El voto universal para elegir presidente, parlamentarios y alcaldes es lo mínimo. Pero la Democracia debiera buscar una progresiva participación de los ciudadanos y ciudadanas en las diversas decisiones, tanto nacionales, regionales como locales.

Un cambio de Constitución es fundamental para ello, pero hay muchos cambios que se pueden hacer antes, como es cambiar las atribuciones de juntas de vecinos y colegios profesionales.

En una sociedad clasista, aporofóbica (fobia a los pobres) y autoritaria, lograr una Democracia más profunda obliga a cambios culturales profundos. Significa superar rasgos que están presentes en nuestra sociedad, como, por ejemplo, un exacerbado individualismo que ha llevado a no ver al “otro” u “otra”.

Para lograr esa evolución y profundizar la Democracia y la participación, se deben asegurar condiciones básicas de vida, como educación, salud, techo y trabajo, entre otros. Muchas de éstas no se cumplen en Chile, como lo demuestra, por ejemplo, el déficit de vivienda social (740.000 según la Cámara Chilena de la Construcción, 1.000.000 para el Comité de Hábitat y Vivienda del Colegio de Arquitectos).

Pero el objetivo central de la Democracia es “repartir” el poder, hacer partícipe a la mayor cantidad de personas en la mayor cantidad de decisiones, teniendo como limite el hacer inoperante el sistema (esto no tiene relación con la supuesta eficiencia a corto plazo de muchos “ejecutivos”).

Desigualdad = Falta de Democracia

Chile es un país extremadamente desigual, con gran concentración del poder económico y político, y un sistema donde el Ejecutivo y el Estado tienen pocos contrapesos y menos capacidad para escuchar. Esta concentración de poder hace que los grandes poderes “conversen” y lleguen a “acuerdos” entre ellos, y que ciudadanos y ciudadanas estén cada vez más distantes de ellos.

Sordera de los Poderes

Esta distancia se refleja en la falta de canales efectivos para expresar demandas, necesidades y propuestas. Y en una evidente y brutal “sordera” de los distintos poderes, tanto políticos como económicos (y podríamos agregar otros).

Cientos de marchas pacíficas como manifestaciones que han incluido cortes de calles y carreteras, con barricadas y enfrentamientos en algunas de ellas, no han producido prácticamente efectos concretos. No + AFP, por ejemplo. Sordera total.

Pero también se ha producido en otros ámbitos. Por ejemplo con las gestiones de colaboración que hizo el Colegio de Arquitectos para apoyar en la reconstrucción después del terremoto de 2010, que no sirvieron prácticamente para nada, ni siquiera los 40.000 informes que elaboraron junto a diversas escuelas de arquitectura. Tampoco el Estado fue receptivo con un ente que no demandaba nada sino quería ayudar en la reconstrucción. Pero escuchar es validar al otro, reconocer sus capacidades, sus aportes, y eso es darle algo de poder.

Los grandes empresarios como los poderes políticos están cómodos con el poder que tienen. Por eso ha habido pocas iniciativas para cambiar el escenario.

Distribuir el Poder

El tema de fondo que hay en el malestar de estas semanas (más allá de la rabia, la frustración, el no sentirse escuchados), a mí entender, es la redistribución del poder, promover una sociedad donde todas sus partes tengan voz y capacidad de incidir. Un cuerpo donde sus órganos estén activos, tengan funciones reales, y por lo tanto poderes concretos.

Lo anterior significa darle funciones reales a distintos organismos de forma tal de (re)construir el tejido social, las redes sociales, a través de organismos territoriales y funcionales que tengan financiamiento y roles claros.

Los colegios profesionales, las juntas de vecinos, organizaciones sociales, deben cumplir roles específicos y tener financiamientos que les permita no depender de los gobiernos locales y central de turno.

Hoy, las juntas de vecinos no cumplen ninguna función específica, por lo tanto no son un órgano indispensable, dependen de la voluntad de algunos vecinos (generalmente jubilados o “dueñas de casa”) más los fondos que, graciosamente, puedan darle dependencias públicas. Los colegios profesionales, por ejemplo, no cumplen ningún rol claro, salvo resguardar a sus asociados, de cuyas cuotas dependen económicamente.

Las ONG´s dependen del financiamiento estatal o de empresas, es decir, están sujetos a esos grandes poderes para poder funcionar.

El gran desafío de Chile hoy, más allá de justas demandas que hemos escuchado en estas semanas, es repartir el poder, entregar poder a las comunidades para que puedan incidir en las decisiones que les competen, en aquellas que influyen en su calidad de vida.

Recibir poder debiera implicar responsabilidades, hacerse responsable del uso de ese poder. Por parte de quienes lo reciban como de quienes hoy lo tienen. Algo que no hemos visto mucho hasta el momento.

Pero claro, nadie entrega poder en forma “gratuita”… Pocos se abren a escuchar, porque el sólo mencionar problemas, demandas y sueños genera consciencia, sentido de sí mismo, y eso puso en “peligro” este “oasis”, nuestra “democracia”.