Lo que aquí cabe preguntarse es desde qué lugar el presidente Boric se comporta: como un Presidente que vela por los temas de Chile como si fueran materia de Estado o como simplemente un universitario ideologizado que busca los votos de la Feuch. Porque vaya que hay diferencia.

Hay un dicho popular que dice “nada se saca con llorar sobre la leche derramada”. Y si esto lo llevamos a un próximo gobierno en Chile, lo podríamos traducir en distintas materias por lo mal que se ha hecho: seguridad, salud, educación, migración, economía, entre tantas otras, serán prioridades.

Sin bien es cierto, hay conciencia de lo paupérrima que han sido las Relaciones Exteriores, no hay una dimensión real del daño que se les ha hecho y cómo habrá que entrar a recomponer.

En España, su embajador Javier Velasco, invitaba a españoles a proveer armas a Chile por crisis con Israel. Sebastián Depolo, en Brasil, estuvo casi un año esperando el beneplácito para asumir por las críticas del Frente Amplio a Bolsonaro. Bárbara Figueroa en Argentina, fue criticada por la mal lograda factura de un video del poeta Gonzalo Rojas y, que incluso, contenía faltas de ortografía. La estrambótica exembajadora en Reino Unido, Susana Herrera, cuestionada debido a su presentación de un proyecto de recaudación de cinco millones de dólares a la Gobernación del Biobío sin cumplir los procedimientos. Todos con un común denominador: cero experiencia en materia de relaciones exteriores.

En ese sentido, nada hizo presagiar que la designación de embajadores se transformaría en un dolor de cabeza para el gobierno del presidente Boric.

Uno puede entender que, una administración, puede comerte errores en diferentes ámbitos e incluso en Relaciones Exteriores, lo que sí no está en discusión es que los problemas sean producto de la ideología y los gustos personales.

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Que el presidente Boric haya buscado “torear” como se dice en castellano castizo, una y otra vez al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nos ha salido caro. Resulta que, Estados Unidos para Chile, es el segundo socio comercial más importante en la comercialización de productos industriales y mineros, lo cual significa cuantiosos ingresos para nuestra nación.

La relación diplomática entre Estados Unidos y Chile es de larga data, consolidándose con el Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado en 2003 y vigente desde el 1 de enero de 2004, marcando un procedente en la modernización de sus vínculos, con hitos como la entrada de Chile a la OCDE y el programa de exención de visas.

Aquí me quiero detener, aunque cuesta precisar cuántos son los chilenos que utilizan la Wisa Waiver, se proyecta que son miles los compatriotitas que la usan. Durante todo el gobierno del presidente Boric, este beneficio ha estado tambaleando con constantes amenazas de ponerle fin por parte de Estados Unidos. A pesar de que Chile, es el único país miembro del programa Visa Waiver de Estados Unidos en Latinoamérica, los dichos de Boric no han sido indiferentes.

Las críticas de Boric a Trump –incluso antes de ser Presidente- son innumerables. Las últimas tuvieron relación con políticas medioambientales, pero más allá de eso, lo que aquí cabe preguntarse es desde qué lugar el presidente Boric se comporta: como un Presidente que vela por los temas de Chile como si fueran materia de Estado o como simplemente un universitario ideologizado que busca los votos de la Feuch. Porque vaya que hay diferencia.

Por lo mismo, todos vamos a tener que colaborar en recomponer las relaciones y la credibilidad de Chile ante el mundo, no solo con Estados Unidos, sino que con todos los países. Chile siempre había trabajado su política exterior como materia de Estado, cosa que, en los últimos cuatro años, no ha ocurrido.