Con una propuesta al borde de lo delirante se encontrará el espectador de “Noche mapuche”, y la sensación de haber sido sacudido por un huracán de estímulos que buscan exhibir de manera exacerbada el desprecio social que se oculta tras las buenas maneras de la sociedad contemporánea.
Sin embargo, la obra no cae en un precipicio ininteligible, debido a que el relato tiene un soporte muy especial, contradictoriamente atractivo y entretenido: la actuación sobresaliente del elenco.
Aunque el gesto corporal de histrionismo extremo puede llegar a sobrepasar lo grotesco, Pablo Schwarz, Nona Fernández, Roxana Naranjo, Felipe Zepeda, como también Caro Quito y Daniel Alcaíno dialogan escénicamente con un espectador que comprende que esta opción crea imágenes coherentes con el punto de vista del experimentado dramaturgo y director Marcelo Leonart.
A través de una anécdota aparentemente de fácil digestión, se narra el encuentro social de dos parejas, en un departamento del sector acomodado de Santiago.
En medio del disfrute del trago y del erotismo, una de las mujeres narra su iniciación sexual con un desconcertado joven mapuche, a quien manipula a destajo, siguiendo los patrones de la relación amo-esclavo.
Risas, ironías, carcajadas y burlas son permanentes y retratan valores profundos de un mundo con acceso a las comodidades que, sobre todo, siente desprecio por lo indígena, diverso y todo aquello que no sea de su clase social. Llama la atención un hombre que mira la escena casi sin pestañar en una parte del relato.
De pronto, la obra tiene un violento quiebre, que no será el único: la comedia oscura juega con las dimensiones de la realidad y los sueños, mientras la violencia asoma como parte de la normalidad.
En esta misma noche, otros personajes acumulan una decena de bidones, en apariencia llenos de combustible. Entonces, las interrogantes quedan en el aire en este extraño diálogo que se produce entre seres desaforados, el público y los silenciosos artefactos potencialmente incendiarios.
Grados de conciencia
Cada personaje está consciente de lo que dice y hace, estimulados por la opción del dramaturgo y director de sembrar la confusión, entre otros recursos, instalándolos en niveles distintos y, a veces, contrapuestos.
Más aún, cuando en nuevos quiebres, el relato muestra a “pieles rojas” de América del Norte, avasallados por los blancos o se menciona el incendio y la muerte de una pareja de adultos mayores, que originó la represión policial y judicial contra comuneros mapuches.
Sin embargo, más allá de las opciones, la metáfora de esta controvertida propuesta parece exhibir el conflicto mayor de la sociedad contemporánea, que no es otra cosa que la inequidad en la relación entre las minorías socioeconómicas y las mayorías empobrecidas.
Y lo hace a través de una estructura escénica apasionada que abandona algunos de los presupuestos de la lógica racional, para mostrar a los grupos humanos, no a través de discursos, sino de sus valores íntimos transportados en las conductas concretas, muchas veces llenas de contradicciones.
GAM. Miércoles a sábado, 20.30 horas. Entrada general $ 8.000; estudiantes y tercera edad $ 4.000. Hasta el 28 de octubre.
