Arabia Saudita admitió este sábado que el periodista saudí Jamal Khashoggi había muerto en el interior de su consulado en Estambul, más de dos semanas después de que su desaparición provocara una de las peores crisis internacionales del reino.

“Las conversaciones entre Jamal Khashoggi y las personas con las que se entrevistó en el consulado del reino en Estambul (…) degeneraron en una pelea, que provocó su muerte”, indicó la agencia oficial SPA, citando a la fiscalía.

Khashoggi era un crítico de las reformas impulsadas por el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, y un detractor del fuerte autoritarismo con que la familia real gobierna Arabia Saudita.

Desde 2017 se encontraba autoexiliado en Estados Unidos, tras ser perseguido y vetado sucesivamente por la familia real saudí. Sus columnas estaban prohibidas en medios de Arabia Saudita y desde entonces sólo colaborara con medios extranjeros, principalmente el Washington Post.

Por eso, este jueves el Washington Post publicó la última columna de opinión escrita por el fallecido periodista, titulada como “What the Arab world needs most is free expression” (“Lo que el mundo árabe más necesita es libertad de expresión”).

En la introducción de la columna de Khashoggi -que fue acompañada por una foto sonriente del escritor- la editora de Opinión Global del Post, Karen Attiah, dijo que el diario se había abstenido de publicarlo con la esperanza de que regresara.

“Ahora tengo que aceptarlo: esto no va a suceder. Esta es la última pieza de él que editaré para el Post”, escribió Attiah, horas antes de que se confirmara su muerte.

El portal France 24 realizó una traducción de la columna publicada por el Washington Post, y que fue enviada al medio un día después de que se reportara la desaparición del periodista.

Recientemente consulté en Internet el informe “Libertad en el mundo” de 2018, publicado por Freedom House, lo que me llevó a una triste conclusión. Sólo un país del mundo árabe se encuentra en la categoría “libre”. Se trata de Túnez. Jordania, Marruecos y Kuwait están definidos como “parcialmente libres”. Los otros están entre los “no libres”.

Como consecuencia, los árabes que viven en estos países están poco o mal informados. No pueden discutir – y mucho menos públicamente- los problemas que afectan a la región y sus vidas cotidianas. Una narrativa dirigida por el Estado contra la psiquis pública y aunque muchos no lo crean, una gran mayoría de la población es víctima de este falso relato. Lamentablemente, es poco probable que la situación cambie.

La primavera de 2011 llenó de esperanza al mundo árabe. Periodistas, académicos y la población en general estaban llenos de entusiasmo por una sociedad árabe libre y brillante, cada uno en sus respectivos países. Esperaban ser emancipados de la hegemonía de sus Gobiernos y de las constantes intervenciones y censura de la información. Estas expectativas se frustraron rápidamente, estas sociedades volvieron a caer en el antiguo status quo o en condiciones aún peores.

Mi querido amigo, el destacado escritor saudita Saleh al-Shehi, escribió una de las crónicas más famosas jamás publicadas en la prensa saudita. Desafortunadamente, actualmente está cumpliendo una condena injustificada de cinco años de prisión por supuestos comentarios contra el establishment saudita.

La toma de control por parte del Estado egipcio del periodico Al-Masry Al-Youm no despertó la ira de los periodistas. Estas acciones ya no suscitan la reacción de la comunidad internacional. En cambio, provocan a una ola de rechazo que es rápidamente seguida por el silencio.

Como resultado, los gobiernos árabes han dado rienda suelta a silenciar a los medios de comunicación a un ritmo creciente. Hubo un momento en el que los periodistas pensaron que Internet liberaría a la información de la censura y el control sobre los medios impresos. Pero estos gobiernos, cuya existencia se basa en el control de la información, han bloqueado agresivamente Internet. También arrestaron a reporteros locales y presionaron a los publicistas para afectar los ingresos de publicaciones específicas.

Hay algunos oasis para el espíritu de la primavera árabe. El gobierno de Catar sigue apoyando la cobertura de noticias internacionales, en contraste con los esfuerzos de sus vecinos por mantener el control de la información con el fin de apoyar el “antiguo orden árabe”. Incluso en Túnez y Kuwait, donde la prensa se considera al menos “parcialmente libre”, los medios de comunicación se centran en los problemas nacionales pero no en los del gran mundo árabe. Se muestran reacios a proporcionar una plataforma para los periodistas de Arabia Saudita, Egipto y Yemen. Incluso el Líbano, la joya del mundo árabe en términos de libertad de prensa, ha sido víctima de la polarización e influencia de Hezbolá, pro iraní.

El mundo árabe se enfrenta a su propia versión de una cortina de hierro, impuesta no por actores externos sino por fuerzas nacionales, que compiten por el poder. Durante la Guerra Fría, Radio Free Europe, que creció con los años hasta convertirse en una institución clave, desempeñó un papel importante en promo ver y mantener la esperanza de la libertad. Los árabes necesitan algo similar. En 1967, The New York Times y The Post adquirieron conjuntamente el International Herald Tribune, que se convirtió en una plataforma para voces de todo el mundo.

Mi publicación, The Post, ha tomado la iniciativa de traducir varios de mis artículos y publicarlos en árabe. Por eso, estoy agradecido. Los árabes deben leer en su propio idioma para comprender y discutir los diversos aspectos y las complicaciones de la democracia en Estados Unidos y en Occidente. Si un egipcio lee un artículo que describe el costo real de un proyecto de construcción en Washington, entonces podría comprender mejor las implicaciones de proyectos similares en su comunidad.

El mundo árabe necesita una versión moderna de los viejos medios de comunicación transnacionales para que los ciudadanos puedan estar informados de los acontecimientos mundiales. Más importante aún, debemos proporcionar una plataforma para las voces árabes.

Sufrimos la pobreza, la mala gestión y la mala educación. Al crear un foro internacional independiente, aislado de la influencia de los gobiernos nacionalistas que propagan el odio mediante la propaganda, los ciudadanos comunes del mundo árabe podrían abordar los problemas estructurales que enfrenta su sociedad.

*Texto publicado originalmente por The Washington Post y traducido por el portal France 24.