La Junta birmana ha decidido suspender las telecomunicaciones y las conexiones a Internet para aislar al país del resto del mundo y bloquear las redes sociales. Ante esta situación, los manifestantes se apoyan a veces en la desobediencia de los operarios o se apresuran a comprar tarjetas SIM tailandesas.

Para conectarse a internet en Birmania, todavía hay algunos accesos de wifi abiertos en los grandes hoteles, oficinas, algunas torres de apartamentos, pero la mayoría de la población está privada de acceso a Internet y a las redes sociales.

El país quedó aislado del mundo. Esto hace imposible obtener información en tiempo real, ya que antes los manifestantes podían enviar fotos y vídeos desde el lugar de los enfrentamientos con la policía.

Era más fácil autentificar estos vídeos, que se publicaron en gran número en las redes sociales, y hacer un seguimiento del número de muertos.

Hoy en día, entre el momento en que se toma la foto y el momento en que la persona puede encontrar un acceso wifi pasa mucho tiempo y muchas menos personas envían este tipo de información.

Con menos fuentes, es más difícil autentificar las imágenes y este fin de semana, por ejemplo, se han encontrado varios cadáveres en Mandalay sin que se explique qué ocurrió exactamente.

Propaganda militar

Los birmanos tienen relativamente pocas formas de sortear estas suspensiones de Internet, pero parece que los operadores de telefonía móvil no respetan a rajatabla las consignas de la junta. Siempre hay un momento del día en el que se restablecen brevemente las conexiones.

En las regiones fronterizas, muchas personas utilizan tarjetas SIM tailandesas, que se han convertido en un bien preciado, especialmente en el estado de Karen.

Lo anterior, ya que limita con Tailandia y es donde muchos miembros de la resistencia birmana se han refugiado bajo la protección del ejército de esta etnia.

Todos estos combatientes de la resistencia utilizan tarjetas SIM de la vecina Tailandia para continuar su trabajo.

La batalla de las redes sociales

Las redes sociales son una importante cuestión de poder en esta batalla entre la Junta y los activistas y militantes birmanos. Los militares disponen de varios medios de comunicación en los que pueden desplegar su propaganda.

Recientemente, varios empresarios declararon para acusar a Aung San Suu Kyi de corrupción.

Los medios de comunicación militares presentan a los manifestantes como una minoría de terroristas peligrosos y egoístas, indiferentes al estancamiento económico del país, que está sumiendo a millones de personas en la pobreza.

Este tipo de propaganda funcionó tras el golpe de 1988, cuando los militares consiguieron aislar a los resistentes y a los estudiantes presentándolos como extremistas.

Pero esta vez, en la era de las redes, los manifestantes pueden presentar su propia versión de los hechos, contar su propia historia para no perder el apoyo del público. Siempre y cuando, por supuesto, tengan acceso a Internet.