El martes 7 de octubre se cumplió un mes desde el ataque de Hamás en Israel que provocó una furiosa respuesta del país de Medio Oriente.

Los muertos en la Franja de Gaza por los bombardeos israelíes tras 35 días de guerra con la agrupación islámica superan los 11.000, mientras que los heridos son casi 27.500, según fuentes del Ministerio de Sanidad del enclave.

A lo anterior se suman los más de 1.400 fallecidos y 240 secuestrados que dejó el brutal ataque de Hamás en suelo israelí.

Dentro de este dramático panorama, han surgido algunas historias de quienes, por poco, lograron sobrevivir a los planes de Hamás.

Por un lado están los que pudieron recobrar su libertad tras ser secuestrados, mientras que por el otro están quienes derechamente huyeron mientras eran llevados a la fuerza por el grupo paramilitar.

Escapando de Hamás

Una de estas historias es protagonizada por Moshé Rozen y su esposa Diana, quienes vivían en el kibutz Nir Itzhak ubicada a sólo cuatro kilómetros de la frontera con Gaza.

La mañana del 7 de octubre, ambos despertaron con la sirena antimisiles: los miembros de Hamás estaban cruzando de Gaza a Israel. Sin embargo, no le dieron mayor importancia. “Nosotros estamos muy habituados a este tipo de circunstancia (las alarmas) y no lo tomamos como algo grave”, indicó Moshe al medio El Confidencial.

“Fuimos al refugio, que está pegado a la casa. Pasada una hora de estos ataques recibimos informaciones de la gente que se ocupa de la defensa civil del lugar que nos decían que poblaciones cercanas habían sido invadidas”, agregó.

Luego de unos minutos escucharon que forzaron la puerta junto con gritos y golpes. “Llegaron al refugio e intentaron derribar la puerta y, para evitar que entraran, porque sería una muerte segura, manteníamos la puerta cerrada con gran esfuerzo con nuestras manos”, mencionó.

Moshé Rozen y su esposa Diana
Moshé Rozen y su esposa Diana | Infobae

Moshe contó que los milicianos dispararon sus kalashnikov contra la puerta, hiriendo sus manos y los de su señora. Fue así como los capturaron para llevarlos a Gaza.

“Mi árabe es elemental, pero entiendo conversaciones no complejas. Quedó claro que necesitaban un automóvil (…) intentaron hacer funcionar alguno con alambres, no lo lograron y se irritaron y fueron más violentos aún, nos arrastraron más agresivos”, sostuvo.

Tras caminar cuatro kilómetros llegaron, acompañados por cinco miembros de Hamás, a la valla rota en diversos puntos por más de mil 600 combatientes islamistas.

“Allí empezaron a pasar uno por uno los invasores por el hueco de la valla. El último nos retenía a nosotros y cuando nos tocó el turno pasar, opuse resistencia. Le mostré las heridas, les dije que éramos gente mayor, que necesitaba con urgencia un doctor”, contó.

No obstante, no lo convenció. “Hacían signos de matarnos, nos dieron miedo, pero él ya estaba impaciente por salir, y entonces le dije que no había otra posibilidad, que nos íbamos y nos dimos la vuelta y nos fuimos”, relató.

Si bien temían que les disparan por la espalda, continuaron con la huida. “El invasor que nos retuvo estaba muy impaciente por cruzar el alambrado, querían entrar en Gaza cuanto antes, tal vez su voluntad de sacrificio era limitada”, sostuvo.

Fue así como llegaron de regreso a Nir Itzhak aunque no a su casa casa, ya que estaba destruida, razón por la cual pidieron ayuda a un vecino. Tras su negativa inicial, finalmente los dejó entrar a su refugio, desde donde una ambulancia militar los sacó del kibutz.

“Pasé por un infierno”

El lunes 23 de octubre Hamás liberó a cuatro personas que mantenía en Gaza, a quienes había secuestrado desde Israel.

Una de ella fue Yocheved Lifschitz, una mujer de 85 años que dio su testimonio desde un hospital de Tel Aviv en donde fue ingresada para su recuperación.

Tal como detalla la cadena británica BBC, fue ayudada por su hija Sharone Lifschitz para comentar cómo fueron sus días en cautiverio.

Según contó, fue capturada por los milicianos desde el kibutz Nir Oz, desde donde la llevaron en motocicleta a Gaza contra su voluntad.

Luego de caminar entre dos y tres horas por un suelo “suave y húmedo” junto a otros 24 secuestrados, y tras haber sido golpeada con varas, la hicieron ingresar en una estructura subtérranea que describió como “una red enorme”.

“Pasé por un infierno”, puntualizó. Sin embargo, dice que en los túneles el trato mejoró.

En ese lugar, ella y otras cuatro personas de su kibutz fueron separadas en una pieza en donde había un guardia para cada uno de los secuestrados.

“Se ocuparon de todo detalle”, mencionó, explicando que había mujeres con conocimientos en “higiene femenina”. En general, Lifschitz mencionó que las condiciones eran “limpias”.

En su relato indicó que dormían sobre colchones, siendo visitados por un médico cada dos o tres días.

“En primera instancia fueron muy violentos, luego estaban preocupados por mi”, declaró.

La anciana, en tanto, describió la red de túneles de Hamás como “una telaraña”. Finalmente fue liberada con un llamativo apretón de mano con uno de sus captores.