Hamas le ha asestado este fin de semana un duro golpe a Israel, por cierto, pero ha dañado severamente la causa palestina, ha debilitado severamente a su Autoridad Nacional, ha expuesto gravemente a su pueblo a represalias israelitas y ha provocado la pérdida de buena parte de la simpatía y apoyo internacional a su causa, tiñéndola de violencia, crueldad ilimitada, intolerancia y fanatismo religioso.

Cinco mil misiles fueron lanzados por el movimiento jihadista Hamas al territorio israelí desde la franja de Gaza la madrugada del sábado, al inicio de la celebración del Sabbath, día reservado por los judíos para la plegaria y el descanso. Inmediatamente después, atravesaron la frontera decenas de milicianos islamistas armados asesinando, violentando y secuestrando a cientos de civiles en un ataque sin precedentes por su crueldad, sin distinción de edad, género ni condición.

Para quienes nos identificamos con la causa palestina y respaldamos la reivindicación de un Estado independiente de ese pueblo resiliente, esta manifestación de fanatismo ciego y asesino es un golpe brutal, porque no se trata siquiera de un acto de guerra entre ejércitos, sino derechamente del asesinato de víctimas inocentes e indefensas, muertas, heridas y humilladas por el solo hecho de pertenecer al pueblo judío.

El humanismo que nos llevó a solidarizar con Palestina y su causa es contradicho de manera flagrante por un movimiento terrorista que no reconoce la humanidad del que piensa distinto y a quien profesa otra religión no le reconoce siquiera su derecho a existir.

Porque una cosa es el derecho del pueblo palestino a existir en su territorio ancestral y a darse una Nación y un Estado independiente, y otra cosa completamente distinta es que eso implique la negación del pueblo judío a existir y a tener su propio Estado, que cualquier religión distinta del Islam deba ser perseguida y que se cancele toda posibilidad de pluralismo religioso y convivencia pacífica entre personas que adhieren a distintos credos.

También es otra cosa es la innegable influencia religiosa, política y económica de la República Islámica de Irán sobre Hezbollah en El Líbano y Hamas en la franja de Gaza.

La mayor parte de los países de Europa y del mundo solidarizan con la causa palestina y pugnan por el respeto a las resoluciones de Naciones Unidas, abogando por una solución pacífica al conflicto en Medio Oriente que permita finalmente la existencia del estado de Israel y de Palestina, ambos con plenos derechos y autonomía.

Es evidente que la comunidad internacional ha sido débil en empujar la aplicación de las resoluciones internacionales, y que la deriva política israelí de la última década con el establecimiento de colonias, el muro y acoso sobre la población palestina en Cisjordania, han hecho difícil una negociación conducente. Pero también debemos admitir que la conversación es imposible con actores que se niegan a reconocer el derecho a existir del pueblo israelí.

De hecho, es muy posible que esta acción de terror sin precedentes de Hamas y sus aliados chiitas, haya estado motivada fundamentalmente por la inminencia del reconocimiento de Israel por parte de Arabia Saudita, que décadas más tarde iba a seguir a Egipto en esa determinación indispensable para la construcción de la paz en el Medio Oriente.

Por eso resulta tan incomprensible que parte de la izquierda chilena no distinga entre una manifestación del pueblo palestino contra su situación de opresión, y la acción deliberada de un ejército de fanáticos islamistas contra la población civil israelí; entre la lucha por establecer un estado democrático palestino paralelo a la República de Israel, y la reivindicación chiita de un estado islámico expulsando a los judíos al mar.

La tardanza inexplicable del presidente Boric en condenar la masacre de civiles en territorio israelí, la declaración del Partido Comunista omitiendo la agresión asesina de Hamas, una declaración del gobierno chileno igualando la conducta del Estado de Israel al terrorismo yihadista, la ambigüedad del frenteamplismo que contextualiza y relativiza la condena a la masacre de civiles inocentes, todo eso nos dice que sus definiciones están mucho más determinadas por quiénes son sus adversarios que por cuáles son sus principios.

Quienes condenamos con claridad la ocupación ilegal de Israel de territorios palestinos y rechazamos el establecimiento de colonias judías en Cisjordania y el acoso cotidiano al pueblo palestino para obligarlo a partir, debemos ser igualmente claros para condenar categóricamente el terrorismo ciego que asesina civiles inocentes, el fanatismo religioso que no admite la existencia de la diversidad de pensamientos, y la ceguera política que niega el derecho a que exista un estado judío en el Medio Oriente.

Las guerras hacen retroceder a la política. En Israel se hará difícil para todos no ponerse detrás de Netanyahu y su cruzada vindicativa después del sufrimiento de tantas familias inocentes que perdieron a uno de los suyos en este ataque indiscriminado sin precedentes del sábado.

Por su parte, los habitantes de la franja de Gaza y otros territorios árabes que serán víctimas de la riposta israelí van a solidarizar con Hamas. La polarización guerrera va a dominar la escena de manera incontrarrestable.

De allí que será decisiva la acción internacional para restablecer la paz en esta situación límite, presionando e impulsando a los involucrados a retomar negociaciones en aras del objetivo de dos estados independientes conviviendo pacíficamente en ese territorio.

Chile puede y debe contribuir a ese objetivo, no sólo por ser importante para la paz mundial, sino porque en nuestra tierra conviven armoniosamente desde hace muchas décadas una significativa comunidad judía con una comunidad palestina que es la más relevante del mundo fuera del Medio Oriente.