Durante cinco horas, y por aceptar una cerveza de un desconocido, el periodista del matinal Muy buenos días, Matías Vera, estuvo drogado involuntariamente. No sabe qué dijo ni qué hizo. No recuerda nada. Sólo está seguro de que al incorporarse por completo, faltaban muchas cosas en su departamento de Santiago.

Vera es un periodista oriundo de Concepción que llegó hace pocos meses a Santiago para trabajar en el canal estatal. Pasó por el noticiero, para luego incorporarse al equipo del programa matutino conducido por Ignacio Gutiérrez, María Luisa Godoy y Cristián Sánchez.

Según comenta, cayó en la trampa hace un par de meses por inocente. Y es que la peor noche de Matías comenzó cuando salió de fiesta con una amiga. “Hicimos una previa en su casa. Bailamos toda la noche, hasta que cerraron la disco y, cuando terminó, la fui a dejar a su casa”, cuenta en conversación con BioBioChile.

La cerveza

Eran eso de las 05:00 horas y Vera pasó a dejar a su compañera. Estaba a unas cuatro cuadras de su departamento por lo que decidió caminar, pensando en que la luminaria pública le daría seguridad. A pesar de la hora, cerca de él aún había gente.

“En la Avenida Santa María hay feria todos los domingos. Cuando pasé por ahí habían hartas personas instalando sus puestos (…) había mucha gente dando vueltas (…) yo no iba ebrio ni nada parecido”, recuerda.

Mientras apuraba el paso, apareció un joven. “Un compadre”, dice Matías. Le pidió plata, pero el periodista había salido sólo con tarjetas. “En ese momento empezó a contarme que era de una comuna de la periferia de Santiago, y que sus amigos habían salido a carretear con él y lo habían dejado solo”, rememora. En tanto, Vera seguía caminando, aunque ahora en compañía de un desconocido.

La historia continuó. Que estudiaba educación física en alguna casa de estudios, que vivía lejos, que no tenía dinero. “Me contó algo tan bien contado, que le creí y me decidí a acompañarlo hasta que empezaran a pasar buses”, asegura el periodista.

Ambos se sentaron a esperar en una banca cercana a la feria, mirando al río Mapocho. El desconocido siguió contándole su vida, hasta que abrió su mochila. “Sacó una cerveza y me ofreció. Yo le dije que no, porque no quería, no porque haya pensado mal. Él se la tomó solo en unos minutos y sacó otra cerveza”, cuenta Vera.

“Ya po, si me estás acompañando, tómate un sorbo. Uno no más”, le dijo el joven. Matías la recibió, pero reconoce que tiene problemas para abrir latas y la devolvió. En cosa de segundos, y frente a él, el aparecido se la abrió y se la pasó.

Eran cerca de las 06:00 horas y Matías le hizo caso. Tomó un sorbo. El primer pensamiento fue “oh, la cerveza mala”. Estaba desvanecida y tibia, al menos eso fue lo que notó. Más tarde seguiría conversando -y probablemente bebiendo-, pero bajo los efectos de una extraña droga.

“Nos robaron”

“No recuerdo nada de nada”, dice Matías. De seguro estuvo un par de minutos más con él. Después de ese primer sorbo la cerveza quedó ahí o se la devolvió. No logra acordarse bien.

Sólo sabe con certeza que, horas más tarde, despertó en su casa porque su compañero de departamento le golpeó la puerta. “Matías, ¿viste mi computador? No lo veo por ninguna parte”, lo emplazó.

El periodista figuraba en su cama vestido, hasta con zapatillas puestas. “No tengo idea, ¿por qué yo tendría que saber?”, contestó. Quería seguir durmiendo. Todavía no se incorporaba del todo, cuando escuchó otras palabras que lo dejaron helado. Su compañero le dijo que debería saber porque, según escuchó desde su pieza, llegó durante la madrugada con gente a “carretear” al departamento.

“Llegaste con tres o cuatro personas y se reían, entraban al baño, a la cocina (…) se notaba que estabas en confianza”, le aseguró. Pero Vera no lograba acordarse. “En mi mente sólo pensaba que eso nunca ocurrió”, dice el comunicador.

Se levantó apurado y miró a su velador. Su iPhone no estaba. Buscó y tampoco estaba su iPad, ni su computador. Hasta le faltaban trajes y dos pares de zapatos de su closet.

Salió de la pieza y se dirigió al lugar donde debía estar el computador de su compañero. “Cuando vi, lo miré y al mismo tiempo dijimos ‘nos robaron’“, recuerda.

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La única pista

Todos los archivos de los aparatos Apple, que estén conectados a una misma cuenta, van a dar a un ciberespacio en común. La “nube”, le llaman. A esa carpeta se puede acceder, también, desde computadores. Matías había bloqueado sus aparatos horas después de enterarse del robo pero, aún así, revisó.

Al mirar se encontró con una fotografía que aclararía la situación. Junto a todo su material, vio una imagen que no era de él. Aparecía otra persona que rápidamente logró identificar: era el mismo que le había dado la cerveza.

Vera interpreta que, luego del robo, una tercera persona le tomó la fotografía. BioBioChile tuvo acceso a la imagen (que por razones judiciales y de presunción de inocencia no publicará), y en ella se ve, de forma borrosa, a un hombre de perfil.

La denuncia en la PDI ya estaba hecha. El caso lo había tomado la Fiscalía Metropolitana Oriente. No obstante, no habían novedades.

La fotografía fue incluida en la carpeta de investigación, pero aún así no han habido resultados. “Han pasado varios meses, yo entiendo que la carpeta ya está a punto de archivarse”, explica el periodista.

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La “droga” y cómo no caer

Luego de darse cuenta de que varias de sus pertenencias no estaban en el departamento, Matías se puso en contacto con conocidos de la policía. En cosa de minutos le tomaron la declaración y le explicaron qué fue lo que le pasó. En ese momento recién comenzó a armar el puzle mental.

“Me detallaron que lo que tomé fue una mezcla de benzodiazepinas que, según me explicaron, son una mezcla de somníferos y antidepresivos (…) lo que hacen es que no te vas a negro sino que producen que te vuelvas vulnerable. Le dicen la droga de la sumisión”, recordó.

De esa forma, lograron que hiciera y dijera todo lo que le pidieron, olvidándolo todo en las horas siguientes. Las sospechas indican que de alguna forma inyectaron los químicos en el bebestible o, derechamente, los pusieron en la boquilla de la lata.

El doctor y expresidente de la Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, Carlos Francisco Fernández, explicó en una columna publicada en el periódico El Tiempo que gran parte de las drogas utilizadas para doblegar la voluntad provienen de las benzodiazepinas.

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“Se sabe que actúan en poco tiempo y a los treinta minutos pueden producir somnolencia, mareos, disminución de la concentración, falta de coordinación, y a nivel cognitivo, confusión e incapacidad para discernir. Llama la atención que producen un déficit de la memoria, por lo que algunas personas no recuerdan lo que realizaron cuando estuvieron bajo sus efectos”, explica.

Por eso es que, en general, los delincuentes persiguen a sus víctimas hasta que las drogan, para luego cumplir sus cometidos: asaltar, robar casas o, incluso, abusar sexualmente.

El especialista recomienda “no recibir bebidas de extraños, no perder de vista las bebidas propias, exigir que los envases sean destapados en su presencia y ante el cambio de sabor o característica de la bebida, simplemente abstenerse de tomarla”.

Además, señala, en caso de encontrarse con una víctima, es necesario concurrir rápidamente a un recinto asistencial. Así, con el tratamiento adecuado, se evitaría una absorción rápida de los químicos en el organismo.

De esto bien sabe Matías. Él, desde su experiencia, aconseja “jamás en la vida aceptar algo para tomar de nadie y nunca más caminar de noche, aunque sean cuatro cuadras. En cuatro cuadras pueden pasar muchas cosas”.