La cooperación internacional con regiones y ciudades extranjeras -o cooperación descentralizada- fue el ámbito que mayor impulso tuvo por parte de los gobiernos locales de América Latina. A pesar de los desafíos y las tensiones, se demostraron fortalezas al momento de dinamizar vínculos internacionales para tener un mayor acceso a alternativas de cooperación sanitaria y capacitación.

La aún persistente pandemia mundial puso a la humanidad frente a una de las crisis más devastadoras, disruptivas y desigual de los últimos tiempos.

El desplome del comercio mundial que arrastraba años de desaceleración posteriores a la crisis de 2008; el cierre generalizado de fronteras; la interrupción de actividades productivas; la caída del empleo y el aumento del nivel de pobreza mundial, son algunas de las consecuencias inmediatas de esta catástrofe.

De forma inequívoca, la pandemia puso también en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud, de distribución y las profundas inequidades que atraviesan y dividen el globo.

Las contundentes diferencias entre hemisferios, países, y unidades regionales o provinciales dentro de los Estados fueron catalizadores de una desigual capacidad de respuesta a la emergencia sanitaria, que tuvo un mayor impacto en los territorios menos desarrollados.

América Latina, una de las regiones más afectadas, sufrió profundos retrocesos. Cifras de la Organización Internacional del Trabajo indican que en 2020 la caída del empleo fue el equivalente a 30 millones de puestos de trabajo.

Ese año, la caída en términos de crecimiento económico representó un 6.3% de acuerdo con la CEPAL, y el índice de pobreza alcanzó un 33%, la cifra más alta desde 2002 en la región. Todas ellas con mayor impacto en minorías indígenas, niños y mujeres.

En este escenario, los gobiernos subnacionales (ciudades, provincias y regiones) se encontraron en la primera línea de respuestas inmediatas a la pandemia.

La acción internacional de los gobiernos locales y provinciales adquirió, como consecuencia, un nuevo tinte. Entre otras, se potenció el diálogo en espacios de intercambio subnacional -como ONU Habitat y Mercociudades- que permitieron el intercambio de experiencias entre actores locales.

La cercanía a las demandas de los territorios, y la capacidad de adaptar las medidas nacionales a los contextos locales pusieron en evidencia el protagonismo del nivel local en la implementación de decisiones en las crisis.

La cooperación internacional con regiones y ciudades extranjeras -o cooperación descentralizada- fue el ámbito que mayor impulso tuvo por parte de los gobiernos locales de América Latina.

La cooperación sanitaria se convirtió en la dimensión principal de la interacción entre territorios locales y regionales de distintos países.

En el abanico de actores internacionales, el principal socio en términos de cooperación descentralizada para los gobiernos locales latinoamericanos fueron sus contrapartes chinas.

Argentina y Chile fueron dos de los grandes receptores de donaciones de origen chino, tanto del gobierno central y regiones y municipios, empresas y comunidades chinas residentes.

Las donaciones de material sanitario de la provincia de Hubei a la región chilena del Bio Bío, y de la ciudad de Chongqing a la provincia de Córdoba, fueron resultado de la activación de vínculos formalmente establecidos con anterioridad que facilitaron la cooperación a nivel subnacional de manera eficiente.

La pandemia interpeló de manera directa a los gobiernos locales, demandando respuestas urgentes, impostergables y sin precedentes.

A pesar de los desafíos y las tensiones, se demostraron fortalezas al momento de dinamizar vínculos internacionales para tener un mayor acceso a alternativas de cooperación sanitaria y capacitación.

Una clara muestra del potencial de las estrategias de internacionalización de los gobiernos subnacionales, para fortalecer las capacidades de respuestas frente a crisis globales con enfoques adaptados al territorio.

Florencia Rubiolo, investigadora adjunta CONICET.

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