Desde este miércoles 28 de junio, el filme del destacado realizador Bong Joon-ho está disponible en la plataforma de streaming. Es una cinta punzante y bien lograda que expone en primer plano la crueldad de la industria alimentaria y que cuenta con una curiosa alusión a Chile.
 

por René Naranjo S.

 
 
Antes aún de estrenarse en el Festival de Cine de Cannes, en mayo pasado, ‘Okja’ ya había marcado un historia del cine al ser la primera película producida por Netflix en competir en el certamen cinematográfico más famoso del mundo. Nunca antes un filme producido por una empresa de streaming y que no está destinado a pasar por las salas de cine había optado a ganar la Palma de Oro. Por eso, la selección de esta película provocó una batahola que remeció el festival y atizó la discusión sobre el futuro del cine y su relación con las nuevas plataformas digitales.

El estreno de ‘Okja’ estuvo así marcado por pifias y aplausos cuando apareció el logo de Netflix, a lo que se sumó un serio desaguisado al comienzo de la función de prensa, debido a que la cinta se proyectó casi 10 minutos con un formato equivocado.

Cuando la película pudo al fin ser proyectada de forma correcta, la atención se concentró en el trabajo de su director, el cineasta coreano Bong Joon-ho, autor siempre atractivo en sus propuestas y realizador de las magníficas ‘Memories of Murder’ (2003) y ‘The Host’ (2006), el único de sus filmes estrenados en cines en Chile.  

La primera escena de ‘Okja’ nos lleva a 2007, con la presentación que Lucy Mirando (Tilda Swinton), dueña de la transnacional alimentaria que lleva su apellido, hace de su nuevo hallazgo, el superchancho, un animal de enormes dimensiones –mezcla de porcino e hipopótamo, muy bien creado digitalmente- que ha sido descubierto en Chile y que será, dice ella, la solución a las necesidades de nutrición de la humanidad. La crianza del superchancho toma diez años, por lo que varios ejemplares de la especie son entregados a diversos cuidadores a lo ancho del mundo, para luego, en una suerte de reality global, definir quién ha criado al mejor animal.

Pasan 10 años, llegamos al presente y la película se centra entonces en el superchancho, llamado Okja, que la niña Mija ha criado junto a su abuelo en las verdes e impolutas montañas de Corea del Sur. Ahí se desarrolla una secuencia magistral, en la que Mija juega y se revuelca con Okja en el campo, en medio de una naturaleza que refulge en HD y que remite a un paraíso original sin recurrir a diálogos ni retórica alguna. Por cierto, este edén les será pronto arrebatado, porque –ya en 2017- Okja debe ir a Nueva York a la gran final del reality y, posteriormente, ponerse a la fila de los animales condenados al sacrificio para crear miles de bistecs y embutidos.

Desde el momento en que Okja es obligado a abandonar ese estado de felicidad primigenia y es encerrado en un camión, Mija emprende una larga carrera para salvarla. Esta carrera intercontinental ocupa la mayor parte de la narración y es un viaje en el que Bong Joon-ho expone con crudeza el funcionamiento de la industria de la carne. Además, para demostrar que su agudeza va de lado a lado, el director incorpora en el relato a una guerrilla ecológica-antisistémica que quiere sabotear a esta industria y que se suma a la operación de salvataje de Okja.
 

Libertad creativa

 
De forma similar a la carrera incesante de su pequeña protagonista, ‘Okja’ adquiere un ritmo acelerado y las escenas de persecución se suceden, manejadas de forma brillante por Bong Joon-ho. Esa velocidad narrativa no significa, sin embargo, que el cineasta coreano se someta a los códigos de la pantalla de TV. Y ahí está uno de los grandes méritos de la película.

En las manos de Bong Joon-ho, ‘Okja’ es un verdadero filme de cine de principio a fin.  Esto es, una puesta en escena propia de la gran pantalla y no de la pequeña, un trabajo de cámara, montaje y sonido muy bien realizado, un cuidado constante hacia los personajes y una reflexión afilada sobre la sociedad post-capitalista del siglo 21 y los monstruos que es capaz de crear.

Bong Joon-ho es un cineasta político, que en sus filmes se mueve con inteligencia entre la ironía, el horror, el drama, la subversión del cuento infantil y de la ‘película familiar’, y la atenta mirada sobre el comportamiento humano. En ‘Okja’, el cineasta expone las contradicciones de los personajes (partiendo por el desquiciado veterinario de television que interpreta Jake Gyllenhaal y la insegura Lucy Mirando), sus relaciones con el contexto social (marcado por un espíritu deshumanizado y mercantilista) y el valor de los sentimientos sinceros (encarnados por la protagonista) que, no obstante, dificilmente cambiarán el curso de las cosas.

‘Okja’ marca un hito por la apuesta de Netflix de entregarle a Bong Joon-ho la posibilidad de realizar -con mucha libertad, según declaró él mismo en Cannes- una película crítica, ajena a las presiones de la industria y muy dura contra la industria alimentaria.

Es posible que, a causa de cierta irregularidad en la segunda mitad, esta película incisiva no iguale a su genial ‘The Host’ (que trataba de un monstruo surgido de la contaminación que asolaba Seúl) pero es un filme valioso y propio de su autor, que cierra el relato con una imagen tremendamente inquietante: la de un símil de campo de concentración, con animales en lugar de humanos, que entonan un lamento colectivo, un coro que va subiendo de intensidad hasta volverse conmovedor.

Hay pocos cineastas hoy que puedan lograr momentos así.