En una reciente alocución, destinada a resolver incomodidades de su gobierno con el Partido Comunista, el Presidente Boric se despachó con tres afirmaciones estupendas que no pueden dejar de comentarse.

La primera de ellas es que en Chile existe un anticomunismo “visceral”, que en este caso significa o “irracional” o “infundado”.

La segunda afirmación, fue que él no conocía el caso de otro partido político que fuera tan injustamente vilipendiado como el PC.

La tercera afirmación, y la más sorprendente y profunda, es que no tenía dudas sobre el compromiso democrático de ese partido.

Como sería irrespetuoso suponer que esas declaraciones son el fruto del cinismo en un mandatario, solo podemos atribuirlas a un problema de conocimientos, o sea, a un vacío cultural.

El partido comunista de Chile

En cuanto a lo visceral del anticomunismo en Chile, no puede haber una declaración más equivocada.

El Partido Comunista chileno es una institución centenaria que, a lo largo de toda su historia, ha estado activo en la promoción de cuanto movimiento subversivo de masas se ha intentado en el país.

No es cuestión de haber sido testigo de ellas, si no que basta con conocer las crónicas y las investigaciones de los organismos de inteligencia y seguridad del país, para constatar que la acción desestabilizadora de los gobiernos democráticos del país ha tenido siempre como actor principal a la agitación estudiada del PC.

El anticomunismo que ese conocimiento engendra es lo más racional que hay y no tiene nada de antojadizo o de “visceral”.

Un libro de historia de su patria

En cuanto a la afirmación de que no existe un partido político tan atacado como el PC, es una tesis únicamente admisible en una persona joven que solo ha vivido los últimos dos o tres decenios del acontecer nacional y jamás ha tenido en sus manos un libro de historia de su patria.

Si lo hubiera hecho, se habría enterado de las campañas antifascistas y antinacistas durante la Segunda Guerra Mundial, o la campaña de la “escoba”, con que Don Carlos Ibañez barrió al Partido Radical del gobierno.

Ese joven, además, nunca puede haber leído un solo ejemplar del diario “El Siglo”, puesto que ignora el tono agresivo e insultante que el PC ha utilizado por decenios en contra de los partidos democráticos de Chile.

Pero, sin duda, la declaración más asombrosa del Presidente Boric es aquella en que dice que le consta el compromiso democrático del Partido Comunista actual.

¿Es que es concebible que el Presidente de Chile jamás haya leído documentos tan básicos como el “Manifiesto del Partido Comunista”, o el “¿Qué hacer?” de Lenin o tantos otros en que se pone en blanco y negro los programas y procedimientos que deben seguir todos los PC’s al amparo del Komintern de la URSS, del que el partido chileno fue siempre sumiso y respetuoso discípulo?

¿Es que el Partido Comunista se ha desligado alguna vez de esas directrices, al punto de que tras más de treinta años de la desaparición de la URSS ejemplifica esa obediencia a las consignas apoyando a regímenes tan aberrantes como el de Cuba o el de Venezuela?

De las ambigüedades

Si a pesar de todos esos antecedentes, se sigue creyendo en la vocación democrática del Partido Comunista, entonces solo se puede concluir que el propio declarante carece de ella. O que no entiende que el concepto de democracia marxista – leninista no tiene en común con nuestro concepto democrático más que un alcance de nombres.

Una ya larga vida me permite asegurar que las enconadas disputas verbales a propósito de temas como la política y la religión, siempre se originan en el significado ambiguo de algunos términos.

Es el caso de la palabra “democracia” que, en su uso habitual, se refiere a un sistema de gobierno como el que ha enmarcado toda la vida independiente de Chile.

Sin embargo, para un marxista – leninista el término significa el sistema de partido único que han practicado todos los regímenes de esa definición.

A veces han llevado la ambigüedad al punto de llamarse oficialmente “democracias populares”, lo que agrega insulto a la mentira puesto que en realidad no han sido ni democracias ni mucho menos populares.

Una cuestión de cultura

Si el Presidente Boric se hubiera tomado el trabajo de estudiar la ideología y la praxis política del Partido Comunista chileno, nunca apartada de la de sus mentores rusos, se le aclararían muchas cosas que están ocurriendo en nuestros días o han ocurrido recientemente.

El misterio del caso Ojeda – Santiago – Maleta – Maduro tiene su modelo tan lejos como el caso Trotski – ciudad de México – Hacha – Stalin, que en 1940 fijó el modelo para el trato de opositores que han escapado del país del tirano.

El modelo de cómo trasformar una movilización popular multimotivada en una asonada para derribar un gobierno está en los anales de los PC’s desde el bogotazo de 1948, en el que el propio Fidel Castro fue protagonista.

El arte de participar oficialmente en un gobierno sin dejar nunca de azuzar a la poblada para presionarlo, tiene un modelo notable en Chile mismo. Como ocurrió bajo el gobierno de Gabriel González Videla, lo que desembocó en una transversalmente aprobada Ley de Defensa de la Democracia, que le significó al PC una larga etapa de clandestinidad.

En todo caso, como sería irrespetuoso suponer que las desafortunadas declaraciones del Presidente Boric que hemos comentado se deben a una refinada hipocresía, es necesario suponerlas generadas en la incultura histórica que caracteriza a su generación.

En suma, es mejor para todos suponerlas una cuestión de cultura.