Convención proviene de la palabra “convenir”, es decir, “ser de un mismo parecer y dictamen”. El concepto es amañado y difícil, pues cualquier ciudadano reconoce que una de los cometidos más laboriosos en el ámbito social es precisamente lograr acuerdos. Si a esto agrega la necesidad de aunar criterios donde lo que se discutirá son centenares de temas de controversia, tendrá lo más cercano a una tormenta perfecta dentro de una sala de personas que lucharán por mantener a flote sus opiniones.
El filósofo e historiador francés Voltaire decía: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. La frase es convincente y llama a una reflexión profunda cada vez que nos enfrentemos a opiniones diferentes a las nuestras, y es esto precisamente lo que uno espera que los convencionales constituyentes defiendan a ultranza, pero al parecer todo tiene un límite.
Como “señal de comunicación” es perfectamente plausible no llegar a acuerdos en forma inmediata, aquello acusa que los involucrados se toman muy en serio el destino y significado de una votación. Recordemos el famoso “humo negro” que en ocasiones se emite varias veces cuando no hay acuerdo en los conclaves cardenalicios para elegir un nuevo Papa, pero cuando se ha repetido una votación tantas veces, entonces es importante dilucidar los riesgos de una extensión y lo que pensará la opinión pública.
Lo que durante estos días ha emergido en tiempo real desde el ex Congreso Nacional, es la contraposición de dos fenómenos excluyentes: ser parte de “un ejercicio democrático” o de un “movimiento de fragmentación”. La dicotomía está inaugurada, y una vez más izquierda y derecha luchan en mantener su opinión sobre una tabla de flotación que soporta un solo cuerpo.
Hoy ya tenemos nueva mesa directiva en la Convención Constitucional, pero no por esto, garantías suficientes y satisfactorias respecto a otros escenarios de votación, los que podrían significar entrar en nuevos periplos dilatorios.
El psiquiatra canadiense Eric Berne, creador de la teoría del análisis transaccional decía: “una persona actúa y siente, no de acuerdo con lo que las cosas realmente son, sino de acuerdo con su imagen mental de la realidad”. Es consabido que en un lugar como la Convención cohabitan las sensibilidades más diversas y las miradas más disímiles, pero es condición necesaria que cada uno de estos representantes sean capaces de lograr los pactos necesarios para continuar la navegación para la cual la ciudadanía les eligió.