De casualidad. O azar. Sólo por eso usted lee estas palabras. Porque bien fácil pudieron quemarse una noche de bacanal con chuico, vino y fuego. Privilegio de poetas. Desmadre que sólo uno de los grandes se puede conceder. Alfonso Alcalde (1921-1992)… y su Balada para la ciudad muerta.

Por Marcel Socías Montofré

“Fue un trabajo inmaduro y precipitado”, se defendió alguna vez Alcalde. Porfiado intento de evitar la propagación de sus versos. De mantenerlos inéditos.

Pero le fue mal. Porque no sólo se salvaron del fuego desquiciado y exquisito. También echaron dedo para que el tiempo les diera un aventón. Y han llegado hasta aquí. Ahora. Poemas inéditos. Poemas épicos. Sonetos. Salmos. Canciones. Excesos. Perfectos excesos.

Tonalidades y variaciones de Alcalde, el poeta soslayado.

Genial poeta. Si hasta Neruda le aplaudió estos versos de la ciudad muerta. “Tú, Alfonso, de las ciudades marinas traes humo y lluvia en tus manos…”.

Mala idea. Casi un abrazo del oso el de Neruda. Porque Alfonso no quería tal responsabilidad. Quería escribir. Y pasarla bien. Que no es lo mismo pero es igual cuando la vida se lleva a extremo.

“El hecho de llevar una presentación de Neruda –una de las primeras que dedicó a un joven escritor- significaba una enorme responsabilidad”, decía Alfonso.

Y Alfonso no quería esa responsabilidad. Más bien, Alcalde quería por única responsabilidad vivir al máximo. Sin miedos. Y por eso fue y quemó el libro.

Ni santón, ni mesiánico, ni pequeño dios. Tan sólo un poeta profundamente humano. Tuberculoso, a veces sin dinero, borracho y solitario. Hasta vivió en un prostíbulo. Pasaba hambre. Tipo genial Alcalde. Profundamente humano.

“Cuando apareció el libro –recordaba Alfonso- compré varios chuicos de vino, invité a mis amigos y, después de festejarlo, quemé toda la edición. Al quemarlo nació la idea de El Panorama ante nosotros, el libro que ya no me abandonaría más. Pablo se enojó conmigo. Quien quema un libro es un bruto, dijo”.

Bruto o no, lo cierto es que La Ciudad… estuvo desaparecida desde 1947. Y eso la convirtió en objeto de culto. Medio chamuscado. Pero objeto de culto al fin y al cabo. Y al fin regresa gracias a Ediciones Biblioteca Nacional.

¡Ah!… por cierto y sin ánimo de spoiler: la ciudad no está muerta.
Tiene buen Alcalde. Si hasta para suicidarse fue buen poeta.

Ediciones Biblioteca Nacional (c)
Ediciones Biblioteca Nacional (c)

Balada para la ciudad muerta
Alfonso Alcalde

Ediciones Biblioteca Nacional
2018.