Chile celebra los 20 años del redescubrimiento del carmenere, la cepa francesa que se creía extinta desde el siglo XIX, pero que reapareció fortuitamente en una viña del valle central dando origen a uno de sus vinos más emblemáticos.

Los fecundos suelos de nuestro país, cuarto exportador de vino del mundo, revelaron su secreto el 24 de noviembre de 1994 cuando el carmenere fue detectado de manera fortuita por el francés Jean Michel Boursiquot, un experto ampelógrafo (especialista en identificar tipos de vides).

El hallazgo se produjo cuando el experto revisaba cultivos de merlot de la Viña Carmen, una de las más antiguas de Chile ubicada en campos del valle del Maipo, a los pies de la cordillera de los Andes.

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Hasta ese momento, el carmenere era confundido como un “merlot chileno” que tardaba mucho en madurar.

“Se produjeron situaciones fortuitas para que esto suceda. Jean Michel llegó en el minuto justo a Chile, y eligió nuestra viña, el lugar exacto que permitió que descubriera el carmenere”, dijo a la AFP, Sebastián Labbé, enólogo de la Viña Carmen.

“Si hubiera venido un mes antes o un mes después, seguiríamos vendiendo este vino como merlot”, agregó.

Verdes y extensos campos a los pies de la cordillera de Los Andes, donde se yerguen los parronales de distintos variatales, recibieron al carmenere.

Un monolito de piedra de color blanco marca el lugar donde se produjo el hallazgo y que hoy está rodeado por las cepas descubiertas.

Condiciones aptas

Tras 20 años, Chile ha puesto al carmenere como su vino insigne, pasando de 330 hectáreas plantadas de esta vid en 1997 a 10.700 has en 2013, un 84% de la superficie total cultivada a nivel mundial.

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Nuestro país también es el mayor productor con 93,9 millones de litros en el 2013, de los cuales, cerca de 21 millones fueron exportados, siendo Brasil, China y Estados Unidos sus mayores consumidores.

Esta cepa se creía extinta del mundo desde 1860 cuando fue devastada de las vides francesas por la filoxera (parásito de la vid).

Se estima que el carmenere llegó a Chile desde Francia entre 1840 y 1890 escondido entre plantas de otras variedades como el cabernet, merlot y sauvignon blanc, y su supervivencia a través de los años, se debe a que el “Terroir” chileno (zona y clima aptos para los cultivos de vino) siempre ha estado libre de la filoxera.

“En Chile las condiciones fueron óptimas para que la filoxera no atacara. Desde los niveles de cobre en el suelo, la gran cantidad de arena de nuestro suelo y algo de toxicidad” para ese parásito, explicó el enólogo Labbé.

El abrigo de los cerros de la cordillera, el sol de verano y primavera, más la brisa del oceáno Pacífico, a 90 km de donde se encontró la vid del carmenere, también ayudaron para su cultivo.

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Un niño en pañales

El descubrimiento de esta cepa provocó un debate en la industria vitivínicola chilena entre quienes creían que se debía seguir vendiendo este vino como un “merlot chileno” y aquellos quienes pensaban que se debía comercializar como carmenere.

Finalmente, primó la tendencia de lanzar al mundo la cepa redescubierta, cuyo sabor “vegetal” con toques de pimentón, de notas terrosas y que deja un “dulzor en la boca”, lo hacen difícil de igualar, dice Labbé.

En 1996 Viña Carmen sacó la primera botella de carmenere al mercado, siendo replicada por las otras casas.

“Aún el carmenere es un niño en pañales que está aprendiendo a caminar”, sostiene Andrés Lavados, gerente general de Viña Santa Rita.

Al ser un vino joven, el carmenere aún tiene algunos retos para alcanzar a los mostos vanguardistas como el cabernet sauvignon, el sirah o el malbec, como el de convencer a los especialistas sobre su calidad y concretar una mayor unión en la industria para consolidar su comercialización internacional.

“Queremos que el carmenere sea visto como un vino de primera división, pero aún existe alguna reticencia de parte de los entendidos en vino sobre si está entre las mejores cepas”, explicó Lavados.