Cuando la libertad empieza a necesitar calificativos debemos prender alarmas, porque casi siempre es señal de una libertad limitada, restringida, “custodiada”…

En entrevista publicada ayer en la sección Reportajes de El Mercurio, Bárbara Vial pregunta a la Ministra de las Culturas sobre diversos temas, desde sus conflictos con Francisco Chahuán a los que hay en el Parque Cultural de Valparaíso o con la solicitud de renuncia al director del Museo Histórico Nacional.

En relación a este último punto, quedan plantedos dos temas que resultan en extremo delicados.

El primero es que haya versiones tan disímiles respecto a lo que pasó en relación a la destitución del ex-director Pablo Andrade. Pueden haber distintas evaluaciones, ponderaciones o puntos de vista respecto a los hechos, pero cuando no hay acuerdo o cierta coincidencia en cuáles fueron los hechos, se entra en un terreno peligroso que hace dudar, que lleva a la pérdida de las confianzas.

Ver entrevista a Pablo Andrade cuando se le solicitó su renuncia no voluntaria en: http://rbb.cl/k54c

El segundo punto tiene que ver con una respuesta de la Ministra Alejandra Pérez. Copio:

– ¿No fue apresurado despedir al director (Pablo Andrade)? (Pregunta Bárbara Vial)

La salida del director tiene que ver con que se le pidió varias veces que buscara cómo solucionar eso y transmitiera los conceptos de libertad con unidad. Lo que él hizio fue desobedecer y lo que a mí me corresponde es marcar la autoridad. No puede ser que cuando se le pide a un director de museo que vele por la unidad y se le pide arreglarlo y no lo haga, que busque soluciones y no lo haga. (Respuesta de la Ministra Alejandra Pérez)

Además de las versiones contrapuestas sobre los hechos ya mencionadas, Alejandra Pérez (más allá sobre las diferencias que puede haber sobre las atribuciones que tiene como ministra y las que tiene un director de museo y de una relativa autonomía), comete a mí entender un grave error: No puede confundir el objetivo político -y cultural- de crear consensos sobre algunas materias, en especial ciertos valores que queremos sean comunes o sobre nuestra identidad, de generar una base común (lo que para algunos es educación cívica) con uniformar nuestra historia, nuestros pensamientos. No en vano su cartera se llama “Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio”: porque somos diversos, porque la búsqueda de los consensos se hace aceptando las diferencias y no tapándolas, borrándolas.

Es evidente -y la muestra que, aparentemente, generó el conflicto lo dejaba claro- que los discursos y conceptos de “libertad” han sido muy diversos e incluso contrapuestos a lo largo de la historia de Chile desde su Independencia. Por eso había citas de Salvador Allende y de Augusto Pinochet, de Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Luis Emilio Recabarren y Patricio Aylwin, por mencionar algunos.

Más allá de lo que quiera o desee Alejandra Pérez, es inegable que el concepto de libertad de Pinochet citado en la muestra censurada ha calado muy hondo en Chile, en los chilenos. Y si muchos no estamos de acuerdo con él, lo importante no es borrarlo o censurarlo, sino ver qué se hace para cambiar esa situación. Y la muestra en cuestión invitaba a reflexionar a los visitantes sobre ello. Por algo había una sección donde las personas libremente elegían la definición que preferían entre alternativas representativas.

La historia muestra, entre otras cosas, los conflictos y luchas que han permitido la evolución del país. Esconder o eliminar episodios o personajes porque resultan incómodos tiene un peligroso olor a naftalina o a autoritarismo, que no es lo mismo que autoridad bien ganada y ejercida.