La inteligencia militar, cuando llega tarde, no es inteligencia. La primera pregunta que nos sacude es: ¿sabían los altos mandos de esta infiltración del narco en sus instituciones? Y la segunda es: ¿funcionó la inteligencia militar y la inteligencia policial en la detección de los graves hechos que hemos conocido? Es decir: ¿sabían o no sabían?

Lamentablemente, la respuesta a ambas preguntas iniciales —como en cualquier pregunta compleja— muestran como resultado la precariedad y la obsolescencia de nuestro sistema de inteligencia policial y militar.

Porque si no sabían, estamos a merced de la inteligencia de acciones y reclutamiento ya no solo por parte del narcotráfico, sino de potenciales adversarios y enemigos en la geopolítica regional y mundial. Aquí no se está cumpliendo el objetivo central de toda inteligencia, que es anticiparse al narco y al enemigo.

Y si sabían, pero no actuaron, entonces la derrota es total: el crimen organizado se ha instalado en nuestras Fuerzas Armadas más allá de lo que podemos imaginar.

Por tanto, este hecho ya no es un problema de seguridad pública o tráfico de drogas, sino un problema de seguridad nacional. Y es, por lejos, el más grave problema de las FF.AA. en su relación con la sociedad chilena.

Una amenaza que exige unidad nacional

Hay un antes y un después histórico, luego de conocer solo un trozo de esta dura y dolorosa realidad en nuestras FF.AA. En lo inmediato, el presidente Boric no debería dudar ni un segundo en citar al Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), pues —seamos francos— el Pacogate y el Milicogate fueron hechos graves, sí, pero se trataron de corrupción institucional, con un profundo daño moral y económico para las arcas fiscales.

Lo que enfrentamos hoy, en cambio, es algo mucho más grave: estamos ante los hechos más peligrosos desde el golpe de Estado de 1973, en lo que respecta a nuestras FF.AA. como instituciones encargadas de la seguridad nacional.

El examen de los protocolos de seguridad interna, así como las medidas que sean necesarias dentro de ellas, será un camino difícil, complejo pero inevitable, que requiere extrema urgencia dentro de las prioridades del Estado de Chile —no del gobierno de turno—.

No hay metáfora más clara que la del virus. Como cualquier enfermedad, el narco puede infectar todo el cuerpo social y nuestra institucionalidad. Hoy son las FF.AA., mañana podrían ser el Parlamento o los jueces. Por eso, cuando se propone levantar el secreto bancario —hecho que permitiría hacer la trazabilidad de los dineros blanqueados— se requerirá la más amplia unidad política y social para enfrentarlo, sin importar cuál o qué autoridad o general esté involucrado entre los responsables.

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Para derrotar al narco y ganar la batalla de la seguridad pública y la seguridad nacional, hay que tomar decisiones que reflejen indubitablemente que se está en el bando correcto en esta lucha. Y este es el momento para ello.

La peor forma de perder una guerra es subestimando al enemigo. Por eso, debemos hacer de Chile la capital internacional de una nueva inteligencia policial, donde se formen los especialistas de inteligencia, creando el Centro de Inteligencia Policial Internacional con la participación de las policías de todo el mundo.

El narco y el crimen organizado son fenómenos que vienen desde fuera de Chile, por ello no basta la inteligencia local. Se debe incorporar la participación de las policías del mundo sin distinción, como Scotland Yard, FBI y las policías de China, Francia, Rusia, Japón y todas las que sean necesarias, a través de sus mejores hombres y mujeres —en servicio activo o jubilados—. Todo lo que haya que hacer para detener la propagación del virus y eliminar el crimen organizado transnacional, que cuenta con alto nivel logístico y sofisticación, y es capaz de infiltrar todo el aparato de los Estados nacionales.

¿Qué nos enseña la experiencia internacional?

El caso mexicano es digno de analizar, pues es la campana de alerta que debemos atender. La deserción militar en el país azteca es ya un problema histórico: entre 2018 y 2023, más de 30 mil soldados abandonaron sus filas. Pero su vinculación con el crimen organizado se ha agudizado en los últimos años, pues, según datos oficiales del Colegio de la Frontera Norte (COLEF), al menos uno de cada diez desertores habría sido reclutado por diversos cárteles. Incluso se estima que esta cifra ya es bastante conservadora.

Uno de los factores clave que señalan los estudios para ese nivel de reclutamiento es el tema salarial de la tropa y también de la oficialidad. En México, la droga paga. Por solo una acción táctica, el soldado recibiría el equivalente a cinco meses de paga: 50 mil pesos mexicanos por acción, igual a 2,5 millones de pesos chilenos.

El segundo factor es la corrupción institucionalizada. Esto es, la infiltración de cárteles en los mandos medios y altos, como el conocido caso del general José Rodríguez Pérez, detenido en 2022 por nexos con el cártel Guerreros Unidos y vinculado a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Incluso, el cartel que más recluta desertores es el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), con un 40%. Esta asociación criminal se destaca por su alto poder de fuego, organización y brutalidad, y pone especial foco en reclutar expertos en explosivos, comunicaciones e inteligencia militar.

En Chile, hemos desarrollado de manera extensa la propuesta de reintegrar a exmilitares de todas las ramas de las FF.AA., con hoja de vida intachable y 25 a 35 años de servicio activo, para formarlos en un año y medio como nuevos carabineros, manteniéndoles el grado militar y haciendo conjuntamente su destinación, para evitar el desarraigo en relación a su radicación personal y familiar.

Su experiencia es esencial para dotar a Carabineros de Chile de personal con formación militar y experiencia en armas pesadas, y uso de las mismas ante el aumento de la capacidad de fuego del crimen organizado, contribuyendo así a fortalecer las funciones de seguridad y vigilancia. Porque cuando el Estado abandona a quienes estarían dispuestos a dar la vida por la patria, el narco los seduce con el dinero fácil.

Narcomilitares: ¿será demasiado tarde?

La respuesta tiene que ser: guerra total al crimen organizado, levantamiento del secreto bancario y actualización en el plano de la cooperación internacional, en una nueva inteligencia policial y militar acorde a este nuevo enemigo —más brutal, más sanguinario— que nos amenaza.

Como bien diría el filósofo alemán Martin Heidegger: “Pero donde hay peligro, crece también lo que salva.”

Allí, en esta amenaza letal al Estado chileno y a nuestra sociedad toda, se debe liderar una ofensiva que proteja la unidad del país. Una guerra por nuestra soberanía y ciudadanía.

Una guerra defensiva ante un nuevo enemigo venido desde fuera, agresivo y brutal, con una nueva inteligencia policial y militar que nos proteja a todos y todas.