Un extenso reportaje de The New York Times dejó al descubierto los riesgos de una herramienta habitual y característica en la industria automotriz contemporánea: la implementación de las “llaves electrónicas”.

Según el matutino estadounidense, desde 2006 24 personas han muerto asfixiadas por monóxido de carbono en accidentes relacionados a las llaves electrónicas. Esto, luego que sus conductores no repararan en que habían dejado el vehículo en marcha cuando creían que estaba apagado.

El error se ha vuelto común en conductores de avanzada edad, para quienes el sonido de los motores modernos muchas veces resulta imperceptible. Si bien los desenlaces fatales no son la tónica, otras víctimas de la maniobra han constatado daño cerebral y otros efectos colaterales.

Le ocurrió a Fred Schaub. Una mañana de verano de 2017, tras creer que había apagado su Toyota RAV4 en el garaje, fue encontrado muerto 29 horas después producto del monóxido de carbono que liberó el motor mientras dormía.

“Después de 75 años de conducción, mi padre pensó que cuando sacó la llave del automóvil, este estaría apagado”, contó Doug Schaub al matutino estadounidense, hijo de la víctima.

Las llaves electrónicas, según la publicación, son un “estándar” en más de la mitad de los 17 millones de vehículos que se venden anualmente en Estados Unidos.

Hace siete años, la Society of Automotive Engineers hizo pruebas con una serie de sonidos para alertar a los conductores que sus automóviles seguían funcionando a pesar de no tenían la llave puesta.

Por ahora, las autoridades confían en que serán los fabricantes de automóviles quienes incorporen dichas medidas preventivas voluntariamente. Sin embargo, una encuesta de The New York Times a 17 compañías automotrices descubrió que, si bien algunos fabricantes van más allá de las normas recomendadas, varios han quedado al debe en materia de seguridad.