Conocer el comportamiento es fundamental para saber gestionar y entender las facetas y contextos entre fuego amigo y fuego enemigo.

El cambio climático y los enormes incendios forestales que se han presentado en la última década, no sólo en Chile sino en el mundo, colocan a la presencia del fuego como una realidad ineludible a considerar dentro de la política pública en países con presencia frecuente de incendios, y por los graves efectos que se producen frente la propagación descontrolada del fuego.

En efecto, en la actualidad muchos incendios forestales de comportamiento extremo exceden la capacidad de extinción incluso en las primeras etapas de su desarrollo. Sumado a ello, la presencia de la intencionalidad y el uso irresponsable o negligente del fuego, destacan como causas especialmente críticas en la composición de la ocurrencia y los daños.

Sólo basta recordar las enormes pérdidas en vidas humanas y materiales como consecuencia de la última emergencia ocurrida en Viña del Mar y Quilpué en 2024.

Mirado desde este enfoque, el fuego como agente destructivo impone replantear nuevamente variados protocolos asociados a la gestión de emergencias y en los procesos sancionatorios, ante –todavía– la ausencia de una ley de prevención contra incendios forestales.

Fuego amigo y fuego enemigo

Ahora bien, planteando el tema desde un sentido amplio, el fuego en cuanto a su inicio y posterior desarrollo describe el efecto que se produce frente a tres componentes básicos: el calor, el oxígeno y la vegetación combustible.

Cuando éstos interactúan simultáneamente en condiciones de encendido, su propagación estará condicionada por otros tres aspectos: la topografía, la meteorología y el potencial de expansión producto de la energía proveniente del material que se está quemando, en este caso la vegetación y todo otro tipo de material combustible, entre ellos viviendas y estructuras potencialmente inflamables.

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En este desarrollo, el fuego también ha estado presente desde siglos acompañando al sostenimiento de numerosas comunidades rurales. Desde la habilitación de terrenos, la rotación de cultivos, hasta el apoyo en corta combustibles y saneamiento de suelos, entre otras actividades. Este contexto de uso del fuego, abre entonces la reflexión en cuanto a entender la presencia del fuego tanto desde lo negativo y destructivo (“fuego enemigo”) como también desde lo positivo (“fuego amigo”).

Por ello, conocer el comportamiento es fundamental para saber gestionar y entender las facetas y contextos entre fuego amigo y fuego enemigo.

Gestión del fuego

En la prevención del peligro, sin dudas que el foco educativo debe hacerse cargo de ambas condiciones, trabajando arduamente en expandir los programas preventivos en las comunidades locales, para entender y aplicar los beneficios del uso responsable del fuego.

En la extensión del conocimiento resulta fundamental la participación de prevencionistas, técnicos y profesionales entrenados en aspectos de gestión de riesgo de desastres, junto al apoyo de municipios. Esta acción colectiva permitiría abordar la gestión del fuego de manera integrada, con preparación frente a eventos de comportamiento extremo, pero a la vez entender los mejores tratamientos para no dejar atrás al fuego amigo.

En cuanto a lo negativo y destructivo (fuego enemigo) existe todavía un importante camino por recorrer, cuyo trazado implica trabajar aún más en combatir el alza en la intencionalidad y en el uso negligente del fuego.

Ha habido un importante avance en los proyectos sobre comunidades preparadas y la participación de actores locales, muchos de ellos apoyados por los municipios.

En cuanto a controlar adecuadamente la aplicación de fuego mediante quemas prescritas (silvicultura preventiva del peligro de incendios), existe aún una parte de la causalidad derivada del descuido en su aplicación, con lo cual el Decreto 276 de 1980 sobre roce a fuego debiera estar adecuadamente articulado con la nueva ley de prevención contra incendios forestales.

Estos son desafíos, considerando siempre la reflexión sobre la apertura en la posibilidad que el fuego pueda ser abordado como un amigo o un enemigo. En este sentido, cabe entonces pensar que la comunidad “contra” el fuego podría reemplazarse por “frente” al fuego, para abrir esa posibilidad.

Miguel Castillo S.
Laboratorio de Ingeniería en Incendios Forestales
Universidad de Chile

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