Estrenada en octubre del año pasado, y parte de la programación de Santiago a Mil 2022, “Cómo convertirse en piedra” se mueve alrededor de una “estructura dramática mineral”, idea que se aleja a propósito de lo humano como epicentro.
Las Ciencias de la Tierra ayudan a instalar en la conciencia humana la necesidad de conocer la Naturaleza y su ingobernable fuerza, lo que ayuda también a distanciarse del concepto antropocéntrico de que el hombre es la “medida de todas las cosas”.
Pensamientos que rebrotan con el desafío escénico y filosófico que propone “Cómo convertirse en piedra”, de la dramaturga y directora Manuela Infante (“Prat”, “Cristo”, “Xuárez, “Estado vegetal).
Cuerpos aparentemente inertes que protagonizan “Cómo convertirse en piedra” llegan al espectador luego de ser presionados para mostrar lo que esconde su memoria y a través del lenguaje propio que descubre en ellos la directora.
Sedimentos que han conformado piedras y rocas, restos de todo tipo, incluso humanos, todo posible de encontrar-observar como parte del desierto que la dramaturga y directora eligió como espacio escenográfico para instalar la obra, subrayando el sentido físico, material y simbólico que tiene especialmente en Chile.
Al escarbar un poco se encontrarán vestigios de memorias antiguas y contemporáneas, datos sociológicos, huella de las migraciones internas y extranjeras.
Aproximaciones cercanas
Esta propuesta deja de lado narrar una historia: se muestra como una instalación escénica sin personajes convencionales, con coreografías donde los tres actores-estatuas humanas están al servicio de muñecos y piedras, cambiándolos de lugar, construyendo diversos volúmenes con parte del piso que cubre el escenario, sugiriendo y acompañando su movilidad.
Como las placas y los relieves de la geografía terrestre, las piedras, rocas y montañas resultaron de las explosiones de materiales siderales ígneos y crepitantes.
La forma que la obra utiliza para aproximar al espectador los objetos que usa están construidos con semillas envueltas en tela, un material que sugiere lo que palpita, adapta o cambia, que pierde en momentos su rigidez y dureza al chocar contra el suelo o al ser manipulados, detalles como muchos otros que perfilan en conjunto ángulos del lenguaje de las cosas.
Varios relatos se desarrollan de manera simultánea, mejor dicho, vestigios de alusiones temáticas o enunciados de historias cada cual con un sentido propio.
Más recursos
Ocurre lo mismo con otros recursos que utiliza (sonido, iluminación, imágenes proyectadas), todos con vida propia, invasivos materialmente, por tanto, súper presentes desde el escenario: crean una nueva realidad imposible de soslayar por el espectador.
Entre los diversos recursos del montaje (reiterando que cada uno tiene vida, lenguaje y sentido propios), sobresale en el amplio escenario la parrilla de iluminación.
Sin embargo, desde su independencia formal, estética y funcional todos convergen en la construcción de un ambiente escénico donde la “idea piedra” es núcleo y referencia que buscan las cosas y los cuerpos humanos.
La materialidad -volúmenes, cantidad, peso, diseño, iluminación, sonido- se impone en esta producción escénica y entrelaza a sus componentes en la asimetría y en una suerte de caos que el paso del tiempo escénico irá sedimentando, sugiriendo, arrastrando, transportando ideas sobre la sociedad, la explotación de las personas y de la tierra.
Algo similar sucede con los textos proyectados en pantalla, síntesis extrema, sugerencias de ideas incompletas o apenas enunciadas, poéticas a veces. Aluden a procesos vitales, a reinserción, reciclaje, todo se transforma, a cosas completas o partes de lo que es o fue, como puede ser una falla geográfica en medio del territorio en que se encuentra.
Sistemas y estructuras
En conjunto, sobre el escenario, la directora va creando sistemas complejos y dinámicos de energías materiales que se entrecruzan y experimentan variaciones, sin que pierdan sus autonomías sin diluir de dónde vienen ni su trazabilidad.
Una propuesta que supera, incluso, la alternativa contemporánea posdramática, una “estructura dramática mineral” (cómo sería de aplicar en escena la manera de comportarse de piedras y rocas), como plantea expresamente la obra, donde los múltiples sentidos son aportados por elementos que caracterizan a cada recurso empleado, que convergen en escena mostrando otras formas de relacionarse.
En realidad, las piedras y las rocas también pueden considerarse “cosas vivas”, por la forma sedimentaria acumulativa de su formación autónoma, proceso imposible de captar por el ojo humano.
Si bien es verdad que la obra no busca representar piedras ni rocas, no es menos cierto que recurre a la materialidad observable y medible por nuestro sentidos para hacer su planteamiento.
Una analogía valiosa que fortalece la reflexión filosófica para subrayar la necesidad de alejarse de las visiones humanas en la escena y mirar “otras formas de organización”, al tiempo que se instala en la materialidad insustituible.
Provocativa, estimuladora del pensar, evocar, reconocer y cambiar el punto de mira desde la maquinaria escénica de múltiples sentidos que se utiliza, propone esta instalación de amplio despliegue que pasa por estados y situaciones y configura una forma de trabajo que revitaliza el teatro chileno.