El movimiento regenerativo que emerge a nivel global, propone un modelo de desarrollo que se aleja de la idea de la neutralidad (basada en no agregar más daño a los ecosistemas), sino que plantea la necesidad de crear las condiciones para la regeneración de aquello que ya ha sido degradado.

Esta transformación exige un cambio profundo en nuestra forma de ver y habitar el mundo.

Tal como lo señaló la activista medioambiental y filósofa, Joanna Macy, en su libro “Esperanza activa”, podemos visualizar tres narrativas que pueden catalizar o no las transformaciones requeridas.

Una primera narrativa se orienta al “business as usual”, que implica mantener el status quo y respetar las reglas del juego actuales. Una segunda narrativa, está relacionada con la abrumadora aceptación de un colapso inminente o “desmoronamiento”. Y una tercera narrativa denominada el “gran giro”, que plantea un cambio fundamental en nuestra cosmovisión y valores para reconectarnos con la naturaleza y crear las mejores condiciones para la regeneración de nuestros ecosistemas.

¿Pero que implica llevar a cabo ese cambio de paradigma?

Los desafíos de la emergencia climática y la crisis sistémica global condicionan los plazos de ese gran giro requerido. En palabras del científico sueco, Johan Rockstrom, quien acuñó la noción de “límites planetarios”, restan siete años para transformar el futuro de la humanidad o el planeta se desestabilizará de forma definitiva.

La urgencia de las transformaciones no se asemeja a ningún otro momento histórico a nivel global, por lo que se hace fundamental distinguir y desarrollar a nivel individual y colectivo las competencias, destrezas y habilidades necesarias para impulsar realmente la regeneración. Éstas pueden ser la llave para el futuro que nos permitan construir un modelo de desarrollo que genere prosperidad, respete los limites ecológicos del planeta y regenere nuestros sistemas sociales y ecológicos.

Pablo Cea Luarte, coordinador General Chile Regenerativo.

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