Productores de pisco chileno buscan que viñedos del norte del país se conviertan en patrimonio paisajístico de la Unesco. La postulación podría ser presentada en 2023.

Productores de pisco chileno, un licor hecho destilando vino, preparan una candidatura para postular dos regiones pisqueras del norte del país como patrimonio paisajístico cultural vinícola de la Unesco, con el objetivo de relanzar el producto a nivel internacional y atraer mayor turismo que impulse la economía en esos territorios.

Los pisqueros de las regiones de Coquimbo y Atacama sellaron un acuerdo este viernes, en una cumbre celebrada en la sede del Gobierno Regional de Coquimbo, en la localidad de La Serena, con representantes del Gobierno, políticos, autoridades locales y otros actores de la sociedad civil, para aunar esfuerzos en la candidatura.

En el caso de que la solicitud a la Unesco fructifique, los valles de la precordillera andina de las regiones de Coquimbo y Atacama serán los primeros en América en ser declarados paisaje cultural vinícola, a la par de zonas con tradición de producir vino como los franceses Borgoña y Champaña.

Presencia internacional

“La candidatura requiere movilizar el sector público y el privado, comprender todos los sectores; es algo holístico que aspira a promover la totalidad del territorio, una opción muy interesante para la región y para todo Chile“, aseguró a EFE el responsable de la investigación histórica de la candidatura de los pisqueros, Pablo Lacoste.

“Comprende a todos los sectores, pensar en la totalidad el territorio, promover encadenamientos productivos, poner en valor la gastronomía, los atractivos turísticos, los pueblos originarios, la artesanía, el arte, la cultura”, añadió el historiador.

La declaración de los valles pisqueros como paisaje cultural vinícola daría al licor una exposición internacional mayor a la actual, lo que podría atraer más turismo a la región; el objetivo de los actores implicados es vertebrar las zonas pisqueras con mayor actividad económica para anclar la población local.

Los productores de pisco chileno llevarán a la Unesco la declaración de sus valles como paisaje cultural vinícola este 2023, después de culminar el trabajo iniciado en 2021 para documentar el patrimonio histórico, arquitectónico y cultural ligado a la producción pisquera.

Pisco chileno: ligado a la tradición

Las dos regiones pisqueras postulantes están ubicadas en el norte de Chile, en una zona árida a las puertas del desierto de Atacama y en las faldas de los Andes; su clima cálido y soleado hace crecer la uva con un dulzor mayor que en otras zonas del país, característica indispensable para producir el destilado pisco.

Los estrechos valles áridos de la precordillera se tiñen de verde en sus cotas bajas, regadas por estrechos ríos que posibilitan la tradición agrícola de esas zonas, que se había instaurado antes de la colonización del país por parte de los europeos.

Es el caso de la pisquera Waqar, dirigida por la familia Camposano y situada en el valle de Limarí, y que apuesta por un pisco artesanal de una tirada limitada que coja mayor valor por botella que sus equivalentes más comerciales; su destilería viene de mitades del siglo XIX y, si bien ya ha sufrido interrupciones, la actual generación retomó la tradición familiar.

La mitad del producto de Waqar va al extranjero, sobre todo a Europa, e incluso ha ganado un premio en un concurso de combinados londinense con una receta hecha con su destilado: “Estos valles hicieron conocidos el pisco cien años atrás, y hoy se siguen justiciando por su tradición y su gran aporte a la calidad del pisco”, expresa a EFE el fundador de Waqar, Jaime Camposano.

El pisquero utiliza su experiencia sensorial para lograr el producto que busca, con un proceso que varía ligeramente cada vez que se repite; es una técnica artesanal desde la elección de la materia prima hasta el embotellado final.

Para Camposano, la declaración del valle donde está Waqar, el Limarí, como paisaje cultural vinícola “no solo sería un premio”, sino “el final de una historia muy larga” de formación de los valles pisqueros como productoras vinícolas.

“Seguimos apegados al territorio y a la tradición; aquí están la maquinaria que utilizaban mi abuelo, mi bisabuelo, el lugar donde ellos destilaron”, concluye Camposano.