Señor Director:

En el marco de los resultados presidenciales, se ha vuelto habitual que desde ciertos sectores de izquierda se descalifique a quienes optan por alternativas distintas a las de aumentar control estatal o proponer como única solución las alzas de impuestos.

La reacción no es solo áspera; muchas veces se recurre a la idea de que el discrepante “está desinformado”, o la utilización de epítetos destinados a invalidar al que piensa distinto.

Expresiones como “facho pobre”, “moda”, “fascista” o “nazi”, todas ajenas a la realidad de los votantes de derecha, buscan denigrar al adversario para evitar cualquier discusión de fondo.

Esta práctica, que se funda en la idea de que la única posición políticamente válida fuera la de izquierdas, empobrece el debate, invisibiliza razones legítimas y transforma la disidencia en un blanco a ridiculizar.

Al contrario, la ciudadanía que discrepa de posiciones asumidas hoy por el Partido Comunista, el Frente Amplio o el Socialismo Democrático, entre otras fuerzas actuales, no lo hace por desconocimiento, sino porque encuentra en las ideas de la libertad, la autonomía de las familias o la necesidad de orden un camino válido para el progreso socioeconómico de miles de familias.

Frente a una izquierda que a veces recurre a la descalificación fácil en vez de la discusión seria, corresponde a la ciudadanía demostrar que se puede disentir sin gritar más fuerte, sino pensando mejor y actuando a la altura de los desafíos que hoy vive Chile.

José Alonso Sánchez
Coordinador Corporativo Instituto Res Publica