El presidente Javier Milei, en su discurso de apertura del Congreso argentino, invitó a toda la clase política a firmar un acuerdo de 10 puntos, el que se bautizó como “Pacto de Mayo”. Este pacto configura un cambio de estrategia, pues pasa de una lógica de confrontación a una de diálogo, de consenso, en un país poco dado a este y más acostumbrado al caudillismo, al personalismo y la imposición.

Lo insólito ha sido el revuelo que ha causado esta invitación hecha por Milei a los gobernadores provinciales argentinos. Ya que si leemos detenidamente los 10 puntos, no son sino los principios que cualquier democracia del primer mundo tiene en los cimientos de su desarrollo: respeto a la propiedad privada, fomento a la inversión y al trabajo, apertura al comercio internacional, equilibrio fiscal, lo que también conocemos como instituciones.

El premio nobel de economía Douglass North, al igual que los afamados Acemoglu y Robinson, señalaba que el factor diferencial entre aquellas sociedades que alcanzan el desarrollo y lo mantienen es la solidez de sus instituciones. Las instituciones no son otra cosa que las reglas del juego que ordenan la interacción de los individuos en sociedad y que por lo tanto configuran el comportamiento humano.

Los consensos mínimos no existen en Chile

Justamente son las instituciones de nuestro país las que se han visto degradadas y vulneradas en el último tiempo. Perdimos como sociedad los consensos fundamentales. Y con consensos no me refiero al pequeño acuerdo para aprobar tal o cual ley o artículo, ni tampoco a la lógica de transacción política propia de los años 90. Me refiero justamente a lo que planteó Milei en su discurso: a instituciones mínimas, a principios básicos de ordenación social que sirvan de base para el progreso social.

En nuestro país, al igual que en la nación vecina, esos consensos mínimos no existen. Nos encontramos en un Chile en que la refriega contingente no tiene sumidos en una nebulosa que dificulta ver el precipicio al que nos acercamos.

Y lo clave y transversal a todos los problemas que enfrentamos es la debilidad institucional en que vivimos.

No se respeta la propiedad privada, con una reforma previsional que quiere expropiar los fondos de los trabajadores.

No se respetan las fronteras, con una política migratoria laxa y permisiva.

No se respeta la libertad, con malas reformas en educación que van socavando poco a poco la libertad de elegir. Y así podríamos seguir.

Es difícil pensar que será este gobierno el que busque consensuar los cimientos de un nuevo contrato social que permita mirar el futuro con optimismo. El nuevo orden social que le ofrecieron a Chile fue brutalmente derrotado el 4 de septiembre de 2022.

Esperemos que en nuestro país puedan surgir nuevos liderazgos, valientes, capaces de proponer cambios y consensos mínimos. Tomemos nota y sigamos el ejemplo de Argentina, y actuemos antes de que sea demasiado tarde.

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