Avanzar hacia un sistema de cuidados universal, inclusivo y de calidad no sólo mejora el bienestar infantil, sino que abre la puerta a miles de mujeres que hoy aún ven cerradas sus oportunidades laborales.

En el último trimestre, la tasa de desempleo femenino alcanzó un 10,1%, el nivel más alto en cuatro años. Pese a ello, también se registraron avances: la ocupación subió un 0,5% y la tasa de participación laboral femenina llegó al 53%, superando incluso los niveles prepandemia (52,7% en 2019), según cifras para el trimestre marzo – mayo 2025 de la Encuesta Nacional de Empleo del INE. Persiste una brecha en comparación a los hombres de 18,7 puntos porcentuales, que se ha reducido desde el inicio del gobierno, ya que en el trimestre enero–marzo de 2022 era de 21,1 puntos porcentuales.

Diversos estudios internacionales y locales coinciden en que el acceso a servicios de cuidado formal con componente educativo no sólo impulsa la inserción laboral de las mujeres, sino que también es una apuesta por reducir desigualdades sociales desde la primera infancia, emparejando la cancha para niñas y niños.

En Chile, las madres trabajadoras tienen una barrera de acceso a la sala cuna. Actualmente, de acuerdo con el artículo 203 del Código del Trabajo, sólo pueden acceder al beneficio de sala cuna aquellas que están contratadas en empresas con más de 20 mujeres. Esta normativa, vigente hace más de un siglo, representa hoy un obstáculo porque encarece la contratación femenina y, muchas veces, empuja a las madres hacia trabajos precarios o decisiones que afectan su desarrollo profesional.

En este contexto, el proyecto Sala Cuna para Chile busca garantizar este derecho a todas y todos los trabajadores con hijos hasta dos años, desanclando el costo de las mujeres. Además, propone la creación de un Fondo Solidario que promueve la corresponsabilidad parental y social, avanzando hacia una sociedad que valora y distribuye de forma equitativa los cuidados.

Esta no es sólo una medida social, es una inversión con impacto real. Según estimaciones del PNUD, por cada 1% de crecimiento de la inserción laboral femenina, el PIB de Chile puede aumentar hasta un 0,4%. A esto se suman otros beneficios como la oportunidad de inserción de las mujeres a empleos formales, la disminución de la penalización por maternidad y el fortalecimiento de economías familiares, con efectos que van más allá de los indicadores macroeconómicos.

El debate que se da actualmente en el Congreso debe abordarse con la urgencia y mirada integral que el país necesita. Avanzar hacia un sistema de cuidados universal, inclusivo y de calidad no sólo mejora el bienestar infantil, sino que abre la puerta a miles de mujeres que hoy aún ven cerradas sus oportunidades laborales.