Tras 29 años de historia, la banda nacional Chancho en Piedra se despidió de su público con un último y multitudinario concierto. Pablo Ilabaca, su guitarrista fundador, fue el gran ausente de la noche.

Cuatro horas y cuarenta minutos duró el último concierto de Chancho en Piedra, banda nacional que tras 29 años de carrera dijo adiós a sus seguidores con un masivo show en Movistar Arena.

La cita comenzó a las 20:00 horas y congregó a más de 16 mil personas en el recinto capitalino; todo un hito para la banda comandada por Felipe Ilabaca, Lalo Ibeas, Leonardo Corvalán (Toño) y C-Funk. “Jamás pensamos que íbamos a llenar el Movistar”, comentó el bajista en uno de los pasajes finales del recital, cuyas entradas se agotaron en menos de 24 horas.

“Should I Stay or Should I Go”, el clásico de The Clash, fue la última canción que se escuchó antes de la irrupción del cuarteto, que acompañado por un set de bronces y otros músicos invitados dio la bienvenida a sus fans con “Hacia el ovusol”, “Bola de fuego”, “Cóndor” y “Sinfonía de cuna”, las primeras cuatro de un set que tuvo 55 canciones.

Chancho en Piedra se despide con show de casi cinco horas, entre lágrimas y sin uno de sus fundadores
Ignacio Orrego | @fotorock

Divido en cuatro actos, el programa repasó todas las etapas del colectivo, desde sus inicios en 1994 hasta sus días con C-Funk, fundador de Los Tetas, pasando por sus discos más emblemáticos e incluso por sus shows más recordados.

En este ítem, los músicos dedicaron uno de los segmentos (el segundo) al “Circo de los Hermanos Chancho en Piedra”, espectáculo que reunió a diversos artistas circenses en el recinto colindante al Parque O’Higgins.

Por lejos, uno de los pasajes más atractivos de la noche, donde hubo espacio para hits como “Paquidermo”, “Me vuelvo mono”, “Vida de oso”, “Animales disfrazados”, “El impostor” y “Volantín”. En “Oshcokota”, por ejemplo, una trapecista deleitó al público con piruetas mientras se elevaba sobre los músicos con un arnés ceñido a su cabeza.

Con cambios de vestuario incluidos y espacios para largos solos instrumentales, el grupo optó por no incluir invitados en su formación. Ni siquiera K-vezón (Pablo Ilabaca), fundador y exguitarrista que dejó la banda en 2018 para privilegiar otros proyectos. “El gran ausente de la noche”, lo definió su hermano Felipe, evidentemente conmovido.

“Todos estos años he intentado que su voz esté a través de mi voz. Él está hoy presente a través mío y de mis compañeros”, comentó con voz entrecortada alrededor de la tercera hora de concierto.

Pero a pesar de las toneladas de emoción contenida (tanto en protagonistas como en el público), o tal vez por lo mismo, el último recital de Chancho en Piedra también tuvo notorios puntos negros que entorpecieron la experiencia.

Chancho en Piedra se despide con show de casi cinco horas, entre lágrimas y sin uno de sus fundadores
Ignacio Orrego | @fotorock

Problemas de sonido (sobre todo en los segmentos con bronces), además de saturaciones que a ratos hicieron imposible distinguir algunas piezas, fueron una constante en las casi 5 horas de música. Otro problema: los juegos de cámara, que hasta la mitad del concierto sólo se dedicaron a enfocar a Ibeas caminando de un lado a otro, en un loop que a ratos se volvía un mareo.

Y quizás lo más importante: la duración. Desde luego que cuatro horas y cuarenta minutos de tu banda favorita son un deleite para cualquier fan (de dicha banda), pero también se pueden volver una tortura si no se consideran algunas medidas básicas. Es habitual que en shows de este tipo (más de 3 horas), haya lapsus intermedios para hidratarse, ir al baño, o simplemente salir a tomar aire. Nada de esto pasó. Y a la salida del recinto, no pocos lo repararon y lamentaron.

Consideraciones aparte, el último concierto de Chancho en Piedra pasará a la historia de la banda como uno de los más completos, desafiantes y sofisticados de sus casi tres décadas de carrera. En el desenlace, ya en el tercer bis, los miembros fundadores no pudieron esconder las lágrimas en la despedida. Una imagen que se repitió, entre el cansancio y el sudor, en algunos de sus seguidores.