Haití cierra este 2021 sin celebraciones, ni oficiales ni extraoficiales, tras uno de sus años más trágicos, marcado en especial por el asesinato del presidente Jovenel Moise y el terremoto que dejó en ruinas el sur del país.

Sumidos en la pobreza, en la inestabilidad política y cercados por el creciente poderío de las bandas armadas, los haitianos tienen pocos ánimos de fiesta este año nuevo.

El 1 de enero, en Haití, tiene además sentido patriótico, puesto que se celebra la independencia del país, siendo este 2022 el 218 aniversario de la efeméride.

Las últimas celebraciones masivas en Haití se produjeron en los carnavales de 2021, el pasado febrero, cuando el país se entregó a fiestas multitudinarias en ciudades como Jacmel (sur), o Port-de-Paix (norte), a pesar de que en esos momentos ya atravesaba fuertes turbulencias políticas.

El presidente Moise decidió llevarse la celebración del Carnaval Nacional a Port-de-Paix, precisamente, para alejar la fiesta de la crisis política que empaña todo en Puerto Príncipe.

Allí pudo bailar y compartir la alegría con sus compatriotas, antes de que el país se sumiera en el luto.

A su asesinato, perpetrado en su residencia privada en Puerto Príncipe el 7 de julio, le siguió el terremoto del 14 de agosto, que causó más de 2.200 muertes. El sismo de 7,2 grados dejó además más de 300 desaparecidos y 690.000 damnificadas, y supuso una pérdida del 15% del PIB de Haití, cuya economía se contrajo un 3,3% en 2020 y podría menguar un 1,3% adicional al finalizar este año. Fue el movimiento telúrico de mayor magnitud tras el sucedido en enero de 2010, que causó más de 300.000 muertes y 1,5 millones de damnificados, muchos de los cuales siguen sin un techo.

La Policía Nacional no tiene capacidad para doblegar a las bandas armadas, que han ganado poder en Haití tras el magnicidio, aunque ya hacían cundir el terror en el área metropolitana de la capital en enfrentamientos por el territorio que en junio obligó a miles de personas a huir y convertirse en refugiados en su propio país. Los secuestros indiscriminados son una de sus formas de financiación, raptos que el Centro de Análisis de Investigación en Derechos Humanos (Cardh) cifra en 949 en lo que va de año, incluyendo a 55 extranjeros de cinco países.

La actividad económica trata de mantenerse a flote después de esos varapalos y ante el desafío de las bandas, que practican secuestros a diario, ejercen un férreo control sobre importantes barriadas de la capital y han sido capaces de paralizar el país durante semanas, cortando el suministro de combustible.

Ahora, Ariel Henry ostenta el poder como primer ministro, pero en sus cinco meses de gestión no ha logrado propiciar las condiciones necesarias para celebrar elecciones, de momento previstas para finales de 2022, a pesar del apremio de Estados Unidos para establecer una cita electoral urgente. Haití tiene un Gobierno que no fue elegido en las urnas como consecuencia del asesinato de Moise, perpetrado dos meses antes de los comicios que debieron celebrarse en septiembre. Además, desde hace dos años el Parlamento está clausurado y carece de un Poder Judicial plenamente operativo.

Además de celebrar elecciones, el primer ministro Henry tiene como meta poner en marcha planes para adoptar una nueva Constitución, un proyecto en el que Moise tenía gran empeño.

El anteproyecto prevé reforzar la figura del presidente, la eliminación de la figura del primer ministro y la creación del cargo de vicepresidente, que sería elegido por sufragio directo, aunque se mantendrían las reglas actuales que permiten dos mandatos no consecutivos, cada uno de cinco años de duración.