal del tribunal de apelaciones, don José Gregorio Argomedo, dirigió al pueblo una alocución”.
“El ministro Zañartu leyó el acta de la independencia y enseguida se postró el excelentísimo señor director y poniendo las manos sobre los santos evangélicos hizo el siguiente juramento: ‘Juro a Dios y prometo a la Patria bajo la garantía de mi honor, vida y fortuna, sostener la presente declaración de independencia absoluta del Estado chileno de Fernando VII, sus sucesores y de cualquiera otra nación extraña”.
En la misma declaración, el historiador afirmó que se estableció que “el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes forman de hecho y por derecho un Estado libre, independiente y soberano y quedan para siempre separados de la monarquía de España, con plena aptitud de adoptar la forma de Gobierno que más convenga a sus intereses”.
Pese a todo lo anterior, el 5 de abril de 1818 se libró una nueva batalla por la decisión adoptada, esta vez en los llanos del río Maipo.
Finalmente, en Maipú quedó sellada la independencia con el triunfo del ejército libertador, donde el abrazo entre O’Higgins y el prócer argentino pasó a la historia tras la derrota de los realistas.
Ciudad
Talcahuano, Concepción, Talca y Santiago se disputan desde esos años haber sido la ciudad donde se juró y proclamó la independencia de Chile. De hecho, cada una lo celebra sin importar que las otras lo hagan también.
Por ejemplo, en el libro La Historia de Concepción 1550-1970 de Fernando Campos Harriet se afirma que esta ocurrió en los morrillos de Perales, pertenecientes a la comuna puerto, el 1 de enero de 1818.
Al mismo tiempo, la capital del Bío Bío se jacta del hecho que el acta haya sido firmada en su plaza, donde hasta hoy existe un monolito que marca el suceso.
Sobre las otras ciudades, desde la Biblioteca del Congreso Nacional recordaron que “el día 12 de febrero, en forma solemne, se proclamó la independencia de Chile en todos nuestros pueblos y ciudades”.
“En Santiago, en la Plaza de Armas, en un tablado frente a la Catedral, don Miguel Zañartu leyó el Acta y tomó juramento al director delegado don Luis de la Cruz, con asistencia del general don José de San Martín y todas las autoridades civiles y en presencia de monseñor José Ignacio Cienfuegos”, señalaron.
“En la ciudad de Talca, y presidida por el director supremo, se efectuó solemne ceremonia junto a las tropas del ejército que lo acompañaban”, explicaron.
El documento original, fechado 1 de enero, fue destruido durante el bombardeo del Palacio de La Moneda por parte de la Fuerza Aérea el 11 de septiembre de 1973. Por ello, el Archivo Nacional Histórico mantiene una de las pocas copias del manuscrito.
¿Entonces por qué celebramos en septiembre?
Debido a todo lo anterior, es lógico preguntarse por qué celebramos solo en septiembre -evento que es esperado por muchos- y no en diferentes épocas del año.
Pues bien, tenemos que considerar que hay tres fechas importantes en este proceso: el 18 de septiembre, el 12 de febrero y el 5 de abril.
Por años, todas fueron motivo de actos cívicos que, con el tiempo, desaparecieron.
“En ellas se hacían diferentes actos públicos de conmemoración, donde las autoridades creaban momentos de unidad y de exaltación de lo propio. Todas estas instancias festivas proporcionaban el ambiente idóneo para inculcar en el pueblo chileno una identidad común de pertenencia a la patria”, señalaron desde Memoria Chilena.
Así, la última desapareció debido a su cercanía con Semana Santa y la segunda tendía a coincidir con el inicio de la Cuaresma, donde el típico ayuno no concordaba con el ambiente festivo.
Sumado a ello, la celebración se realizaba en plena época de cosechas, por lo cual los trabajadores abandonaban los campos en el tiempo donde más se requería mano de obra.
Fue así como el 8 de febrero de 1837, bajo el gobierno de José Joaquín Prieto (1831 – 1841), se dictó un decreto con el cual se eliminaron las celebraciones del 12 de febrero, aglutinando todos los festejos el 18 de septiembre.
De acuerdo a la historiadora Paulina Peralta hubo una serie de razones para concentrar todas las celebraciones en una sola fecha.
Las más importantes fueron económicas, ya que se temía que muchos feriados afectaran la productividad y la billetera pública.
Por otro lado, afirmó que las autoridades de la época habían advertido la dificultad de “consolidar el sentimiento de nacionalidad puesto que existían diferentes celebraciones con fines muy similares”.
Aquello fue resuelto removiendo la “multiplicidad festiva”, apoyándose del hecho que desde 1830 las fiestas del 18 de septiembre se veían aumentadas por las glorias del Ejército, conmemoradas hasta hoy en día el 19 del mismo mes.
“Fue así como por diferentes motivos el 18 de septiembre se estableció como la festividad nacional por excelencia. De esta manera, después de casi veinte años de vida independiente y diversos ensayos de celebración, la República de Chile contó con un solo gran día de fiesta nacional, el que se ha mantenido hasta la actualidad”, concluyó Memoria Chilena, parte de la Biblioteca Nacional.