Me parece que hoy el trecho que nos queda por andar hasta alcanzar este anhelado sueño del desarrollo económico, es más largo que antes.

Señor director:

Desarrollo económico, un concepto que se nos ha hecho esquivo a los chilenos. Hace algunos años atrás, soñábamos con alcanzar el desarrollo, sobre todo amparados en las buenas cifras que habíamos logrado en términos de PIB per cápita.

De hecho, en el periodo 2000-2010, este creció a una tasa promedio de 5,4%, pasando desde US$11.125 hasta los US$18.870.

Dada esa dinámica histórica, todo hacía presagiar que alcanzaríamos, en un relativamente breve plazo, el desarrollo económico, meta tan anhelada para países como el nuestro.

Sin embargo, el desarrollo es en realidad un concepto mucho más complejo y profundo que alcanzar un cierto guarismo en términos de PIB per cápita –eso sería como esperar que una persona alcance la madurez simplemente por cumplir los 18 años de edad–.

Puesto de otra manera, una economía podría lograr un nivel dado de PIB per cápita, pero eso no significa que logre efectivamente un estado de desarrollo. Por cierto, el desarrollo económico sí requiere que el país alcance un cierto PIB per cápita, pero eso es solo una condición necesaria, mas no suficiente. El desarrollo implica algo más que contar con más recursos.

Podemos pensar en al menos cuatro condiciones para alcanzar el desarrollo económico, las que no son secuenciales, sino más bien, coadyuvantes.

Primero, se requiere de un Estado moderno, ágil, eficiente en el uso de los recursos, con una fuerza de trabajo altamente calificada, una que trascienda más allá de los gobiernos de turno. Esto permitiría diseñar e implementar políticas públicas robustas, sólidas, basadas en evidencia científica, que logren objetivos claros y concretos de manera eficiente.

Segundo, se requiere de una sociedad madura, consciente del aporte que cada uno debe hacer para el funcionamiento del país. Eso implica responsabilidad social y cumplir con las obligaciones que a cada uno se le demanda. En otras palabras, estar consciente de cuáles son los derechos y deberes de cada uno –creo que esto es particularmente complejo de lograr–.

Tercero, se requiere incrementar la productividad, no solo la laboral –mediante inversión en capital humano, y desde temprana edad– sino que también la del capital, lo que exige contar con una política tributaria simple, eficiente, previsible, que sea equitativa tanto horizontal como verticalmente.

Cuarto, tener instituciones sólidas; Robinson y Acemoglu (2012) en su famoso libro “Por qué fracasan los países”, señalan que se requiere fomentar instituciones económicas inclusivas, que generen prosperidad, que creen los incentivos y las oportunidades para la mayor cantidad posible de personas. Esto implica, por ejemplo, combatir decididamente los monopolios y promover con decisión la libre competencia.

Dicho todo lo anterior, me parece que hoy el trecho que nos queda por andar hasta alcanzar este anhelado sueño del desarrollo económico, es más largo que antes.

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