El debate sobre la misión pública de la televisión nos interroga, entonces, sobre la distribución y asimetrías de poder. Sin duda, la discusión va mucho más allá de reacciones corporativas, gremiales o institucionales que se han visibilizado estos últimos días.
Antoine Faure
Director, Escuela de Periodismo, Universidad de Santiago de Chile
Carlos del Valle
Director, Doctorado en Comunicación, Universidad de La Frontera
El pluralismo externo de los medios de comunicación en Chile está muy bajo, ya nos refiramos a la concentración, centralización, líneas editoriales y fuentes. Lo mismo ocurre con la densidad informativa de las notas y la reiteración de los contenidos.
La crisis del pluralismo y la homogeneidad en los medios chilenos
En una sociedad hipermediatizada con un proceso de digitalización en pleno desarrollo, la intensificación y la aceleración informativa reduce el pluralismo. En el caso del pluralismo interno del sistema de medios, observamos homogeneidad en las formas, géneros y secciones informativas; en tanto las rutinas periodísticas son altamente burocráticas. Los mismos profesionales deploran este pluralismo reducido.
Todo lo anterior, en el marco de una creciente desaparición de los intermediarios -líderes de opinión a nivel grupal, periodistas, sindicatos, partidos políticos-, lo cual responde a una ofensiva de las relaciones públicas personalizadas, que privilegian la visibilidad mediática y las métricas. Esto también profundiza las ambiguas relaciones entre lo editorial y lo comercial, así como entre las noticias y el entretenimiento. Del mismo modo, aumenta la porosidad entre lo público y lo privado, lo cual se expresa en la incapacidad de distinguirlos.
La mercantilización de la información y sus desafíos para los medios públicos
Para responder los problemas hasta aquí diagnosticados, el mercado asoma como la (única) solución. La falta de regulación del sector de las comunicaciones implica la imposición de un modelo de negocios que depende de los ratings de audiencias. De hecho, los resultados de TVN y La Nación corroboran la falta de competitividad de los medios públicos en un modelo económico en el cual predominan los mercados de las audiencias y de la publicidad.
Por otro lado, si entendemos el modelo de negocios como una orientación estratégica de los recursos, precisamente la misión pública corresponde a esta dimensión estratégica.
En este sentido, el valor de la información pública debe responder a las demandas del público y no del mercado; asumiendo tanto su homogeneidad como su diversidad, esto es, su pluralismo. Lo anterior significa, por cierto, que no haya fines de lucro. De tal manera que el debate tiene que centrarse en la estructura de financiamiento, ya sea por endowment, impuesto digital o a través de un diseño más complejo. Lo fundamental es quitar el peso del autofinanciamiento en condiciones, además, poco competitivas.
Esto último permite diversificar el modelo de financiamiento, así como incidir en la gobernanza interna, las metas estratégicas y la supervisión de la misión pública. El objetivo fundamental es resolver la contradicción entre la orientación comercial de las noticias y el valor de la integridad informativa. Lo que contribuirá a fortalecer las otras dimensiones de un medio público: universalidad, independencia, excelencia, diversidad, rendición de cuentas e innovación. Un medio público se basa en cada una de estas dimensiones.
Hacia un sistema público de medios plural y diversificado
A esta única condición, se puede considerar un sistema público de medios que participen en un pluralismo territorial (fortaleciendo la descentralización y regionalización de los contenidos), la educación mediática y alfabetización digital, la comunicación pública de la ciencia, la experimentación y creación, entre muchas otras.
Respondiendo al problema del pluralismo interno, tienen que encarnar la pluralidad de la sociedad chilena desde su misma sala de redacción hasta su organigrama, pasando por el diseño institucional y sus mismos contenidos. En este sentido, el debate actual no puede olvidar que un medio público va transformando y reformándose en relación con una ecología.
La misión pública reside en articular, aliar y adaptarse a otros actores que participan de la producción de una “mentalidad de valores públicos”. Pasa necesariamente -para un medio-, por articular y facilitar la producción y transmisión de programas de otros actores, ya sea al financiar o comprarlos.
Resulta un facilitador y promotor de contenidos multimediáticos tal como las agencias internacionales de prensa: selecciona y distribuye otras fuentes; a la vez, es fuente para medios no masivos y tradicionales. Involucra muchos actores invisibilizados, practicantes, periodistas, camarógrafos, fotógrafos, editores, difusores o productores.
En el fondo, fortalecer un sistema público de medios podría ser el primer paso para un programa de política pública que incentive soportes institucionales y financieros trabajando en la integridad informativa.
Se podrían imaginar políticas públicas complementarias y de profundización que, por ejemplo, consideran el instrumento fiscal, en específico la devolución de impuestos para incentivar las suscripciones o aportes voluntarios de lectores, incentivos para la creación de medios, premios, protección de las y los trabajadores de las comunicaciones, etc. Quizás, más que una reforma de TVN, es esto mismo lo que genera tantas resistencias.
Un debate que va mucho más allá
El debate sobre la misión pública de la televisión, no sólo es una discusión sobre la distribución de la información, sino sobre la diversidad de la sociedad chilena, la autonomía social, el pluralismo cultural y la posibilidad misma de la participación de la ciudadanía en agendas noticiosas (de agendas y no de contenidos), reivindicando el rol social diferenciado del periodista profesional.
El debate sobre la misión pública de la televisión nos interroga, entonces, sobre la distribución y asimetrías de poder. Sin duda, la discusión va mucho más allá de reacciones corporativas, gremiales o institucionales que se han visibilizado estos últimos días.
Va mucho más allá del gobierno de turno o de las posibles amenazas de cooptación.
Remite, por una parte, a reforzar la integridad informativa; y, por otra parte, fortalecer el tejido social. Remite a cómo la sociedad chilena se concibe y se gobierna.