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Carl Sagan y Ann Druyan se enamoraron mientras trabajaban en la selección de sonidos para el disco de oro de las sondas Voyager, una misión de la NASA que envió al espacio información clave sobre la Tierra para hacer contacto con civilizaciones extraterrestres.

Seguramente has oído hablar del disco de oro de las sondas Voyager, un mensaje que envió la humanidad hacia el espacio en busca de hacer contacto con otras civilizaciones. Una de las personas tras este visionario proyecto fue el reconocido astrofísico Carl Sagan, que en medio de todo eso, se enamoró.

El disco de oro fue una misión de la NASA, pero quien estuvo a cargo de la parte que implicaba seleccionar su contenido fue nada más que Sagan y sus colaboradores, entre ellos figuraba Ann Druyan.

Sagan y Druyan, que fue Directora Creativa del proyecto, conectaron desde el día uno, pero su lazo se hizo más fuerte mientras buscaban los sonidos que incluirían en los discos para que los escucharan los extraterrestres… si es que los hay.

Bien avanzado el trabajo de las Voyager, poco antes de que las lanzaran al espacio, ambos tuvieron una llamada telefónica reveladora que terminaría uniéndolos hasta que él falleció.

¿Quién fue Ann Druyan?

Druyan no era científica, de hecho, abandonó la universidad desencantada del sistema educativo y terminó acercándose a lo que en los 60’s llamaban la “contracultura”, cuando la juventud de la época comenzó a formar parte de movimientos antisistema, como los “hippies”, por ejemplo. Hoy es escritora y productora.

En una entrevista con la BBC para un capítulo de la serie Witness History, Ann contó como fueron esos años de su vida, justo antes de conocer al astrofísico.

“Cuando llegaron los años 60, fui tan feliz. Tras las restricciones y la supresión de los años 50, había llegado una apertura mágica de todo. Fui a cada manifestación y participé en todo el júbilo de la contracultura“, expresó.

En medio de ese apogeo, Druyan se juntaba con músicos, artistas y cineastas que respaldaban la contracultura, y entre aquellas personas conoció a Nora Ephron, guionista, periodista y directora de cine estadounidense. Esto la llevó a Sagan.

Ann contó que una vez la invitó a cenar y allí lo conoció: “Recuerdo escuchar esa risa fantásticamente libre, atractiva y cautivadora proveniente de este hermoso hombre que estaba acostado en la alfombra de la sala de estar de Nora con las manos entrelazadas detrás de su cuello”.

Foto de Ann Druyan
Ann Druyan | Good Reads

“Nuestros ojos se encontraron. Y lo que siguió fue una conversación maravillosa sobre el béisbol y León Trotsky, y prácticamente todo bajo el Sol: el comienzo de una relación absolutamente espectacular”, dijo.

Pero el amor no surgió precisamente allí. Carl Sagan estaba pasando por su segundo matrimonio con la guionista Linda Salzman, con quien se casó en 1968. Pasaron tres años desde que se conocieron hasta que finalmente decidieron estar juntos.

“Trabajamos juntos en un proyecto y nos dimos cuenta de que estábamos sincronizados y teníamos una hermosa complementariedad y así, para mi alegría eterna, cuando el proyecto discográfico Voyager se hizo realidad, una de las primeras personas a las que Carl recurrió fue a mí… y ¡qué suerte tuve de que lo hiciera!”, manifestó Druyan.

El disco de oro

Ann no tenía estudios, pero era una persona culta y tenía 4 o 5 trabajos para mantenerse a falta de una profesión. Además, por ese entonces estaba tratando de escribir una novela.

“Carl sabía de mi pasión por la música, y también le gustaba mi forma de pensar. Tan pronto como la NASA aprobó el proyecto, me dijo: ‘Quiero hacer esto contigo’; le dije: ‘Voy a necesitar un título’, porque, como mujer, estaba acostumbrada a no ser escuchada, interrumpida e invisible”, recordó.

“Sabía que como no tenía ninguna credencial académica, sin un título, sería muy difícil acceder al tipo de material que soñaba con poner en el disco. Dijo: ‘Puedes ser la directora creativa’. Me quedé atónita. Significaba que podía decir: ‘Hola. Soy la directora creativa de un proyecto de la NASA para crear un mensaje interestelar’. Aunque algunos pensaban que estaba loca, sonaba muy bien”.

Sagan también incluyó a su esposa y al novio de Ann, Timothy Ferris, con quien se supone que se iba a casar antes de conocer al astrofísico. Los 4 emprendieron la misión de elegir qué poner en los discos de oro de las Voyager 1 y 2.

La tarea de Ann específicamente fue buscar los sonidos que irían en el disco, para lo que tuvo que trabajar con etnomusicólogos, que estudiaban el lado cultural y social de la música.

Disco de oro de las Voyager 1 y 2
Disco de oro de las Voyager 1 y 2 | Wikimedia Commons

“Realmente quería que fuera completamente global y averiguar qué piezas eran consideradas grandiosas en otras culturas en lugar de incluir las pocas de otros países que los estadounidenses y los europeos se dignaban escuchar”, explicó. Y en paralelo tuvo que buscar sonidos de la Tierra.

“Quise contar la historia en orden cronológico, empezando con los sonidos geológicos de la Tierra (volcanes, terremotos, rayos, vientos, lluvia, mar). Luego, los sonidos de la vida (cantos de pájaros, elefantes y animales de todo tipo) hasta que empiezas a escuchar los sonidos de los primates. Y en última instancia, la risa de un humano”. Esta risa precisamente fue la de Carl Sagan.

Druyan también incluyó sonidos de la tecnología humana, como el de un tren, código morse, las sirenas de un barco, así como el sonido de un beso y la multitud de un estadio. En 1977, mismo año que despegaron las Voyager, también grabaron los sonidos del cuerpo humano (como el latido del corazón y las ondas cerebrales), usando a Druyan como modelo.

“Así que, al final, está esa grabación personal de mi meditación, junto con el sonido más distante jamás registrado en ese momento: la frecuencia de un púlsar, una estrella de neutrones que gira rápidamente. Ese sonido del púlsar y el sonido de mis ondas cerebrales son los sonidos más íntimos y los más distantes del disco… y son muy similares”, recordó.

La canción que unió a Carl Sagan y Ann Druyan

Druyan trató de ser lo más diversa posible a la hora de elegir la playlist musical del disco de oro, incluyó a cantantes afroamericanos, música de diversos países y diferentes culturas.

“Estábamos decididos a incluir música, sonidos, pensamientos, saludos, no solo en 59 idiomas humanos, sino hasta en el idioma de las ballenas jorobadas. (…) Además hay música gamelan javanesa, percusión senegalesa, zampoñas y tambores peruanos, música de los aborígenes de Australia, el canto nocturno de los Indios Navajos, que suena como una canción de grillos”.

“El disco Voyager estaba destinado a audiencias extraterrestres en algún momento de un futuro muy improbable, pero también a una audiencia terrestre, y queríamos decir que apreciábamos las voces de todos. Y creo que eso se sostiene”, añadió.

Pero fue una canción en particular la que hizo el click que terminó consolidando a la pareja, se trató de una melodía oriunda de China.

“Fue una experiencia tan emocionante. Ninguno de los miembros del equipo había escuchado nunca una auténtica pieza de música china, y nos avergonzábamos de nuestra ignorancia. Tras buscar mucho cuál incluir, un amigo me recomendó un etnomusicólogo de la Universidad de Columbia. No dudó ni un momento: ‘¡Fácil! Liu Shui (Corrientes de agua). Es una de las piezas más antiguas de la música china, y trata de nuestra relación con el cosmos“, reveló.

La pieza deslumbró a Ann, “llamé a Carl, que estaba en Arizona dando una charla, y dejé un mensaje con el operador del hotel. Esperé alrededor de una hora, muy emocionada de contarle sobre este descubrimiento, y finalmente timbró el teléfono y escuché esta magnífica y hermosa voz decir: ‘Regresé a mi habitación de hotel, y encontré el mensaje de que Annie llamó, y me pregunté: ‘¿por qué no me dejaste este mensaje hace 10 años?’“.

Carl Sagan y Ann Druyan
Carl Sagan y Ann Druyan | Universidad de Cornell

“Fue como si me hubiera caído un rayo. Le dije, nerviosa: ‘¿Para siempre?’, y él dijo: ‘¿Quieres decir casarnos?’. Recuerda, habíamos sido amigos por tres años, habíamos estado solos muchas veces, y nunca hubo un indicio, ni un guiño, ni una señal de que la relación fuera otra cosa que lo que era. Entonces dije: ‘Sí. Me caso contigo’. Y ambos colgamos el teléfono“.

Según cuenta Druyan, Carl Sagan volvió a llamarla unos instantes después para asegurarse de que había entendido bien. “Entré en pánico porque pensé: ‘entró en razón y se dio cuenta de que ya está casado’. Me dijo: ‘Solo quiero asegurarme de que realmente sucedió. Nos vamos a casar, ¿cierto? Y le dije: ‘Sí, nos vamos a casar’. Y eso fue todo”.

En realidad no terminó allí. Sagan y Druyan decidieron mantenerse al margen por un tiempo, considerando que sus parejas trabajaban con ellos. Tuvieron que esperar hasta el lanzamiento de la Voyager 1 para hacer algo.

La misión estaba programada para el 20 de agosto de 1977 y la conversación telefónica ocurrió el 1 de junio de ese mismo año, por lo que fueron casi dos meses de espera.

No queríamos hacer cosas a escondidas. Además, si nos permitíamos comenzar nuestra relación antes de que se lanzara una de las naves espaciales con el disco, pondríamos en riesgo toda la misión, por lo que ejercimos un enorme autocontrol”, admitió Ann.

“Pero a la 1:00 en punto del 22 de agosto hablamos con nuestras parejas y les dijimos que nos habíamos enamorado locamente. A partir de ese momento nunca nos separamos”, completó.

Se casaron en 1981 y tuvieron 2 hijos. “Era el cielo. En serio. Porque para mí, estar con alguien a quien consideraba una de las personas más inteligentes de su tiempo, y que me tratara con tanto amor y respeto, me dio una confianza que nunca antes había tenido“, dijo la enamorada.

Sin embargo, Sagan falleció de cáncer en 1996, a los 62 años. Para Ann, “fue brutal. Todavía recuerdo vívidamente el sentimiento. Lo experimenté como una amputación masiva. Esa es la única forma en que puedo describirlo“.

Para homenajearlo, Druyan revivió la serie Cosmos, que habían lanzado juntos en los 80’s y es hasta hoy una de las series más célebres sobre ciencia para público general. Ann realizó dos temporadas más en 2014 y en 2020, presentadas por el astrónomo Neil deGrasse Tyson.

A la fecha, las sondas Voyager siguen viajando por el espacio con sus discos de oro, aunque ya no envían tantos datos a la Tierra como hicieron en un principio, continúan su misión de recorrer el espacio interestelar (más allá del Sistema Solar) esperando un día ser encontradas por otros tipos de vida inteligente.

Los discos de oro también incluyen la ubicación de la Tierra en el cosmos, así que un día, ¿quien sabe? En el futuro quizás podrían encontrarnos.