El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, inicia el domingo una visita de tres días a Israel, su aliado clave junto a Estados Unidos, sin haber desvelado si llevará adelante el prometido y polémico traslado de la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén.

La visita es de gran relevancia para ambos países.

Bolsonaro deberá sopesar los riesgos de perder apoyo de la influyente bancada evangélica si aplaza el traslado de la sede diplomática,
o de perder mercados en los países árabes si cumple su promesa, descontentando así a sus también poderosos aliados del mundo del agronegocio.

Al primer ministro Benjamin Netanyahu, la visita le servirá para mostrar el respaldo de un país grande en plena campaña electoral, después de haber obtenido el reconocimiento de Estados Unidos a la anexión de los Altos del Golán, arrebatados a Siria en la Guerra de los Seis Días de 1967.

Ni Brasil ni Israel han detallado aún el cronograma ni los asuntos a tratar, pero se espera que del lado brasileño se busque fortalecer las exportaciones, principalmente de soja y carne, y sellar acuerdos para el uso de tecnología punta israelí, especialmente en la producción de agua potable para el semiárido nordeste del país.

Bolsonaro, un excapitán del Ejército, también ha mostrado interés en intensificar la cooperación militar para tener acceso a los sofisticados equipos de defensa israelí.

“No podríamos traer estas tecnologías si no hubiéramos elevado el nivel de la relación con Israel. Las cosas no son gratuitas”, declaró este miércoles el canciller Ernesto Araújo, un representante del “ala ideológica” del gobierno, que busca afianzar a Brasil como aliado clave de otros gobiernos nacionalistas y ultraconservadores.

En 2018, las exportaciones brasileñas a Israel sumaron 321 millones de dólares, mientras que las importaciones, especialmente fertilizantes y productos químicos, totalizaron 1.168 millones, según datos del gobierno brasileño.