Aunque se ha recurrido a un hecho real como referencia dramatúrgica, no siempre se logra combinar credibilidad, con ternura y un alto porcentaje de eficacia escénica.
“Niña astronauta” se mueve entre estos valores, además de agregar cuotas de humor a una historia trágica y que conmueve por la ingenuidad de sus personajes.
Su protagonista es Nicole Aravena, niña de Villa Alemana, fallecida en 2006, debido a la xerodermia pigmentosa, una extraña enfermedad a la piel, provocada por la luz ultravioleta.
En la obra se filtra una cierta crítica a la exposición mediática que tuvo este caso y al aprovechamiento por parte de ciertas instituciones que prometieron, incluso, gestionar para ella un traje de astronauta en la Nasa estadounidense.
Sin embargo, Eduardo Luna, autor y director de esta propuesta de la compañía Lafamiliateatro, se concentra en la arista emotiva del relato y en el mundo que imaginan Nicole y su único amigo, Vittorio.
Desde esta vereda simplemente humana, Luna va construyendo la intimidad de Nicole (la actriz Pamela Alarcón), lo que siente y piensa, y sus deseos de vivir: respirar a todo pulmón fuera de su casa, apreciar el sol en su cuerpo…
Vittorio, en cambio (el actor Sebastián Silva), le trae noticias del colegio, le muestra fotos del barrio que ella antes visitó y comparte con ella su timidez y cierta incapacidad para alejarse de la soledad.
Son dificultades que los acercan y la arteria principal por donde fluye la escritura de dramaturgo y director, cuidadosa, respetuosa, sensible, emotiva y concreta, a la vez.
Juego adolescente
Los recursos escénicos que se utilizan son mínimos y funcionales: un espacio amplio -tal vez demasiado abierto-, puerta y ventana, una silla, librero, un proyector y algunos cuadernos.
Fundamental es la sugerencia que entrega parte del vestuario de la niña, coincidente con el título de la obra y el mal que padece: una pieza que cubre parte de su rostro y vendas que protegen sus manos afectadas por la enfermedad.
Todo lo demás se traspasa a través de actuaciones bien naturales que no persiguen una construcción sicologista, sí mostrar los cambios anímicos en ambos, la ingenuidad que comparten, la amistad que los une, sus desavenencias y qué los motiva para vivir, más allá de sus limitaciones.
Y como son adolescentes, la capacidad de juego forma parte de la obra y de una de las escenas más valiosas, cuando literalmente ambos vuelan por la habitación, como si estuvieran en un ambiente ingrávido, como los astronautas.
Allí se sienten libres y ellos mismos, sin necesidades de ningún tipo, excepto vivir, y saboreando la experiencia como nunca… hasta que Vittorio deberá irse a su casa, luego de prometer que volvería al día siguiente.
Una obra valiosa en su quinta temporada y una experiencia que Eduardo Luna registró en su antología dramatúrgica “La Imposibilidad del Silencio”, de Editorial Cuarto Propio.
Anfiteatro Bellas Artes. Parque Forestal s/n. Sábado y domingo, 20.00 horas. Entrada “a la gorra”. Hasta el 23 de julio.
