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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

En "Oye Gabriela", de Elisa Clark, la portada con la foto de la protagonista en la Biblioteca Nacional marca la autorreferencialidad del texto. La historia gira en torno a Regina Coelli, atrapada en la biblioteca mientras investiga sobre la premio Nobel Gabriela Mistral. El enredo de personajes y la trama fragmentaria exploran la relación de Mistral con Chile, su independencia y sus relaciones homoafectivas. La novela se sumerge en el mundo literario, mostrando sus miserias y pasiones, con un ritmo intenso y una prosa irónica.

Oye, Gabriela, novela de Elisa Clark, acaba de ganar una nueva edición de la mano de la Editorial Cuarto Propio cinco años después de ser publicada por primera vez.

Por Ignacio Dávila

Escritor

La fotografía de la cubierta se extiende por el lomo del libro hasta la contraportada. Allí está Clark sentada en uno de los salones de la Biblioteca Nacional, con las piernas sobre la mesa. Ocupa el lugar que tradicionalmente le estaría reservado a la sinopsis y me atrevería a decir que, en cierto sentido, la reemplaza. Esa fotografía refuerza la autorreferencialidad del texto, cuya protagonista ha quedado, en efecto, encerrada en esa misma biblioteca vacía.

La identificación entre autora y personaje era mucho menos explícita en la edición original, por lo que la fotografía puede interpretarse como una nueva orientación de lectura para el público. Pero ese juego de espejos tiene un carácter más engañoso de lo que parece a primera vista, pues Elisa Clark no es una persona real, sino la personalidad literaria de la artista chilena Elisa Montesinos. El pacto de lectura es particularmente ambiguo, como si nos sugiriese: léeme como si hablase de mí misma aunque no sea yo misma.

El detalle de los pies descansando irreverentemente sobre la madera noble de la mesa nos anticipa el carácter juguetón y provocador de la novela, que no solo huye de las solemnidades sino que muchas veces las ataca abiertamente.

Otras características llamativas de la edición son las nuevas fotos de su interior –en muchas de las cuales volvemos a ver a la autora–, así como algunos fragmentos que han sido diferenciados del resto del libro con una tipografía roja, y que corresponden al diario de Elisa Clark. Es un nuevo refuerzo del carácter autoconsciente del libro.

Oye Gabriela –el título procede de la canción homónima de los Poetas Marcianos– es un relato fresco e irónico, que se entreteje en torno a un grupo variopinto de literatos, críticos, periodistas e investigadores obsesionados con tener acceso a los archivos de la correspondencia privada de la premio nobel.

La protagonista, Regina Coelli, se ha quedado presa en la biblioteca mientras intenta escribir de forma infructuosa una ponencia sobre la poeta, en lo que puede interpretarse como una metáfora del proceso recursivo de escribir sobre escritores: escribir en la biblioteca acerca de la biblioteca. Desde fuera, llegan los ecos de un país que atraviesa una agitada contingencia, marcada por terremotos y protestas, mientras la investigadora, en un encierro que tiene mucho de inexplicable y de voluntario, va envolviéndose en la propia madeja que ha ido tejiendo sobre Mistral. La biblioteca se convierte simbólicamente en un laberinto que Regina recorre día tras día, en una figura que recuerda a Borges, aunque Clark tenga un estilo completamente diferente.

Junto con la historia de la investigadora recluida, se va desplegando ante el lector una amplia variedad de capítulos breves en los que se desarrolla, de manera fragmentaria, una red de historias y de personajes que también van entrecruzándose y enredándose en una nueva madeja. En el centro de esas múltiples historias, Gabriela Mistral emerge como un emblema y un misterio, seductor, fugitivo e inaprensible, a la manera de Cesárea Tinajero en los Detectives Salvajes.

El misterio de los archivos privados mistralianos, por fortuna, nunca llega a ser desentrañado por completo en el libro. Clark no cede a la tentación de transformarlos en textos íntegros y de fácil interpretación. Prefiere mantenerlos como fragmentos lacunares, como rastros imprecisos. Así, la poeta se perfila como una figura que siempre termina por escabullirse entre los dedos. En gran medida eso se debe a que el acceso a Mistral siempre es mediado, solo se da a través del testimonio de terceros o de cartas.

Asimismo, Oye Gabriela se sitúa en las antípodas de la Mistral romantizada que describió Carla Guelfenbein en el bestseller Contigo en la distancia. La Gabriela Mistral de Clark es corpórea, maciza, terrenal, tiene una personalidad posesiva, contradictoria, exigente. Clark nos la presenta como víctima y victimaria en sus relaciones amorosas, mientras la describe –de forma bastante reiterada– inmersa en un proceso creativo vertiginoso, que la lleva a arrugar papeles recién escritos que otros tendrán que encargarse de recoger tras ella.

Se habla menos de poesía en Oye Gabriela de lo que podría esperarse, en buena medida porque el centro de interés son las cartas íntimas de Mistral. A falta del protagonismo de los versos, otras cuestiones se vuelven centrales: su relación distante con Chile, su independencia y, por encima de todo, sus relaciones homoafectivas.

El debate en torno a la homosexualidad de la primera persona en recibir el Premio Nobel de Literatura en América Latina se vuelve un tema recurrente en muchos capítulos del libro, a través de las reflexiones de diferentes narradores y de la mayoría de los personajes. También se abordan los prolongados intentos por escamotear u ocultar la sexualidad de Mistral que han sido emprendidos por autoridades políticas y algunos literatos.

El aspecto más interesante del libro es el grupo de variopintos mistralianos que puebla sus capítulos y circula por sus líneas narrativas. Profesores alcohólicos, investigadores inescrupulosos, periodistas embriagados por el sabor de la polémica, estudiantes desequilibrados, burócratas advenedizos, escritores egocéntricos, crueles colegas de talleres literarios y agregados culturales vanidosos circulan por bares, conferencias, encuentros diplomáticos, sociedades literarias y bibliotecas.

Clark parece particularmente atraída por presentar las pequeñas miserias de un mundillo literario corroído por envidias, fracasos, precariedad y frustraciones y, al mismo tiempo, iluminado por un amor sincero por la literatura. Hay también espacio para algunas figuras femeninas del círculo más cercano de Mistral, como Doris Dana –“Dorita” en el libro– y la secretaria de ficción Dalia Moreno, que sirven para acercarse a las relaciones de pareja de la poeta.

Abundan a lo largo y ancho de la novela las situaciones absurdas y tragicómicas a las que accedemos gracias a una prosa irónica e inventiva. La narración salta constantemente de un espacio a otro y de un tiempo a otro, circula a lo largo de varios años entre lugares como Santiago, Nueva York y México, siguiendo el rastro transnacional de Mistral y de la caterva de mistralianos. El ritmo es tan intenso y los personajes tan numerosos que a veces se vuelve difícil identificarlos.

Desde la primera página, Oye Gabriela le solicita al lector una fuerte dosis de complicidad. Lo invita, con socarronería, a dejarse llevar por una estructura cuyos meandros no siempre comprenderá. Estamos ante una novela donde lógica causal del relato importa mucho menos que la creación de un universo propio. Sus lectores no deberían temer la sensación de vértigo que los asaltará al recorrer sus páginas. Como en una montaña rusa, de eso depende el placer.

Portada de Oye Gabriela, de Elisa Clark, Editorial Cuarto Propio

Oye Gabriela

Elisa Clark
Editorial Cuarto propio

2025