Jara va a pasar a segunda vuelta y puede ganar. No es una frase bonita. Es un escenario real.
Jeannette Jara no solo ganó una primaria. Dio una señal. Una de esas señales que marcan el rumbo de un ciclo político. Ganó con contundencia, en una elección amplia, sin maquinaria pesada ni discursos efectistas. Ganó porque la gente la eligió a ella. Porque la sintió suya. Porque conectó.
Algunos, quizás muchos, no lo vimos venir. Creímos que la pertenencia al Partido Comunista la dejaría con techo bajo. Leímos el escenario con las categorías del pasado. Pensamos en la vieja frontera ideológica, esa que dividía a Chile en buenos y malos, izquierda y derecha, comunismo y anticomunismo. Pero la ciudadanía ya no vive en ese mundo. Vota distinto. Decide distinto. No por planillas, ni por etiquetas. Vota por la persona. Por lo que le transmite. Por lo que representa.
Y en esta pasada, Jara fue más que su partido. Fue más que un perfil político. Fue una personalidad. Cercana, sencilla, empática. Con una humildad que no se grita, pero se nota. No por origen social, sino por actitud frente al poder. Por cómo habla, por cómo escucha, por cómo se mueve. Esa humildad, tan escasa en la política, es su mayor fortaleza.
La política no se gana con razones, se gana con emociones
No ganó el PC sobre el socialismo democrático. Tampoco fue un castigo al Frente Amplio. Fue algo más elemental: la gente prefirió a Jeannette Jara. La sintió más cercana. Más real. Más confiable. Mientras otros calibraban discursos, ella ofrecía empatía. Mientras algunos apelaban a la historia, ella hablaba al presente. Y eso marcó la diferencia.
El liderazgo no es un cargo. Es una energía que se percibe. Y Jara la tiene. Frente a figuras como Kast, que parece un jefe de élite con distancia social crónica; Matthei, que genera respeto pero no afecto; o Kaiser, que no logra salir del rincón del fanatismo, Jara aparece como una mujer común, que entiende al país que madruga, que trabaja, que no soporta el abuso y que quiere vivir tranquilo.
Por eso, su triunfo no es solo electoral. Es simbólico.
No será fácil: la campaña será dura y la derecha lo sabe
La derecha ya prepara su artillería. Y no será liviana. Se viene una campaña anticomunista probablemente solo comparable con la de 1964, cuando se decía que los comunistas se llevarían a los niños a Rusia, y hasta trajeron a Juana Castro para hablar contra la revolución cubana. Van a decir que gobernará el partido, que Chile se convertirá en un experimento ideológico, que el crecimiento se acabará y que la democracia estará en riesgo. Será una campaña basada en el miedo. En caricaturas. En prejuicios.
Y ahí está uno de los grandes desafíos: evitar que esta elección se encierre en esa trinchera. Que no se transforme en un plebiscito sobre el PC, sino en una decisión sobre quién es la mejor persona para conducir el país.
Pero también hay desafíos internos. Porque no basta con ser buena candidata. Jara necesita una propuesta económica moderna, clara, con foco en crecimiento y empleo, que no solo tranquilice al mundo empresarial, sino que entusiasme a la ciudadanía. Chile quiere certezas, quiere avanzar, y para eso se necesita una hoja de ruta seria, responsable y ambiciosa a la vez.
También hay que abordar las debilidades históricas del Partido Comunista en materia de seguridad. Es un tema sensible para la ciudadanía, que no se resuelve con eslóganes ni cifras. Requiere una propuesta firme, que combine prevención social con control territorial, y que tenga credibilidad. Porque en este punto, la derecha intentará instalar que el PC es débil, ambiguo o directamente cómplice con la delincuencia.
La campaña también se juega dentro: generosidad o hegemonía del PC
Otro punto crucial será la conformación de la coalición. El PC ha tendido a ejercer su hegemonía de forma dura, a veces brutal. Esta vez no puede ser así. La campaña presidencial debe ir acompañada de una lista parlamentaria diversa, generosa, que represente a toda la alianza. Si el partido se cierra, si busca capturar más que compartir, la candidatura pierde aire.
Jara es la candidata de una coalición, no de un partido. Y el PC tiene la oportunidad histórica de actuar en consecuencia: ampliando, no estrechando; cediendo, no controlando; abriendo, no cerrando. El PC tendrá que tomar una definición estratégicamente. Será clave ver con quienes se rodea en la campaña Jara, y lo mismo la generosidad en la conformación de la lista parlamentaria.
Lo mismo ocurre con el discurso internacional. La ambigüedad del partido en temas de derechos humanos y democracia en otros países ha sido su flanco más débil. Jara ya dio una señal clara al decir que “los derechos humanos se respetan en todas partes del mundo”. Es una línea que no puede retroceder ni diluirse. Porque no se trata de alinearse con nadie, sino de tener un estándar ético propio, sólido, sin dobleces. Eso es lo que la ciudadanía espera de una presidencia.
El país necesita seguridad, crecimiento… y visión. Hoy la gente quiere vivir segura. Que le funcione el transporte, que no le roben en la calle, que el consultorio no esté colapsado. Pero también quiere ver un país que avanza. Que no solo apague incendios, sino que se prepare para lo que viene. Y ahí está el otro desafío: liderar una propuesta para los tres grandes cambios que vienen en el mundo —el cambio climático, la transformación tecnológica y la renovación democrática—. Cambios que ya están ocurriendo y que exigen decisiones ahora.
Jara puede ser esa lideresa. Puede hablarle a la izquierda, sí, pero también a ese Chile que no milita, que no odia ni idolatra, que solo quiere vivir mejor. Si logra armar un relato que combine seguridad con futuro, crecimiento con derechos, cercanía con conducción, puede construir una mayoría sólida.
Jeannette Jara va a pasar a segunda vuelta y puede ganar
No es una frase bonita. Es un escenario real. Cuando llegue el momento de comparar atributos, la elección dejará de ser entre ideologías, y será entre personas. ¿Quién genera más confianza? ¿Quién escucha mejor? ¿Quién parece más humana? ¿Quién es más creíble?
Jara puede ganar la presidencia. Y no porque tenga el partido más fuerte, ni la maquinaria más grande, ni los apoyos más poderosos. Puede ganar porque, en un país cansado de discursos vacíos y rostros predecibles, apareció alguien distinto. Una mujer que no necesita gritar para hacerse escuchar. Que no se impone, pero se impone. Que no se cree mejor, pero es percibida como mejor.
Si hace las cosas bien, toma decisiones con inteligencia, Jeannette Jara puede ganar. Y más vale que empecemos a tomarlo en serio.
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