En pocos días se estrenará “Mi País Imaginario”, el último documental del destacado cineasta chileno Patricio Guzmán. El filme, que ya fue aclamado en el Festival Internacional de Cine de Cannes, reflexiona -desde sus imágenes- sobre el alma de Chile, mientras observa y refleja aquello que estaba en la base del estallido social, o más bien, aquello que latía bajo el proceso ciudadano que impulsó una nueva constitución para nuestro país.

Porque ese es el enorme poder del Cine.

Ser un gran espejo, capaz de reflejar/comunicar lo que quizás es invisible -pero más profundo- a los ojos cotidianos: el devenir complejo de las sociedades, el transcurso vital del ser humano, las luces y sombras de lo que nombramos como “la realidad”.

Y en eso, tenemos mucho que agradecerle al Cine Chileno, porque desde la pantalla nos interroga como país; nos devuelve toda la belleza y también la oscuridad de lo que hacemos o dejamos de hacer; nos recuerda la historia y nos hace soñar con el futuro; nos re-presenta como comunidad viva y en movimiento.

Veamos sólo un par de ejemplos.

El propio Patricio Guzmán legó una obra cinematográfica que será revisada una y otra vez en su trilogía documental “La Batalla de Chile”, aportando una mirada (explícitamente subjetiva) sobre el intenso proceso de la Unidad Popular y el golpe militar de 1973. La historia vive en esas imágenes, las chilenas y chilenos de aquellos años existen, respiran, sueñan y sufren en las imágenes en movimiento que Guzmán y su equipo preservan para siempre en cada filme.

Por su parte, el largometraje “Una Mujer Fantástica”, de Sebastián Lelio, es un espejo de toda la belleza y el dolor de Marina, una mujer trans agredida -como miles- por la intolerancia de nuestra sociedad. Esta película, ganadora de un Premio Oscar, nos obligó a mirarnos con mayor franqueza, impulsando incluso cambios legislativos imperiosos en favor de la no discriminación de género.

En “El Agente Topo” de Maite Alberdi, se asoman en pantalla personajes entrañables, seres humanos tan vivos, tan reales, tan preciosos en todas sus riquezas y carencias. Hay tanto Chile, tanta humanidad, existiendo en la belleza documental única de Alberdi, que también está presente en otros de sus filmes como “La Once” o “Los Niños”.

Por su parte, el largometraje Subterra que dirigí hace casi 20 años, no sólo rindió un homenaje a los mineros de Lota y sus familias y a la pluma literaria de Baldomero Lillo, sino que nos permitió conocer los primeros movimientos obreros en Chile (las Mancomunales) y su larga historia de lucha social.

Este Gran Espejo nos seguirá regalando imágenes de lo que somos o intentamos ser. Y estoy seguro que será muy poderoso en las manos de las futuras y futuros cineastas nacionales, de esos jóvenes que hoy se están formando en nuestras escuelas como l@s creadores del Cine Chileno del mañana.

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