La aplicación de la herramienta jurídico-política de la Acusación Constitucional, que desde 1822 está en la Carta Fundamental de Chile, jugó un efecto no escrito ni exacto, pero muy cercano a la declaración de “tablas”, como en el ajedrez. Más que un empate con igual marcador como en el fútbol, en esta otra situación, ninguna de las partes logró imponerse a su adversario.

Por una parte, la aprobación de la Acusación Constitucional a Andrés Chadwick, le dio una victoria a la oposición democrática, porque mucho más allá de la contundencia de las pruebas relativas a la violación de los Derechos Humanos, reconocidas por los organismos internacionales más reconocidos en la materia, frente a las cuales el gobierno de Piñera tiene una responsabilidad política imposible de eludir, que se concentra inequívocamente en el ministro del Interior y Seguridad, a pesar de esa realidad que indicaba que la acusación se iba a aprobar, el piñerismo se empeñó en presagiar lo contrario, especulando con las decisiones individuales de uno u otro senador, en particular, de J.M.Insulza. Nadie pisó el palito o escuchó los cantos de sirena.

En consecuencia, cuando se cerró la votación y no hubo quiebre alguno en las fuerzas de oposición, se vino la noche en el oficialismo y una inocultable desazón se extendió en sus filas, que se canalizó en una retórica algo histérica que intentó victimizar al otrora hombre fuerte y de total confianza del gobernante que conocía el sabor amargo de la derrota después de llegar a las alturas o a los recovecos del poder desde la Ceremonia de Chacarillas con Pinochet, en 1977, hasta este miércoles 11 de diciembre.

Al revés, la caída de la Acusación Constitucional en contra de Sebastián Piñera, ha permitido a la derecha recuperar el habla y mostrarse exultante. No puede ser de otra manera. La abigarrada nube de funcionarios que encabezaron los aplausos deben sus bien provistas posiciones de privilegio al gobierno piñerista, así que una y otra cosa, es decir, ellos y el gobierno se confunden en una sola cosa.

Asimismo, rodearon la eventual aprobación de esta Acusación Constitucional de una serie de presagios apuntando a una inestabilidad teñida de algo más, de una amenaza tácita, de oscuro vaticinio, que al no ocurrir acentuó sus propios festejos.

Por consiguiente, ambos bloques políticos a pesar de su rivalidad, oficialismo y oposición tuvieron motivo de amargura y satisfacción.

En todo caso, el que más ganó fue el gobernante, algo poco debió dar a los diputados que desgajó del voto de apoyo a la Acusación, así hay registro de los pasos de su “delfín” por los pasillos de la Cámara, pero ordenó sus filas en torno a su permanencia, aunque haya tenido que entregar un “coronel”. En su caso, así ha ocurrido siempre. Soldado que se salva sirve para otra batalla, no importa como sea.

Camilo Escalona Medina
Ex Presidente del Senado