En la última década se ha observado un aumento consistente en la prevalencia de malnutrición por exceso en todos los grupos etarios, así lo demuestra la última Encuesta Nacional de Salud (ENS) realizada en el periodo 2016-2017, en la que se informa un 74,2% de la población afectada. En tanto, el mapa nutricional JUNEB 2020, destaca el aumento de la desnutrición a un 2,6%, y de un 54% en el sobrepeso y obesidad de la población infantil.
En relación con la alimentación, solo el 15% de la población consume al menos 5 porciones de frutas y verduras durante el día, un 24,4% declara consumir al menos 2 veces a la semana algún tipo de legumbres, y el 9,2% consume al menos 2 veces a la semana pescados o mariscos. En conclusión, la mayoría de la población no cumple con las recomendaciones de una dieta saludable.
¿A qué se deben estos cambios? La respuesta es multifactorial, ya que involucra los hábitos alimentarios que están condicionados por las costumbres familiares, por la disponibilidad y acceso en la compra o la elección, y la preparación de alimentos. Otro factor relevante es el incremento del sedentarismo en Chile que llega al 86,7%, lo que se traduce en que las familias chilenas no realizan actividad física.
La pandemia modificó nuestro estilo de vida, agudizando los malos hábitos alimentarios y, en consecuencia, aumentando la prevalencia de malnutrición por exceso, la aparición de factores de riesgo y las enfermedades crónicas no transmisibles. Sumado a lo anterior, el impacto económico en las familias chilenas que ha desencadenado la falta de disponibilidad y el acceso a alimentos saludables y nutritivos, exacerban aún más las condiciones de salud de la población.
Como Nutricionistas, nos hemos especializado en el rol de educar e intervenir en la alimentación de la población promoviendo estilos de vida saludables y colaborando en el tratamiento dietoterapéutico a personas con patologías. Sin embargo, debemos implementar estrategias de intervención que aborden los problemas de nutrición, cambio climático, medio ambiente, factores económicos y socioculturales.
Del mismo modo continuar educando a la población en las recomendaciones de las guías alimentarias y considerar en las intervenciones educativas temáticas como la alimentación sostenible, crear conciencia en reducir el desperdicio de los alimentos y ser enfáticos en disminuir la ingesta de alimentos ultra procesados, altos en azúcares y grasas.
Se hace imperioso duplicar los esfuerzos para combatir las demandas sanitarias, incorporando a todos los actores involucrados en avanzar e implementar políticas públicas que ayuden a mejorar la calidad vida de las personas y superar las malas condiciones actuales de salud.
Es necesario que los Nutricionistas seamos invitados a participar en las discusiones para la elaboración de leyes o políticas asociadas a la alimentación y nutrición, y poder ejercer nuestra labor en todos los sectores de la sociedad.
Es fundamental que seamos reconocidos como especialistas en nutrición, ampliar nuestro ejercicio laboral en establecimientos educacionales y lograr que todas las personas puedan tener acceso a la atención nutricional no solo desde del tratamiento, sino que desde un enfoque preventivo y promocional.