Tras un marcado deterioro de las relaciones entre Washington y Moscú, el 16 de junio, al final de su gira europea, Joe Biden se reunirá con Vladimir Putin. China es uno de los motivos principales.

En febrero, las relaciones entre las dos potencias nucleares habían alcanzado el nivel más bajo de los últimos 30 años. Biden llamó asesino a Putin. La indignación en Moscú fue grande. Ahora, hay un repentino cambio de rumbo: una reunión cara a cara en Suiza, terreno neutral.

Estados Unidos busca normalizar las relaciones con Rusia. Sobre todo, debido a China, afirma Raimund Krämer, profesor de la Universidad de Potsdam y redactor jefe de la revista de política exterior WeltTrends.

“El principal objetivo del viaje del presidente de Estados Unidos a Europa es el de forjar alianzas contra China. Se puede ver en las cumbres del G7, la OTAN y la UE, así como en la reunión con el presidente ruso”.

Biden y Putin tienen mucho que hablar. La lista de posibles temas es larga: tratados de desarme, el conflicto de Ucrania, Oriente Medio, Siria, el programa nuclear de Irán, Libia, así como África Central y Afganistán.

A lo que hay que añadir las violaciones de derechos humanos, la represión de la prensa libre y de la oposición en Rusia, los ataques de hackers progubernamentales y, por último, el secuestro del avión de Ryanair por parte de Bielorrusia.

Pero hay un tema que no estará en la agenda, aunque se ha convertido en el centro de la política exterior de Estados Unidos: China.

“No creo que Biden y Putin hablen de China”, dice Ian Bremmer, columnista de la revista Time. “Pero estoy de acuerdo en que, en el escenario global, Estados Unidos ve a China como el principal antagonista y eso, a su vez, influye en la estrategia estadounidense sobre Rusia”.

Washington quiere tranquilidad con Rusia

La disputa entre Estados Unidos y la República Popular China llegó a su punto álgido justo antes del viaje de Biden a Europa: tres días antes de la cumbre del G7, Estados Unidos anunció que aprobaría un acuerdo comercial con Taiwán.

Dos días antes de la cumbre del G7, el Senado estadounidense aprobó un paquete legislativo de 244.000 millones de dólares para combatir el dominio tecnológico de China.

Un día antes de la cumbre del G7, el Secretario de Defensa de Estados Unidos, Llyod Austin, ordenó al Pentágono que se concentrara en China.

“A Biden no le gusta Putin. Pero creo ante el ímpetu de China es preferible no tener muchos problemas con los rusos”, afirma el politólogo Ian Bremmer.

Ralf Fücks, director del Centro para la Modernidad Liberal, tiene una opinión similar: “En el fondo, China está presente, eso está absolutamente claro”.

Según el experto en Rusia, Estados Unidos no tiene ningún interés en intensificar el conflicto con Moscú. “Por una parte, Washington busca consolidar su posición estratégica frente a Pekín. Y a la inversa, es una opción estratégica para Putin ampliar la cooperación con China, lo que ya está ocurriendo”.

“Demasiada cercanía a China es un peligro para Rusia”

Desde la anexión rusa de Crimea en 2014, Moscú y Pekín han profundizado sus lazos bilaterales. Una consecuencia directa de las sanciones occidentales ha sido la desaparición de una parte importante de la inversión extranjera directa en Rusia. El intento de compensarlas orientándose hacia a China solo tuvo un éxito parcial. La economía rusa lleva años estancada. Los ingresos reales disminuyen, mientras que la frustración de la población aumenta.

Rusia intenta participar en el crecimiento económico de China. Se están construyendo nuevos ductos para exportar materias primas a Oriente.

Al mismo tiempo, Rusia suministra a los chinos modernos sistemas de armamento que no pueden obtener de Occidente.

“Rusia está ayudando a los chinos a construir un sistema militar de defensa por satélite. Pero se cuidan porque no quieren que los chinos copien su tecnología militar y luego se independicen”, dice Sarah Pagung, experta en política internacional y de seguridad de la Federación Rusa, del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP).

Es la comunión autoritaria la que lleva a Putin al lado de Xi Jinping, dice Ralf Fücks, del Centro para la Modernidad Liberal.

“Rusia teme a China más de lo que la considera un socio estratégico. Pero existe, en efecto, una nueva internacional de potencias autoritarias que ven un oponente común en la democracia y el orden mundial liberal”, concluye el ex director de la Fundación Heinrich Böll.

“Demasiada cercanía a China es un peligro para Rusia”, afirma Victoria Zhuravleva, jefa de estudios sobre América del Norte en la Universidad de Ciencias Sociales de Rusia.

“Estados Unidos podría convertirse en un contrapeso a China, entre los que Rusia podría moverse”,
dice la politóloga. Rusia se considera uno de los centros del mundo multipolar.

“La posición favorita de Rusia sigue siendo la de una especie de mediador, entre Asia y Occidente. Este papel de mediador es hoy una ilusión, en parte porque es poco probable que China se lo conceda a Rusia”, afirma la profesora Katharina Bluhm, directora del Instituto de Estudios de Europa.

“Creo que la decisión de Biden de reunirse con Putin está causando preocupación entre los chinos. Creo que es una jugada inteligente por su parte. A Estados Unidos le resultará cada vez más difícil lidiar con Rusia y China a la vez. Así que el lema es “divide y vencerás”, dice Yawei Liu, del Centro Carter.

Biden tendrá que llamar las cosas por su nombre frente a Rusia

“Aunque Estados Unidos se centra principalmente en China, es consciente de que Rusia es capaz de causar importantes estragos y desestabilizar las democracias occidentales de Europa y las Américas”, analiza, por su parte, Torrey Taussig, del Centro Belfer de la Escuela Kennedy de Harvard.

Según Taussig, Biden quiere más control de los armamentos y Rusia no puede permitirse una carrera armamentística con Washington debido a su desolada situación económica.

La cooperación también es posible en Siria, según la experta en Rusia Sarah Pagung. Rusia busca en Occidente dinero para reconstruir el país. Estados Unidos, por su parte, quiere tener más influencia en Siria.

Pero las diferencias son mayores que los beneficios. En cuanto a Ucrania o las violaciones de los derechos humanos en Rusia, no es probable que se llegue a un acuerdo, dice.

Para Putin, la mera invitación a una reunión ya es un gran éxito político interno, dice Pagung: “Por supuesto, esto también se presenta en los medios de comunicación rusos como una especie de reconocimiento de la condición de gran potencia de Rusia”.

Putin, dice, no tiene nada que perder en la reunión. Biden, por su parte, tendría que dejar muy claras sus posiciones sobre Rusia y llamar por su nombre las violaciones de los derechos humanos y el derecho internacional por parte de Moscú para apuntarse un éxito.