Lejos del caótico choque entre Donald Trump y Joe Biden, los candidatos a la Vicepresidencia de EEUU sostuvieron este miércoles un debate sin gritos y sin descalificaciones personales.

Mike Pence (republicano) y Kamala Harris (demócrata) enfrentaron posiciones ideológicas en una noche que estuvo marcada por la cordialidad y por… una mosca. El insecto fue a parar justo en la cabeza del hombre de confianza de Trump y terminó convirtiéndose en protagonista del debate, algo que -desde luego- habla de lo monótono del evento.

Y aunque la jornada bien podría quedar en el olvido, el rol que deberán jugar Pence o Harris en caso de llegar a la Vicepresidencia no es menor: ser el principal consejero y apoyo del mandatario electo, lo que implica muchas veces entrometerse en asuntos que este último no quiera oír (o en los que nadie más quiera inmiscuirse).

Pero no siempre fue así. Hasta hace algunas décadas el vicepresidente ni siquiera tenía su oficina en el Ala Oeste de la Casa Blanca, lugar donde esta emplazado el Salón Oval del Jefe de Estado, e incluso era una posición bien poco distinguida, al igual que quienes ejercían el cargo.

La Vicepresidencia “es un ejemplo del modo en el que la política estadounidense y las instituciones de gobierno pueden evolucionar y tomar roles con un mayor impacto y diferenciarse de lo que eran en un principio”, explica Joel K. Goldstein, autor de numerosas investigaciones en la materia y profesor de la Universidad de Saint Louis.

En buenas cuentas -detalló el experto durante una actividad internacional organizada por los Centros de Prensa Extranjera del Departamento de Estado de EEUU, de la que participó BioBioChile- la Constitución de ese país le entrega al vicepresidente dos roles: presidir el Senado (lo que le permite dirimir eventuales empates en la Cámara Alta mediante su voto) y ser la primera línea de sucesión en caso de que algo le ocurra al mandatario en ejercicio.

Eso en el papel, porque tal como se señaló, las labores del cargo han ido sumando en importancia con el correr de los años hasta llegar a convertirse en el brazo derecho del Jefe de Estado.

De Adams a Nixon

Según cuenta Goldstein, por gran parte del siglo 19 y la primera mitad del 20, el vicepresidente era más que nada un miembro del Poder Legislativo.

“Desde John Adams, nuestro primer vicepresidente, hasta Alvin Barkley, quien ocupó el cargo bajo la administración de Harry Truman entre 1949 y 1953, pasaron la mayor parte del tiempo presidiendo el Senado. Ellos cumplieron muy pocas o ninguna función en el poder Ejecutivo”, relata.

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“Mi país ha -en su sabiduría- inventado para mí el cargo más insignificante que la invención del hombre haya ideado o su imaginación haya concebido jamás”.
- Carta de John Adams, quejándose de su puesto

Además de cumplir labores diferentes a las de la actualidad, la forma en la que por aquel entonces eran elegidos también difería de lo que ocurre hoy en día.

Bajo el sistema original, la Vicepresidencia recaía sobre el candidato que obtenía la segunda mayoría de los votos en la elección presidencial, algo que en 1804 fue cambiado para que corrieran de manera paralela.

De todos modos, en ambas ocasiones el candidato a Presidente tenía poca o nula influencia para elegir a quien lo acompañaría en la cadena de mando, pues bajo la segunda modalidad las cartas eran elegidas por los líderes de los partidos políticos.

“Como consecuencia de este factor, -dice Goldstein- el presidente y vicepresidente a menudo no eran compatibles, ya sea política o personalmente. No habían lazos de lealtad y frecuentemente representaban puntos de vistas ideológicos diferentes”.

Joel Goldstein | Universidad de Saint Louis

Y no sólo eso, sino que los vicepresidentes también eran por lo general figuras “poco distinguidas”.

Muchos de ellos, por ejemplo, fueron seleccionados pese a un pésimo estado de salud, lo que terminó redundando en que, desde 1812, cuando James Madison se convirtió en la cuarta persona en ocupar el cargo, hasta 1912, siete vicepresidentes murieran en el ejercicio de sus funciones.

A ello se suma, de acuerdo al autor de The White House Vice Presidency: The Path to Significance que muchos de los elegidos para fungir como brazo derecho de los mandatarios tenían credenciales “muy modestas”.

“Chester A. Arthur nunca tuvo un puesto más importante que ser recolector de aduanas en el puerto de Nueva York… y fue despedido”, relata.

Y para rematar, la vicepresidencia tampoco era precisamente un trampolín para comenzar a fraguar una carrera esplendorosa.

“No era vista como una posición atractiva para alguien que fuese políticamente ambicioso”, asegura Goldstein, argumentando que cuando a Daniel Webster “uno de los grandes estadistas de la primera parte del siglo 19” se le ofreció correr como vicepresidente en 1848 con Zachary Taylor, declinó la oferta, diciendo: “Me propongo no ser enterrado hasta que esté muerto”.

“La Vicepresidencia durante este periodo era más que nada un camino político sin salida. No era un trampolín a la Presidencia”, apunta Goldestein.

Todo eso, sin embargo, comenzó a cambiar durante el siglo 20, con la aparición de una figura controversial: Richard Nixon.

De “poco distinguidos” a rol clave en la Era Atómica

Fue justamente cuando Nixon (antes de su paso como mandatario) se desempeñó como vicepresidente de Dwight D. Eisenhower -entre 1953 a 1961- que la Vicepresidencia abandonó su rol eminentemente legislativo para asumir uno mucho más protagónico.

Él, por ejemplo, fue el primero en pasar mucho menos tiempo presidiendo el Senado, para destinar todos sus esfuerzos en las tareas que le asignaba Eisenhower.

“La razón de ese cambio tiene relación con que la vicepresidencia de Nixon estaba asociada a grandes cambios en la vida estadounidense. Con el New Deal y la Segunda Guerra Mundial, el gobierno se volvió más importante. Se volvió más importante para que EEUU competiera con la Unión Soviética respecto de la influencia extranjera en la Era Atómica”, explica Goldstein.

Según complementa, se hizo vital que el Presidente tuviera un sucesor que estuviese al tanto de los pormenores de la Casa Blanca y la administración de uno de los países más importantes del mundo.

Ello creó la posibilidad para que los vicepresidentes comenzarán a viajar al extranjero, lo que a su vez los expuso -por primera vez, de manera asidua- a los medios de comunicación. Ello terminó convirtiendo al cargo en un trampolín para carreras políticas exitosas.

Pese al cambio que tuvo esa repartición en el gobierno norteamericano, éste aún no era del todo significativo, pues a quienes ostentaban el cargo solamente le encomendaban algunas labores, mientras que de otras eran sencillamente excluidos.

“Ellos a menudo se frustraban porque no siempre eran involucrados” en asuntos importantes, asevera el académico.

El cambio realmente significativo llegaría más de dos décadas después, entre 1976 y 1977, con la administración del Presidente Jimmy Carter y la vicepresidencia de Walter Mondale.

Richard Nixon | Agence France-Presse

De Mondale a Biden

En la administración de Carter el vicepresidente fue llevado por primera vez al Ala Oeste de la Casa Blanca, lo que fue símbolo de la importancia que se le daba al cargo, mientras que en la práctica significaba convertirse en miembro del círculo íntimo del Presidente.

“El vicepresidente ha funcionado (desde entonces) como un consejero de alto nivel para el Presidente y un solucionador de problemas también de alto nivel”, dice Goldstein.

Al inicio de su administración, el Presidente Carter envió a Mondale a reunirse con los principales líderes aliados de EEUU alrededor del mundo. Más tarde, le encargó otras importantes misiones diplomáticas.

En 1977, por ejemplo, se reunió con el representantes sudafricanos para hacerle notar que Estados Unidos no aceptaría el Apartheid; en 1979 entregó un discurso en la Convención de las Naciones Unidas y más tarde viajó a China para normalizar las relaciones entre ambas naciones.

“Los otros vicepresidentes básicamente siguieron este rol”, asegura Goldstein.

En efecto, el modelo Carter/Mondale se repetiría durante los últimos 44 años, tanto en gobiernos republicanos como demócratas.

“Lo que es importante de estos cambios (…) es que estos se realizaron sin ninguna modificación a nuestra Constitución ni a las leyes”, reflexiona.

En esa línea, agrega que éstos “se han materializado en la medida en que se intentaron y establecieron nuevos patrones de comportamiento. Y como otras administraciones vieron que funcionaban, las adoptaron o adaptaron. Y mediante la repetición se volvieron parte de una práctica esperada respecto de cómo funciona un gobierno”

“Esperamos que nuestro vicepresidente esté en el ruedo, que esté ayudando al presidente como un consejero y como un solucionador de problemas (…) Estos cambios realmente han sido uno de los mayores triunfos de nuestro sistema constitucional del último siglo o más”, sentencia Goldestein.